La generación milénial está poniendo a prueba esa teoría, optando por lo que la antropóloga biológica Helen Fisher llama “amor lento”. Los estudios muestran que los milénials están saliendo menos, tienen menos sexo y se casan mucho más tarde que cualquier generación anterior, y la próxima generación parece estar siguiendo sus pasos.
Estos cambios han provocado nerviosismo entre algunos expertos que especulan que la cultura de los encuentros sexuales fugaces, la ansiedad, el tiempo de pantalla, las redes sociales y los padres helicóptero nos han dejado con una generación incapaz de sentir intimidad y compromiso (la revista The Atlantic declaró recientemente que estamos en medio de una “recesión sexual”).
Pero Fisher adopta una visión más generosa y sugiere que todos podríamos aprender algunas lecciones de los milénials sobre los beneficios del amor lento. No es que esta generación esté arruinando el matrimonio, dice. Puede ser que lo valore más.
“Parece que todo el mundo tiene una comprensión muy miope del sexo, el amor y el romance”, explicó Fisher, investigadora sénior del Instituto Kinsey. “Me gustaría que la gente entendiera que, si bien los milénials no se casan todavía, y no están teniendo tanto sexo como mi generación, las razones son buenas”.
La cohorte milénial se define más o menos como aquellas personas que nacieron entre la década de los años ochenta y la primera del nuevo milenio, aunque hay cierto debate sobre estos límites. Debido en parte a su astucia digital, a los milénials ya se les atribuye haber provocado cambios significativos en la forma en que vivimos, trabajamos e interactuamos.
Pero lo que es especialmente interesante es la rapidez con la que la cohorte ha reescrito las reglas para el noviazgo, el sexo y el matrimonio. En 2018, la edad promedio para contraer matrimonio por primera vez era alrededor de los 30 años (29,8 para los hombres y 27,8 para las mujeres). Eso es un retraso de más de cinco años para casarse en comparación con 1980, cuando la media era de 24,7 años para los hombres y 22 para las mujeres.
En un estudio de 2017 publicado en la revista Archives of Sexual Behavior se encontró que muchos milénials más jóvenes, los veinteañeros, no están teniendo relaciones sexuales, y tienen más del doble de probabilidades de ser sexualmente inactivos que la generación anterior. Otro estudio reveló que las parejas estadounidenses de 25 a 34 años pasan un promedio de seis años y medio juntos antes de casarse, en comparación con un promedio de cinco años para todos los demás grupos etarios.
Los críticos dicen que la saturación digital ha hecho que los milénials estén más inquietos, engreídos y aislados socialmente, lo que podría explicar por qué están teniendo menos sexo que las generaciones anteriores. Y cuando los milénials sí tienen relaciones sexuales, a menudo se considera menos significativo porque son encuentros casuales o relaciones sexuales descritas como “amigos con beneficios”.
Fisher, autora de Anatomy of Love: A Natural History of Mating, Marriage, and Why We Stray, ha dedicado su carrera al estudio del amor y las relaciones. Más recientemente ha recopilado datos de más de 30.000 personas relacionados con las tendencias actuales del noviazgo y el matrimonio. Fisher cree que, en lugar de criticar y juzgar a los milénials, tal vez deberíamos considerar más lo que hacen. Es posible, dijo, que los solteros de hoy estén forjando un camino más exitoso hacia el amor duradero que las generaciones anteriores.
“Todos podemos aprender de personas que no quieren perder mucho tiempo haciendo cosas que no van a ninguna parte”, dijo Fisher, coautora de un capítulo sobre “amor lento” en la antología de 2018 The New Psychology of Love, publicada por Cambridge University Press. También señala que las personas que están en una relación durante tres años o más antes de casarse tienen un 39 por ciento menos de probabilidades de divorciarse que las personas que se apresuran a contraer matrimonio. “Este es un período muy prolongado de la etapa previa al compromiso”, dijo Fisher. “Con el amor lento, tal vez para cuando la gente camina hacia el altar sabe a quién tiene a su lado, y piensa que puede quedarse con esa persona”.
Pregúntales a los milénials y te dirán que no hay nada casual en su actitud hacia el sexo, las citas y el romance.
“Tener encuentros informales con alguien no significa que los milénials ahora no valoren el matrimonio”, dice Anne Kat Alexander, quien a los 23 años está en la segunda ola de la generación milénial. “Si acaso, valoran más el matrimonio porque están siendo más previsores al tomar esa decisión”.
Fisher dice que su investigación sugiere que los solteros de hoy buscan aprender tanto como sea posible sobre una pareja potencial antes de invertir tiempo, energía y dinero en el noviazgo. Como resultado, el camino hacia el romance ha cambiado significativamente. Mientras que una “primera cita” solía representar la fase de conocerse de un noviazgo, ahora ir a una cita oficial con alguien viene más tarde en la relación.
Y para algunos solteros, el sexo se ha convertido en la fase para conocerse. En un estudio realizado para Match.com, Fisher encontró que el 34 por ciento de los solteros en una muestra representativa tuvieron relaciones sexuales con alguien antes de la primera cita. Ella lo llama “la entrevista sexual”.
“En mi época salías en una primera cita con alguien que no conocías muy bien, ibas a cenar o al minigolf”, dijo. “La primera cita ha cambiado, pues es costosa y quita tiempo. Ahora tienen una entrevista sexual con una persona para ver si quieren invertir en una primera cita”.
Alexander, que vive en Princeton y se identifica como bisexual, dijo que ella y su pareja quieren terminar de estudiar, comenzar sus carreras y tener una buena situación financiera antes del matrimonio. “Para tener éxito en un matrimonio tienes que ser compatible de muchas maneras distintas”, dice. “El sexo es uno de esos vectores de compatibilidad en los que, según creo, los milénials quieren asegurarse de que también son compatibles”.
Para los milénials, las cuestiones financieras también tienen mucho peso en sus decisiones sobre relaciones. Hablan sobre la carga de la deuda estudiantil y su deseo de encontrar un trabajo significativo en un mercado laboral cada vez más impersonal. Muchos dicen que sus vidas se vieron profundamente afectadas por la crisis financiera de 2008 al ver a sus padres perder negocios, luchar con deudas e incluso divorciarse.
“Cuando conocí a mi prometido por primera vez, le pregunté: ‘¿Cuál es tu calificación crediticia?’”, dijo Lucy Murray, de 24 años. “A largo plazo, si estamos hablando de casarnos, comprar un lugar juntos, con cuentas bancarias conjuntas y autos a nombres del otro, esas son decisiones financieras importantes que estarán permanentemente vinculadas para los dos. Es por eso que pregunto desde un inicio”.
Los problemas financieros siguen influyendo en la relación de la pareja. Recientemente se mudaron a Siracusa desde la ciudad de Nueva York porque los precios de las viviendas son más bajos. También cancelaron sus planes de boda, y eventualmente quizá se casen a escondidas. “Las bodas son caras”, dijo Murray.
Las tendencias que marcaron los milénials parecen continuar en la siguiente generación, a menudo llamada Generación Z. “Es la primera generación en pasar toda su adolescencia en la era del celular”, dijo Jean Twenge, profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego y autora del libro iGen, que describe a los jóvenes de hoy como menos rebeldes, pero también menos felices y no tan preparados para la edad adulta. “Pasan menos tiempo conviviendo en persona, lo que puede ser un motivo por el cual es menos probable que tengan relaciones sexuales entre sí”.
Pero Fisher cree que los solteros de hoy son un buen ejemplo para las generaciones futuras al tener una visión más reflexiva sobre el matrimonio y el compromiso. “El amor es voluble”, dijo Fisher. “Cuanta más estabilidad puedas aportar a esto, más probable es que encuentres algo que realmente funcione y sea a largo plazo”.
Fuente: The New York Times