¿Modifica Instagram la percepción que tienen las adolescentes de sí mismas? ¿Mejora su autoestima? ¿O más bien la baja? Instagram está creciendo en todo el mundo, sobre todo entre público joven, para el cual es una potente y probablemente positiva herramienta de socialización. Pero tiene un doble filo. Catalogada como la peor de las redes sociales para la salud juvenil por la Royal Society of Public Health y la Universidad de Cambridge, empuja a muchos jóvenes a volcarse en una vida digital paralela. Las aplicaciones de retoque fotográfico, como Facetune o RetouchMe alimentan el fenómeno, sobre todo entre las chicas. Nunca ha sido tan fácil modificar la propia selfie para remodelar el rostro y construir una identidad digital idealizada.
La atracción de Instagram es evidente: tiene ya mil millones de usuarios en todo el mundo, 60 de ellos en América Latina. Entre los jóvenes, mientras los chicos prefieren los videojuegos, las redes enganchan más a las chicas. Muchas de ellas estudian cada gesto, cada filtro, cómo quedar más cool en cada foto. “No es extraño que quieran dar otra imagen ya que a esa edad normalmente no se gustan, el problema es cuando confunden ambos mundos. La imagen editada muestra cómo quieren ser y sobre todo cómo les dicta el mercado que deben ser”, opina Jaume Funes, psicólogo, educador y periodista, autor de diversos libros sobre la adolescencia.
Si antes manipular una fotografía era una tarea exclusiva de profesionales, hoy está al alcance de cualquiera. Basta descargar en el smartphone alguna de las aplicaciones disponibles para remodelar rostro y cuerpo. En la mayoría de casos, son gratis para IOS y Android para un servicio básico y pagas para efectos más avanzados. Entre las que más triunfan, AirBrush modifica el tono de piel, blanquea los dientes, elimina arrugas y cicatrices, aumenta la longitud de las piernas o adelgaza cintura. FaceTune es una de las más descargadas; modifica gestos como la sonrisa y, al igual que YouCamp Perfect, tiene herramientas para agrandar los ojos, graduar el brillo del cutis y borrar imperfecciones. Junto a ellas, Beauty Plus, RetouchMe, Camera 360, Perfect365 o Cymera, con más de 130 filtros y 200 tonos de cabello.
Aunque el fenómeno es especialmente intenso entre las adolescentes no es, en absoluto, exclusivo de ellas. También los jóvenes utilizan algunas de estas aplicaciones, como S Photo Editor, que pueden ser utilizadas para añadir abdominales o incluso tatuajes, un efecto que también se puede obtener con una aplicación de nombre explícito: Body Plastic Surgery.
Kylie Jenner es una de las influencers más seguidas en Instagram, y una de las más criticadas por sus retoques.
Respecto a ellas, a juzgar por los retoques más demandados, se llevan los ojos grandes, los labios carnosos, el rostro anguloso, la barbilla fina. Caras asiáticas, a lo “manga style”. Una moda que corrobora el experimento que realizó hace unos meses Rankin, fotógrafo de moda británico. Retrató a 15 adolescentes y les pidió que modificaran sus selfies a su gusto con ayuda digital. Todos quisieron editarlas, con un resultado inquietante, algo así como su propio dibujo animado. Aunque hubo algo esperanzador: “La mayoría de los jóvenes al final prefirieron su imagen original”, ha explicado el fotógrafo.
La psicóloga Maribel Martínez, directora del centro Terapia Breve Sentirse Bien, alerta del riesgo de estas herramientas digitales. “Es muy fácil empezar a retocar tus fotos y muy difícil dejar de hacerlo. El like es un refuerzo positivo que engancha y anima a falsear cada vez más la imagen. Entran en una espiral, cuanto más distorsionan su foto, menos se gustan”. Pueden sufrir dismorfia (percepción errónea del propio físico) y baja su autoestima. “Yo veo casos de menores de edad que ya piensan en qué quieren operarse, aunque aún no puedan hacerlo. Es tremendo”.
Ya no buscan parecerse a una estrella de Hollywood sino a su propia selfie tuneada. Los referentes son más cercanos. Piensan que cualquiera puede convertirse en “microcelebrity” de su grupo si logra suficientes “followers”.
La obsesión por la imagen que lleva al quirófano
Algunas jóvenes se obsesionan con su imagen y piensan en pasar por el quirófano. Para el cirujano plástico y estético Ramón Vila Rovira, la competencia por lucir en la red aumenta las solicitudes de intervenciones a edades tempranas. El problema es que “las selfies alteran las proporciones, deforman los rasgos. Hay chicas que con 13 o 14 años ya quieren retocarse la nariz. Se pasan el día fotografiándose y siempre ven algún defecto que no existe. Naturalmente, les aconsejamos esperar hasta los 18”.
La psiquiatra Teia Plana, coordinadora de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínic descarta que haya más incidencia de anorexia o bulimia por efecto de Instagram, pues se trata de enfermedades multicausales. Lo que sí favorece esos trastornos es el modelo estético excesivamente delgado imperante y larelevancia que se da al físico en la red”.
La imagen sensual de Sol Pérez, una de las modelos más populares de Argentina.
En una etapa vulnerable, de construcción de su identidad, algunas jóvenes interpretan el no recibir un like como un rechazo en grupo; se cuestionan a sí mismas (‘nadie se interesa por mi’) o traspasan límites para gustar más (se desinhiben más que en la vida real). Entran en un bucle obsesivo”, afirma Alex Palau, psicólogo del centro de Salud Mental Infantil y Juvenil del hospital Sant Joan de Déu de Lleida. No es preciso ser adicto para sufrir sus efectos, añade. “En realidad son pocos los casos de adicción, pero muchas las víctimas de presión psicopatológica. A veces reconocen que preferirían que no existiera Instagram”, explica el psicólogo.
Según los expertos, los jóvenes acuden a la consulta cuando falla alguna pieza del puzzle vital: fracaso académico, aislamiento social, mala relación familiar, rasgos ansiosos… “Van de tiendas, se prueban un montón de ropa y no se gustan con nada. Creen que todo el mundo estará pendiente de ellas y de cómo visten. Es un síntoma de que algo no marcha bien”, señala Palau.
Hay usuarias que ya perciben que la red las empuja a preocuparse demasiado por su físico. A menudo tienen dos cuentas: una pública y una privada y reconocen el esfuerzo que les supone cuidar la “de postureo”, pero se sienten obligadas a seguir. En algunos casos desactivan las notificaciones o “desaparecen” en épocas de exámenes para recuperar tiempo y concentración.
¿Cómo pueden ayudar los terapeutas?
«Hay que despertar su espíritu crítico y hacerlos reflexionar: ¿Qué te interesa más: 100 likes o que el amigo con quien estás, cara a cara, se interese por vos? ¿Qué peso tienen las relaciones presenciales? Solo una parte tuya debe ser digital, hay que cuidar el resto: salir con amigos, hacer deporte… Aprender a aceptarse con o sin seguidores y descubrir cualidades que no son las que triunfan en internet. El problema es cuando la única felicidad viene de la red y su vida fuera de ella es un desastre”, apunta Funes. Martínez coincide: “Lo que hacen es exhibir una pseudofelicidad y autoengañarse. Sienten vergüenza de mostrarse como son, porque se parecen poco a la imagen que han difundido de sí mismos. Y se aislan”.
Otro de los fenómenos que potencia la red es la sexualización precoz. Adolescentes que imitan a “sexygrammers” adultas con imagen provocativa. “La mayoría son profundamente infantiles”, señala Alex Palau. Un ejemplo es el debate reciente en torno a la protagonista de Stranger Things, Millie Bobby Brown, a quien W Magazine señaló como una estrella sexy, a sus 14 años, lo que provocó numerosas críticas. Así, además, se potencia los estereotipos de género. Es incongruente, “como que en tiempos del ‘me too’ triunfen las letras del reggaeton”, añade.
Juanita, la hija de Marcelo Tinelli, tiene más de 2 millones de seguidores en Instagram.
Junto a las fotos provocativas, hay otra tendencia entre las instagramers: colgar frases lapidarias. Una respuesta más a la demanda: deben estar bellas y ser trascendentes. Y empoderadas, como respuesta a la reivindicación actual. La confusión está servida. Por contra, algunas usuarias empiezan a apostar por la naturalidad como un valor, contra la exigencia de estar siempre perfectas, que ya les agota. Podría ser un futuro cambio de tendencia sobre lo que se considera éxito en la red.
Pero si hay una situación curiosa en este universo digital es cuando son los propios padres quienes falsean las fotos de sus hijos, como ha sucedido en Estados Unidos, con el objetivo de que los admitieran en universidades de élite. El escándalo saltó a la luz hace unas semanas y afecta a unas cincuenta personas, entre ellas dos actrices, Felicity Huffman y Lori Loughlin. Han sido acusados de utilizar Photoshop para colocar el rostro de sus hijos sobre fotos de atletas con el fin de ser elegidos por los entrenadores de centros como Yale o Georgetown, donde a menudo las capacidades deportivas facilitan el acceso. En los documentos se incluyen conversaciones sobre los deportes que se deben imitar y cómo hacer que las fotos no parezcan falsas.
Fuente: Alicia Jasanada, La Vanguardia, Clarín