Fue una boda tan inolvidable que, cinco décadas después, todavía perdura en la memoria colectiva. Pero, sobre todo, fue la boda que mejor simbolizó el estilo de los 70. Mick Jagger –líder de los Stones– y Bianca Pérez-Mora Macías –socialité nicaragüense– se casaron el 12 de mayo de 1971 en Saint Tropez, rodeados de estrellas de rock y de una multitud que no quería perderse detalle. Y ese casamiento marcó un punto de quiebre en la carrera y en la percepción que la gente tenía del músico y de los Rolling Stones.
Es que, aunque ella no era ni remotamente famosa como él, representaba el glamour y esa vida dorada del jet set que le imprimía a Mick –y por consecuencia al grupo– cierto lustre aristocrático: Bianca le dio al rock el status definitivo que necesitaba para ser aceptado por la alta sociedad. La revista Oz lo sintetizó así en aquel momento: “El mito Jagger, epítome de toda la protesta a todos los niveles durante casi una década, ha reventado finalmente al descorcharse el champagne”.
LOS NOVIOS
Se conocieron apenas nueve meses antes, en París: el flechazo tuvo lugar el 21 de septiembre de 1970, durante una fiesta posterior a un show de los Stones, en el hotel George V. Muchos creen que el encuentro no fue casual, porque el manager de Mick, Ahmet Ertegün, estaba buscándole una novia “adecuada”. En cualquier caso, el coqueteo comenzó rápido y, cuando ella quedó embarazada, decidieron casarse. “La idea del matrimonio me asustaba”, contó Bianca en la biografía de Philip Norman. “El burgués es Mick. Fue él quien insistió en que nos casáramos como es debido”.
Y, aunque el “como es debido” resultó un evento desbordado de prensa y público –casi tienen que sacarlos en andas de la iglesia–, el plan inicial era el de una boda clásica e íntima. Pero el secreto duró hasta que vieron al músico retirando dos anillos de una joyería parisina.
Si en verano Saint Tropez ya era la meca de los paparazzi, la presencia de las estrellas de rock revolucionó la pequeña localidad de playa. El 7, en un avión charteado por Jagger, llegaron a la Costa Azul: Paul McCartney, Ringo Starr, Eric Clapton, Ronnie Wood y sus respectivas familias. Pero, aun con todo listo, cuando llegó el 12, la boda estuvo a punto de no celebrarse. Bianca se enteró ese mismo día de que el contrato matrimonial francés exigía especificar si, en caso de ruptura, los bienes de la pareja se tratarían juntos o por separado, y se enfureció por tener que tomar esa decisión horas antes de dar el sí. Finalmente, accedió a firmar el régimen de separación de bienes, y los novios partieron hacia el ayuntamiento donde los esperaba el alcalde para casarlos.
“SÍ, QUIERO”
En el mismo momento en que Bianca salió del juzgado, vestida con una falda marfil de Yves Saint Laurent y chaqueta smoking a juego sobre la piel y una gran pamela con velo como único accesorio, su traje de novia se convirtió en uno de los más imitados. Embarazada de cuatro meses, estaba radiante con ese look que ocultaba discretamente su pancita, tan diferente a los que las novias solían usar en esa época y que hoy sigue inspirando a las menos convencionales (la actriz Emily Ratajkowski lució un look parecido en su boda civil en 2018 y la socialité británica Millie Mackintosh se inspiró en Bianca para el segundo outfit de su boda). El novio no se quedó atrás: marcó tendencia con un traje de tres piezas color verde claro diseñado por Tommy Nutter y una camisa floreada desabrochada.
Desde ya, el grupo que formaban los recién casados, padrinos, testigos e invitados era un imán para los fotógrafos. El director de cine Roger Vadim, ex marido de Brigitte Bardot, ofició de padrino, y Nathalie Delon –a la que Alain Delon acababa de dejar por Mireille Dar– de madrina. Keith Richards, vestido con una chaqueta militar de la Segunda Guerra, se sumó al resto de los astros del rock y quedó a cargo de ponerle swing y excesos a la jornada.
Tras el civil, estaba planeada una ceremonia religiosa en la iglesia de Santa Ana. Al llegar, los mismísimos novios tuvieron que golpear la puerta para que les abrieran, porque el sacerdote la había cerrado para evitar que entraran los fotógrafos. Sonó la marcha nupcial de Bach, el tema de la película Love Story, y al salir, los invitados tuvieron que formar una “barrera humana” para que Mick y Bianca pudieran avanzar por las calles atestadas de fanáticos hasta el Café des Arts, donde tuvo lugar la recepción. Después, la fiesta continuó hasta bien entrada la noche en el Hotel Byblos –cerrado para la ocasión–, donde se agregaron más figuras, como Julie Christie y Brigitte Bardot. Una vez en el hotel, Bianca cambió de ropa: bellísima y sofisticada, con un turbante enjoyado que llamaba más la atención que su traje de novia. Algunos sostienen que se retiró pronto de la fiesta a la Honeymoon Suite a descansar para su luna de miel (un crucero de diez días por las costas de Francia e Italia), mientras su flamante marido cantaba sobre el escenario y Keith Richards caía desmayado al piso. Con todo, la boda pasó a la historia como una de las más divertidas.
LA HEREDERA & EL DIVORCIO
Bianca quería dar a luz en París, así que se instaló en el Hotel de la Rue des Beaux Arts –actual L’Hotel–, y esa sería la primera de muchas separaciones. Jade Sheena Jezabel nació el 21 de octubre de 1971 y, para sorpresa de varios, Mick sería un padre dedicado, que le daba la mamadera y le cambiaba los pañales. Lo que pocos sabían es que había tenido una hija un año antes, Karis, fruto de su relación con Marsha Hunt. Él le ocultó a Bianca la existencia de Karis todo lo que pudo y, cuando finalmente ella se enteró, fingió que no le importaba. Aun en medio de tantas crisis, los Jagger mantenían algunos momentos de unión. Como cuando en diciembre del 72 un terremoto destruyó Managua, la ciudad natal de Bianca, y en pocas semanas Mick se ocupó de llenar un avión con medicamentos para mandarlo a Nicaragua y de organizar un concierto de los Stones a beneficio de los damnificados (ese gesto todavía no era habitual en el rock). Recaudaron 350 mil dólares y él agregó 150 mil de su bolsillo. Hacia 1975 vivían casi separados: ella en Londres, él en Nueva York.
En mayo de 1978, Bianca pidió el divorcio, que le sería otorgado un año después, tras un doloroso proceso (antes, Mike canceló las cuentas corrientes que ella tenía en peluquerías y tiendas, sacó los muebles de la casa de Cheyne Walk y metió en cajas toda la ropa de Bianca, que permaneció durante diez años en un storage de Londres).
Los abogados de ella intentaron invalidar el acuerdo prenupcial francés y batallaron para llevar el litigio a Estados Unidos, donde las leyes favorecían más a Bianca (no lo lograron y el divorcio se tramitó en tribunales británicos). Si bien el acuerdo nunca se hizo público –se habló de un millón de dólares de la época– Jerry Hall, la segunda mujer del astro, dijo después que era casi toda la fortuna que Mick tenía en ese momento. Se sabe que, pese al paso del tiempo, él guarda cierto resentimiento hacia ella y que no le gusta que siga usando su apellido. Pero a su manera, Bianca le fue leal: nunca escribió sus memorias, jamás dio detalles sobre su vida en común salvo algunas declaraciones altisonantes (“mi matrimonio acabó el mismo día de mi boda”), y tampoco le puso obstáculos a su vínculo con Jade. Después, ella se convertiría en estrella rutilante del Studio 54 y, años más tarde, en defensora de numerosas causas sociales y medioambientales. Y aunque se le adjudicaron romances con Ryan O’Neal, Elliot Gould y Helmut Berger, entre otros, Bianca nunca volvió a casarse ni a tener hijos, y vive dedicada a su militancia humanitaria y a sus tres nietos. Mick, en cambio, tuvo ocho hijos con cinco mujeres diferentes, tiene cinco nietos, y hasta un bisnieto que es dos años mayor que su hijo menor.