El amenazante retorno de los talibanes al poder en Afganistán suscitó, además de indignación y temor por el probable agravamiento de delitos contra los derechos humanos en el país asiático, un interés por profundizar en la historia y la cultura afgana. En redes sociales, lectores, periodistas y escritores de todas las latitudes comparten desde el fin de semana títulos que pueden echar luz sobre un conflicto local que no tardó nada en internacionalizarse. Agregamos algunos a esa lista, entre los que se incluyen novelas, crónicas y ensayos de autores argentinos y de extranjeros que cuentan con traducción al español.
Los talibán. El islam, petróleo y fundamentalismo en el Asia Central (Península), de Ahmed Rashid
Publicado antes del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas por uno de los pocos periodistas y expertos en política exterior que conoció y entrevistó a los líderes talibanes, su libro aún es de lectura imprescindible para entender el conflicto afgano y sus repercusiones en todo el mundo. Rashid explica cómo los talibanes alcanzaron el poder e instrumentaron un régimen de opresión sobre los ciudadanos (las mujeres, sobre todo) y sus vínculos con el tráfico de heroína y el petróleo. “Los que aparecen en mi libro conquistaron Kabul en 1996 y son ahora los líderes del movimiento, los talibanes que vemos en los puestos de poder o en las negociaciones de Doha -advirtió el autor en una entrevista reciente-. Los que están en el campo de batalla, sin embargo, son de una nueva generación mucho más radical, muchos han pasado por la cárcel, otros por Guantánamo… Los jóvenes son más radicales y antioccidentales”.
Tierra y cenizas (Traficantes de Sueños), de Atiq Rahimi
El autor, que nació en Kabul, en 1962, estudió en el Liceo Franco-Afgano kabulí y luego literatura en la Universidad de Kabul. En 1984, la guerra lo obligó a refugiarse en Pakistán, y allí pidió y obtuvo asilo político en Francia. A partir de entonces vive y trabaja en París y se dedica a la realización de documentales y a la escritura. Por su versión cinematográfica de Tierra y cenizas, que también dirigió, recibió un premio en el Festival de Cannes 2004, y por La piedra de la paciencia (de 2009), el prestigioso Premio Goncourt 2008. Tierra y cenizas está ambientada en la guerra afgano-soviética y la protagoniza un anciano, Dastguir, que se dirige con su nieto a una mina de carbón, para comunicar a su hijo que los soviéticos han arrasado la aldea, que todos murieron bajo el bombardeo y que el niño se ha quedado sordo. “Quería mostrar que estos guerreros y héroes son destruidos desde el interior… Quería hablar más de su sufrimiento que de su heroísmo, pues, para mí, la guerra no tiene héroes. Solo tiene víctimas. Igualmente, no quería hablar de la guerra, sino de sus consecuencias. No mostrar la casa bombardeada, sino el rostro de aquel que ve su casa destruida por la guerra”, declaró Rahimi en ocasión del lanzamiento de la novela.
El librero de Kabul (Oceáno), de Åsne Seierstad
Otra novela ambientada durante la intervención soviética en Afganistán, protagonizada por el librero Mohamed Shah Rais (al que la autora llama Sultán Khan), amante de las humanidades, las artes y la poesía de su país. A través de su vida -y las diferentes crisis que atraviesa Afganistán- la autora describe la forma de vivir de los afganos, sus penurias, la falta de derechos de la mujeres y la opresión ejercida por gobiernos teocráticos y autoritarios. Tras cubrir los acontecimientos de la Guerra de Kosovo, la investigadora noruega Seierstad viajó a Afganistán a cubrir la guerra contra los talibanes. Llegó allí en el otoño de 2001 y pasó varios meses en el país tras la caída del régimen. Esto le permitió vivir con la familia de un librero de Kabul que, en una sociedad con alto índice de analfabetismo y censura, se convirtió en transmisora de cultura. La perspectiva de Seierstad -una mujer occidental en una sociedad con leyes restrictivas para las mujeres- hoy se actualiza de modo dramático.
En la tierra de Caín: Viaje al corazón de las tinieblas de Afganistán (Península), de Amador Guallar
“Es un libro escrito con el corazón -dice el periodista y fotógrafo español Amador Guallar a LA NACION-. Un viaje a ninguna parte. La historia de una aventura descabellada en Afganistán que termina como todas las exploraciones de descubrimiento, en este caso periodístico: sueños rotos. Un viaje al lado oscuro de una democracia afgana que nunca fue”. Guallar arribó a Afganistán en 2008 con un contrato precario en una productora audiovisual local de dudosa reputación. Era el “peaje” necesario para emprender la aventura de convertirse en corresponsal de guerra en tierra afgana, donde vivió y escribió por casi diez años. Allí convivió con las tropas estadounidenses, diseñó operaciones de propaganda militar para la OTAN y campañas para la ONU, visitó campos sembrados de minas y fue testigo de atentados. Su testimonio no es solo sobre la guerra sino también sobre un país que por momentos parece estar fuera de la historia (la occidental, al menos), con personajes y paisajes legendarios, invadidos por ejércitos de superpotencias. Publicó su libro en 2019.
Afganistán, Irak: el imperio empantanado (Planeta), de Juan Gelman
El premiado poeta argentino escribió varios artículos para el diario Página 12, luego del atentado a las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, con una mirada crítica sobre la invasión estadounidense a Afganistán. “Los grandes medios norteamericanos suelen afirmar que los talibanes y los señores de la guerra son los beneficiarios del cultivo del opiáceo y que así obstaculizan la marcha de Afganistán ‘hacia la democracia’ -escribía Gelman en 2007-. Lo cierto es que grupos empresariales aliados con el crimen organizado sostienen el narcotráfico y compiten por el control geopolítico y militar de las rutas de las drogas, algo tan estratégico como en el caso del petróleo y de los oleoductos. La CIA, por su parte, ha desarrollado lazos encubiertos con importantes asociaciones de narcotraficantes a las que protege: de esas relaciones sale, por ejemplo, el dinero para los escuadrones de la muerte especializados en decapitar a civiles iraquíes”. Las columnas literario-periodísticas del autor cobran nueva vigencia a la luz de los acontecimientos.
Cometas en el cielo y Mil soles espléndidos (Salamandra), de Khaled Hosseini
“El presidente Biden no respondió la pregunta fundamental. ¿Qué hará Estados Unidos con la inminente crisis humanitaria de Afganistán? ¿Quién protegerá a los hombres, mujeres y niños que quedan atrás?”, tuiteó este lunes el escritor afgano-estadounidense Khaled Hosseini, autor de ambas novelas. Cometas en el cielo narra la amistad y la rivalidad entre dos niños, con el trasfondo de una Kabul floreciente en los años 1970. La novela vendió millones de ejemplares y fue llevada al cine por Marc Forster en 2007. Mil soles espléndidos sigue las vidas de dos mujeres -Mariam y Laila- que, pese las diferencias de edad y de situación social, se vuelven amigas en un entorno hostil para las mujeres. La acción, situada en Herat y Kabul, se extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XX hasta inicios de 2003, cuando las fuerzas estadounidenses derrocan a los talibanes.
Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la guerra de Afganistán (Debate), de Svetlana Alexiévich
Escrito por la premio Nobel de Literatura 2015, este mosaico de voces reúne testimonios de oficiales y soldados, de enfermeras y prostitutas, de madres e hijos que evocan una guerra que costó más de cincuenta mil vidas a la Unión Soviética y que implicó violaciones de mujeres, abusos de poder y otras crueldades en tierra afgana. El resultado es una historia turbadora sobre el retorno de las tropas soviéticas que combatieron en Afganistán en los años 80. “¿De qué se habla a mi alrededor? ¿De qué se escribe? De deberes internacionales y de geopolítica, de intereses soberanos y de las fronteras del sur. Y la gente se lo cree. ¡Se lo creen! Las madres que hace nada se arrodillaban sumidas en la desesperación frente a los ciegos cajones de metal en los que les devolvían a sus hijos, hoy dan discursos en las escuelas y en los museos militares para animar a otros muchachos a ‘cumplir con su deber ante la Patria’. La censura vigila atentamente los reportajes bélicos para que no haya mención alguna de las pérdidas humanas, pregonan que el llamado contingente limitado de las tropas soviéticas está ayudando a un pueblo hermano a construir puentes, carreteras y escuelas, a repartir fertilizantes y harina por los kishlak, y que los médicos soviéticos asisten a las mujeres afganas en sus partos. Los soldados que regresan llevan sus guitarras a las escuelas para cantar aquello que pide hablarse a gritos”, apunta Alexiévich en su cuaderno de notas. Su voz es una más en Los muchachos de zinc.
Afganistán, crónica de una ficción (Debate), de Mónica Bernabé
La periodista española, que fue corresponsal de El Mundo en Afganistán durante casi ocho años, narra la historia reciente del país y sus vivencias. La primera vez que viajó a este país asiático fue en 2000, cuando todavía se hallaba bajo dominio de los talibanes. A su regreso, Bernabé fundó la Asociación por los Derechos Humanos en Afganistán, entidad que presidió durante quince años, y desde entonces mantiene contacto con organizaciones de mujeres afganas. Tras su marcha de Afganistán en 2014, ha regresado al país en diversas ocasiones por lo que ha sido testigo permanente de su evolución. Con el fotógrafo Gervasio Sánchez también ha publicado Mujeres Women: Afganistán, que refleja la situación de las mujeres en ese país.
Las niñas clandestinas de Kabul. La vida oculta de las chicas algunas disfrazadas de muchacho(Capitán Swing), de Jenny Nordberg
Primero, la periodista sueca residente en Estados Unidos Jenny Nordberg publicó una nota en The New York Times, en 2010, sobre la historia de niñas criadas como niños en Kabul. Luego viajó a Afganistán para ampliar la investigación; allí conoció a las gemelas Benafsha y Beheshta, de diez años, que le contaron que su hermano menor, Mehran, era en realidad una niña. A partir de ese episodio, la autora investiga los lazos entre historia, religión, cultura y economía que determinan que las familias afganas eduquen como varones a sus hijas. Entre otras, la autora narra las historias de Azita, la madre de Mehran, de Zahra, una adolescente que lucha contra los intentos de sus padres de convertirla en una niña; de Shukria, casada y madre de tres hijos después de vivir veinte años como “muchacho”; y de Nader y Shahed, que aun en la adultez viven como hombres.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación