Que de noche cobran vida. Que tienen poderes mágicos. Que habitan los bosques. Que tienen un alma atrapada en las estatuitas. Que pueden proteger o perjudicar a sus dueños según el trato que reciben. Que custodian los hogares y más. Desde que se pusieron de moda como piezas de decoración (en la Argentina fueron muy populares desde el ’40 hasta los años ’80), los gnomos de jardín protagonizaron (y aún lo hacen) muchos relatos, cuentos y creencias, al tiempo que despertaron tanto fanatismo como sentimientos de rechazo.
En Francia, de hecho, muchos años atrás, se llegó a crear un Frente de Liberación de los Enanos de Jardín, cuya misión era secuestrarlos de las casas de sus dueños (robarlos), para liberarlos en los bosques «donde verdaderamente pertenecían». En algunas ocasiones, hasta tuvieron la inventiva de enviar a los dueños, fotos trucadas de sus enanos junto a monumentos típicos de distintos países, como si estuvieran de vacaciones. A veces, al tiempo los devolvían.
Pero más allá de las reacciones extremas, ¿cuál es su origen y por qué dicen que se mueven? La verdadera historia de los gnomos de jardín.
En Francia un movimiento «secuestraba» enanos de jardín y le enviaba fotos trucadas a sus dueños mostrándolos de vacaciones por el mundo.
El origen de los gnomos de jardín
Existen datos que sitúan las primeras representaciones de estas figuras en Turquía (en la región de Anatolia), en el siglo XIII. Según se cree, la imagen del gnomo hacía referencia a los pigmeos (hombres que miden alrededor de 1,5 metros) que se reclutaban para que trabajasen en las minas. Para esta labor, usaban grandes sombreros rojos hasta los hombros, con paja dentro, para protegerse de derrumbes o impedir que se les metieras las piedras, y ropas coloridas o llamativas para verse fácilmente entre sí en la oscuridad y no extraviarse. Por eso, los gnomos son un símbolo de laboriosidad y trabajo en equipo.
Pero la variedad de gnomos de jardín tal como se la conoce en la actualidad, surgió en el estado minero de Turingia, en Alemania, en el siglo XIX. Poco a poco, las figuras de los mineros iniciales se fueron ampliando hacia los diferentes oficios. Se los usaba simbólicamente para cuidar las cosechas y los animales, por eso están representados con pala, pico, baldes de agua, faroles (para alumbrarse en la oscuridad), etc. En general, haciendo tareas de campo, con largas barbas blancas, pieles añosas y sombreros puntiagudos rojos.
Aunque ya no sean una moda, los enanos de jardín siguen despertando pasiones.
Primero se esculpían a mano, pero luego, gracias al artesano Philipp Griebel, en 1874, comenzaron las producciones en serie, en el municipio de Gräfenroda: se crearon moldes que se rellenaban con arcilla líquida de alta calidad, se dejaban secar por algunas horas, después se cocinaban en hornos especiales a más de 1000°C para darles resistencia y, por último, se pintaban a mano, con meticulosa precisión y detalle. Esta es la misma técnica de producción que se sigue usando al día de hoy, más de 100 años después, en la tradicional empresa, ahora manejada por su nieto (tras 4 generaciones), Reinhard Griebel. Así, con origen germano, los gnomos de jardín se volvieron una pasión de multitudes y vivieron su época de esplendor en todo el mundo, ganándose un lugar en la TV y en la pantalla grande.
Una escena con gnomos de jardín en la reconocida película francesa, Amélie, (2001).
Las leyendas de los gnomos de jardín
En Alemania, lugar de origen del gnomo de jardín, hoy es un objeto tan querido como resistido, por un ser un símbolo kitsch vinculado a la burguesía. Aún así, son muchos los jardines que exponen su enano de arcilla, heredado tras varias generaciones. En el resto del mundo, su presencia es cada vez menor y parte de ellos es debido a los muchos mitos y leyendas que los rodearon, más allá de los evidentes cambios estéticos en el mundo de la jardinería.
Popularmente se define a los gnomos como seres diminutos, de entre 15 y 20 centímetros, que viven en las profundidades desconocidas de los bosques, son los guardianes de las minas de oro y de plata, tienen poderes mágicos que les permiten tener acceso a cualquier lugar del mundo y viven en armonía con la naturaleza, cuidando de ella. Tienen una especial astucia y son muy amigables, aunque no quieren ser vistos por los humanos. Su piel rugosa y rasgos algo grotescos aluden a una edad que oscile entre los 450 y 500 años, por lo que son muy sabios y conocedores del mundo. Visten ropas de colores vivos y el infaltable bonete de estricto rojo en punta. Y son muchos, millones de ellos.
Inspirados en los trabajadores de las minas, los gnomos de jardín suelen ser representados haciendo alguna labor.
Según la superstición, los enanos del jardín cuidan los hogares, protegen de los ladrones y dan buena suerte. También son usados contra las malas energías al ponerlos como talismanes frente a las casas. Y no faltan quieren juran haberlos vistos moverse durante la noche, aparecer en posiciones diferentes a las que sus dueños los dejaron el día anterior y hasta cambiar o abandonar su lugar.
Y también están quienes, sin otorgarles dotes mágicos, los tienen, los cuidan y los quieren casi como a una mascota. Y quizá, ese sea el mayor poder de los gnomos de jardín, el de atravesar cualquier paso del tiempo y al final, siempre hacerse querer.
Fuente: Clarín