Mantener un secreto nunca es fácil, pero ocultarle algo a una pareja puede ser aún más complicado, especialmente porque a menudo las relaciones sólidas se basan en la confianza y en la comunicación. Hacerlo puede ser estresante como resultado, a veces hasta el punto de afectar el bienestar general. Pero antes de entrar en posibles efectos secundarios, es importante tener en cuenta que está bien guardarse ciertas cosas para uno mismo.
Un estudio de 2017 publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, encontró que la persona promedio guarda alrededor de 13 secretos en un momento dado. De las 38 categorías diferentes de secretos que las personas suelen guardar, los investigadores descubrieron que los secretos más comunes que las personas tienen son en torno a los “pensamientos extrarelacionales”, el deseo romántico y el comportamiento sexual.
Como seres adultos se nos permite tener pensamientos y comportamientos privados que no revelamos a nuestra pareja. Por ejemplo, no tenemos que darles detalles de nuestro pasado si no queremos. Y si el momento no parece correcto para compartir una historia, está bien esperar. Y ahí aparece la diferencia entre la privacidad y los secretos. Esto se trata más sobre temas que podrían afectar una relación, o cosas que una pareja necesita saber, pero que el otro tiene miedo de decir en voz alta.
“La categoría de secreto tiene mala prensa porque se supone que uno tiene que revelar todo al otro y se tiende a asociar al secreto con malas prácticas, es decir, si no cuento algo es porque me avergüenzo de ello o hice algo malo. Pero lo que tenemos que resaltar es que el secreto es lo que permite a la subjetividad dejar el estado infantil y encaminarse hacia la madurez. En esta época donde se tiende a exhibir la vida es relevante recordar nuestro derecho a la privacidad, no siempre conviene exponernos. Incluso con nuestros vínculos más cercanos, como puede ser una pareja donde la sinceridad es muy importante, uno puede optar por silenciar ciertos eventos si piensa que puede perjudicar el vínculo o lastimar al otro”, sostuvo en diálogo con este medio la psicoanalista Fiorella Litvinoff.
La mayoría de las personas tiene muy claro qué es un secreto. Es una información que alguien tiene que no desea compartir con otra persona. La información puede ser personal o relacionada con el trabajo, por ejemplo. Algunos secretos son incluso positivos (esconder una fiesta sorpresa). Hay dos aspectos de los secretos que parecen intuitivamente obvios: primero, guardar secretos nos hace sentir peor de lo que nos sentiríamos si no estuviéramos guardando uno. Segundo, la parte más estresante de guardar un secreto es esconderlo de las personas a las que no se lo queremos revelar.
Un artículo en la edición de julio de 2017 de la Revista de Personalidad y Psicología Social sugiere que un problema potencial con el mantenimiento de secretos es que las personas tienen el objetivo de mantener la información en secreto. Las “metas” que aún no se han logrado son a menudo fáciles de lograr. Así es como el sistema de motivación brinda oportunidades para alcanzar las metas cuando vemos algo relacionado con ellas en el medio ambiente. Por ejemplo, es más probable que notemos un buzón cuando necesitamos enviar una carta que cuando no lo hacemos.
Con los secretos, este mecanismo es parecido, incluso cuando las personas de las que ocultamos la información no están cerca, a menudo pensamos en la información que tratamos de mantener en secreto. Como resultado, guardar secretos puede ser estresante, pero no por la actividad de ocultarlo a una persona, sino porque constantemente pensamos en esa información, lo que nos recuerda que tenemos un secreto.
Los secretos disminuyen la sensación general de bienestar de las personas. Sin embargo, según los hallazgos revelados por la investigación, la disminución de la felicidad está relacionada con la cantidad de veces que las personas piensan en el secreto, y no con la cantidad de veces que tienen que ocultarlo activamente a otra persona. Pensar en los secretos también se asoció con una peor salud.
Por qué es biológicamente mejor para nosotros confesar nuestros secretos
A medida que se retiene un secreto, es posible que se hagan visibles una cascada de síntomas de estrés en el cuerpo. Puede que las personas se sientan nerviosas y ansiosas cuando sus parejas mencionan temas relacionados con la información que ocultan y con el tiempo desarrollen dolores de cabeza, dolores de estómago y tensión muscular por el estrés prolongado. Además, ocultar algo importante puede afectar la rutina diaria y causar trastornos como el insomnio y afectar cómo nos sentimos emocionalmente. A menudo, quienes lo hacen pierden la paciencia con más rapidez y pueden ponerse más a la defensiva.
Según una investigación que publicó la revista Forbes, los neurocientíficos ahora creen que es biológicamente mejor para nosotros confesar nuestros secretos. La razón: aferrarse a ellos pone al cerebro en una posición incómoda y comprometida. “La corteza cingulada, esencial para nuestras respuestas emocionales, está conectada para decir la verdad. Este ‘lóbulo lógico’ señala a otras regiones del cerebro que compartan información para que pueda pasar a funciones más importantes, como el aprendizaje. Pero cuando guardas un secreto, no permites que el cingulado realice sus funciones naturales. En cambio, la corteza se estresa”, sostienen los especialistas.
Cuando elegimos guardar un secreto, la corteza prefrontal orbital del cerebro simula en la mente cuán malo será compartir el secreto, imaginando todos los posibles resultados negativos. La corteza prefrontal está involucrada en la toma de decisiones, el pensamiento complejo y el engaño. Si las dos regiones tienen propósitos cruzados, el resultado final es lo que los especialistas llaman “las complicaciones de la carga emocional”.
Por supuesto, una persona puede decidir no compartir la información con su pareja y, en su lugar, llevar el problema a un amigo o terapeuta y “dejarlo salir” de esa manera. Y a veces esa es realmente la mejor opción. A menudo compartimos información porque queremos sacarla de nuestro pecho. Nos hace sentir mejor “limpiar” y creemos que estamos haciendo algo bueno, cuando la realidad es que compartir información para sentirnos mejor no es razón suficiente para compartirla. Deberíamos sopesar los pros y los contras, y decidir qué ruta es mejor tomar.
Si lo que se necesita develarlo, buscar un momento para conversar en un lugar que sea cómodo para los dos para sincerarse es importante. Es probable que haya estado guardando esta información para usted porque le preocupa que su pareja se sienta molesta o traicionada, así que haga espacio para esa reacción también. El “otro” puede tener una acción reflexiva negativa inicial que es protectora y defensiva. Pueden necesitar tiempo para procesar la información y eso está bien.
Dado que esconder algo puede afectar la relación, y en última instancia la salud, vale la pena, muchas veces, dejar salir los secretos. Una vez hecho, es probable que nos sintamos mucho mejor y podamos comenzar a reparar la relación, si es necesario. Pero es fundamental recordar que, en última instancia, depende de cada uno decidir entre lo que es privado y lo que debe decirse.
Fuente: Infobae