Ese arranque acelerado fue reemplazado por la monotonía de un nuevo comienzo sin tantos horarios ni compromisos. Hoy las clases comienzan, para muchos, cuando se enciende la computadora. Y la plataforma de aula virtual deja entrar a los chicos.
No todas las instituciones comenzaron las clases virtuales al mismo tiempo, ni con las mismas herramientas tecnológicas. Y si bien muchas escuelas, docentes, padres y alumnos no estaban preparados para el e-learning o la educación remota, el coronavirus los obligó a estarlo.
«Aunque no contamos con el tiempo necesario para prepararnos, salimos a la palestra con lo que teníamos», reconoce Flavio Sturla, profesor de nivel medio en dos colegios de la ciudad de Buenos Aires, el Pío IX, en Almagro, y el Marianista, ubicado en Caballito. Sturla utiliza Google Classroom para intercambiar información y material con sus alumnos. «Además, subo trabajos prácticos con entregas pautadas. La segunda herramienta que uso es Meet, también de Google. Con ella realizo reuniones virtuales con los chicos», explica.
¿Y cómo se sienten los chicos trabajando de esta manera? «Algunos se adaptan rápido, otros se dan cuenta de que no sabían tanto de tecnología como creían porque deben manejar herramientas que no utilizan cotidianamente», cuenta el profesor.
La asistencia virtual de los jóvenes es otro tema. «He tratado de mantener mi horario para que sintieran que las clases seguían pero no todos pudieron unirse a una videoconferencia, algunos porque no tenían computadoras disponibles, y otros porque no quisieron», dice. Es que manejar la autonomía puede ser muy complicado para los más chicos, pero sin dudas es un gran desafío para los adolescentes.
Las experiencias entre los chicos son muy diferentes, incluso dentro de las mismas familias. «Con Gabriel, mi hijo mayor, que empezó primer año en el Instituto Industrial Luis Huergo, la experiencia está siendo muy buena. Su colegio, ante la inminente suspensión de clases, capacitó a todo el alumnado para usar Classroom. Los ayudaron a generar los usuarios y configuraron sus teléfonos para que puedan trabajar con ellos», señala Cecilia Oshiro, empleada administrativa de 45 años. Según cuenta, cada profesor tiene un chat con sus alumnos, envía trabajos y contesta las consultas. «Además generó un horario que los chicos deben respetar, toman asistencia y tienen clases como si estuvieran en el colegio. Es más, mi hijo se levanta a la misma hora que cuando asistía presencialmente», detalla. En cambio la experiencia con su hija Micaela, de 9 años, fue completamente distinta. «Va a cuarto grado en el Instituto Santa María. Primero enviaron tareas en una carpeta, en Google Drive. Los padres debíamos bajar los archivos. Pero hace unos días empezaron a utilizar la plataforma Santillana y ahí arrancaron los problemas porque no tiene capacidad para soportar tantas conexiones, así que se puede ingresar solo en algunos momentos del día», cuenta Cecilia. Para solucionar el problema resolvió levantarse temprano, ingresar a la plataforma y bajar todos los archivos en su computadora. Luego Mica puede hacer la tarea sin estar conectada. «A ella la tenemos que ayudar más, Gabriel hace todo solo», aclara Cecilia.
Sobre las quejas de muchos padres porque la tarea es mucha o porque no pueden ingresar a la plataforma Cecilia prefiere ver el lado positivo. «Con los más chicos tenemos que tomar las riendas y hacer el trabajo que hasta ahora habíamos delegado en los maestros, y no me parece mal. Tenemos que aprovechar este momento para pasar más tiempo con nuestros hijos».
Más allá de la tarea, Gabriel y Micaela debe hacer sus rutinas deportivas. «Gaby es federado de Handball y Mica está en el equipo de gimnasia artística así que sus profesores les envían una rutina de entrenamiento diario para que no pierdan el training y eso les ayuda a mantenerse ocupados. La convivencia la estamos llevando bien, pero mi hija, que es bastante vaga, dice que prefiere ir al colegio», comenta entre risas.
Universidad virtual
«Debíamos iniciar las clases el 16 de marzo y a través del noticiero me enteré que el rector de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) postergaba las clases una semana, para prevenir la propagación del virus. A los pocos días el presidente decretó la cuarentena e inmediatamente nos comunicaron que iniciaríamos las clases de manera virtual, hasta que se normalice todo», dice con cierto alivio Valentina Díaz, estudiante de arquitectura (24 años).
Es que Valentina no quería perder el último año de su carrera. «No estamos acostumbrados a trabajar de esta manera porque la mayoría de mis materias son prácticas y solemos trabajar en grupo. Creo que es un gran desafío para los profesores porque tienen que cambiar la forma de dar sus clases, pero a pesar de las dificultadas me sorprendió que en todas las materias se ingeniaron para empezar las clases», asegura.
La UNC utiliza la plataforma Uncavim. Allí los profesores dejan material y trabajos, dentro del horario de sus clases. Y, a través de Zoom se conectan con sus alumnos para explicar las tareas y contestar consultas. «Además tenemos un grupo de Facebook con cada materia, para poder contactar a los docentes», agrega.
Florencia Maderna, docente de la Universidad del Salvador hace un balance positivo de la nueva experiencia. «Si bien el inicio de las clases virtuales fue repentino pude adaptarme porque hace varios años que incorporé el aula virtual a mis clases presenciales. Usaba este soporte para brindar material a mis alumnos y para comunicarme con ellos fuera del horario de clases, generando un espacio de consultas y participación», asegura.
La Universidad Austral tomo una decisión totalmente diferente a las anteriores, resolvió suspender sus clases a partir del 14 de marzo y se tomó 14 días para trabajar con los decentes y reconvertir su propuesta educativa presencial a la modalidad en distancia. «Diseñamos cinco cursos autodirigidos para los profesores, hicimos más de 20 conferencias en vivo para que aprendan a utilizar herramientas como Zoom, el campus virtual y uso de podcast; y, además, convocamos a 70 docentes para que sean ‘abanderados’ y puedan extender las capacitaciones entre sus colegas», resume Matías Cortiñas, director de Innovación Educativa de esta universidad.
«Uno de los errores más graves es que muchas instituciones, obligadas por la cuarentena a dar clases virtuales, solo digitalizaron sus clase presenciales», observa Carlos Pallotti, especialista en desarrollo tecnológico y director de la carrera de tecnicatura universitaria en Desarrollo de Software en la Universidad de la Punta (ULP), en la provincia de San Luis.
Pallotti resalta que no es lo mismo dar una clase presencial que a través de una plataforma, tampoco cree en el proceso de e-learning donde una persona deja material y el alumno lo lee y resuelve. Según el experto es necesario preparar a los docentes y el material que darán. «Lo ideal es que el profesor esté unos pocos minutos frente a la pantalla y después, con su voz en off, muestre el material y explique. Además debe aprovecharse la ventaja que ofrece el mundo digital, ya que permite mostrar una presentación, un video, un documento de Word y hasta hipervínculos», detalla.
Y lo sabe por experiencia: en la ULP las carreras de desarrollo de software se dictan virtualmente hace más de un año. «En nuestra universidad entrenamos a los profesores para dar clases por Internet. Además les explicamos cómo manejar los chat y preguntas, cómo moderar una reunión, y damos tips para la ubicación según la luz y para que salga bien la voz, por ejemplo».
Desde que empezó la pandemia el sentimiento de solidaridad comenzó a brotar en todas partes y el sector educativo no fue la excepción. Los chicos ayudan a sus compañeros y a los docentes que tienen dificultades tecnológicas; mientras que los profesores ayudan a sus colegas. «Se multiplicaron las ayudas, el intercambio de ideas, el poder estar en contacto con el otro para aprender», destaca Sturla.
Si bien esta situación será momentánea, muchos expertos aseguran que la tecnología cambiará para siempre la forma en que nos educamos hasta hoy. «Creo que después de la pandemia el mundo va a descubrir que no hay ninguna razón por la cual no se podrían dar clases de manera remota, y no hay ningún motivo para que los chicos se pierdan clases por no poder asistir. No creo que sea un modelo masivo, pero sí se va a implementar más seguido», concluye Pallotti.
Fuente: Cintia Perazo, La Nación