“¿Qué es lo que te gustaría hacer cuando se levante la cuarentena?”. Esa fue la consigna, y no había ningún tipo de restricciones para responder. Se podía elegir lo que fuera. Jugar incluso con la idea de lo imposible. También esa era una opción.
“¿Puedo decir que me gustaría ir a un recital y hacer pogo con otras 2000 personas?”, quiso saber uno de los diez entrevistados elegidos por la nación, con la idea de saber cuál era el límite de la propuesta en medio del contexto actual, con las restricciones que impuso el aislamiento social y obligatorio por el nuevo coronavirus, que lleva casi ya dos meses y que se extenderá hasta el 24 próximo. “¿Lo que sea, aunque suene un delirio?”, preguntó otro participante antes de enviar su relato por Whatsapp.
La cuarentena en casa, a esta altura ya nadie lo duda, borró de un plumazo algunos de los hábitos más cotidianos. Desdibujó rutinas, alteró el sueño. Ahora todo sucede en un mismo espacio, en una superposición de actividades y horarios que se repiten de manera monótona día tras día. Incluso, como dice el ensayista y poeta Santiago Kovadloff, hasta eliminamos de nuestro vocabulario ciertas palabras o dejamos de conjugar algunos verbos, como salir, “que dan cuenta de que nuestro cuerpo es libre”.
Tal vez por eso, todas las respuestas a la pregunta inicial giraron sobre la necesidad de recuperar algunas de esas costumbres que resultaban básicas previamente al confinamiento, casi incuestionables, como el gesto de abrazar a alguien o salir de casa para ir a trabajar. Eso es lo que indican los diez entrevistados que participaron en esta nota, que van desde actores, como Juan Minujín y Julieta Cardinali, pasando por el infectólogo y asesor presidencial, Eduardo López, hasta personal de la salud que está en el frente de batalla contra el Covid-19, como la enfermera Silvia Fernández (ver aparte).
“Creo que todos necesitamos devolverle a nuestro cuerpo un protagonismo distinto del que tiene hoy. Un cuerpo que todavía está signado por la sombra de un riesgo, el de la enfermedad, el de la peste, el del miedo. Quisiéramos que nuestro cuerpo vuelva a ganar naturalidad en todo aquello que lo muestra vivo y sano: el afecto, las caminatas, los abrazos de nuestros seres queridos. Gestos y palabras que han perdido potencia, que tuvieron que ser postergados, herrumbrados. Ahora solo nos importa recuperar eso que hemos perdido”, reflexiona Kovadloff.
“Es en el devenir de estos tiempos extraños donde descubrimos que extrañamos la libertad de desear las cosas más elementales –agrega la psicóloga Susana Kuras Mauer–. Un encuentro con amigos, un recreo en el patio del colegio. Con esta cuarentena trasnochada y con fecha vencida, nuestros pedidos se focalizan en la necesidad indiscutible de estar cerca, afectivamente cerca”.
La pregunta formulada remitió a todos a un mismo lugar, aunque los caminos para llegar hayan sido diferentes. ¿Coincidencia? “Es la necesidad de sentir que otra vez podemos dejar de pensar en nuestro cuerpo como un desconocido, que acaso albergue para nosotros una sorpresa ingrata. Las ganas de sentir el aire fresco del otoño, de ver a la gente en la calle. Como una reconquista, como un bien supremo que la vida nos devuelve con su propia normalidad”, concluye Kovadloff.
Fuente: La Nación