Leonardo fue uno de los talentos más importantes que dio la humanidad, un polímata, una persona que sabe de todo y en profundidad. Entre sus prolífica obra, las más famosas son «La Gioconda» y «La última cena».
Es imposible etiquetar a Leonardo Da Vinci. En sus 67 años de vida fue tantas cosas que cualquier palabra para definirlo resultaría insuficiente. Este florentino del siglo XV fue pintor, arquitecto, anatomista, botánico, escritor, escultor, filósofo, urbanista, músico y múltiple inventor. Fue un hombre polifacético y avanzado para su tiempo. Un distinto.
Italiano, nacido en 1452 en la villa toscana de Vinci y fallecido en el castillo de Amboise, en el Valle del Loira, Francia, en 1519, este año se celebra el quinto centenario de la muerte del maestro del Renacimiento, uno de los hombres con más talento de toda la historia de la humanidad. Para conmemorar su prodigiosa vida, museos de todo el mundo (Louvre, Queen’s Gallery, Buckingham Palace, el Castillo Sforzesco, en Milan; la Galería de los Uffizzi, en Florencia, entre otros) organizan exposiciones especiales para recordarlo.
El último suspiro. El cuadro «La muerte de Leonardo Da Vinci» pertenece al francés Jean Dominique Ingres, quien lo pintó en 1818. En el lecho de muerte yace Leonardo en los brazos del Rey de Francia Francisco I.
A las tres y media de la tarde del 2 de mayo de 1519, con el Rey Francisco I a su lado, su discípulo Francesco Melzi y Maturina, la ama de llaves, como testigos, Leonardo Da Vinci exhala su último suspiro, muriendo consecuencia de un nuevo y último ataque de apoplejía.
Los ojos abiertos se dirigen hacia ella, a su amada anónima, su Lisa. Colgando desde la pared opuesta al lecho, estaba La Gioconda, que deja escapar imperceptibles lágrimas que solamente ella y el Maestro pueden ver y sentir.
Los detalles sobre los últimos instantes de vida provienen del cordobés Alberto Marengo, la persona que más sabe de Leonardo en el país, el único que recorre escuelas e instituciones argentinas para enseñar, gratis, sobre el genio del Renacimiento: este jueves se presentará en la Alianza y Familia Siciliana de Paraná, el viernes en la Dante Allighieri y el sábado en la Alianza Francesa, ambas de San Juan, y el domingo en el Restaurante Goulú, de Córdoba capital.
«Inexplicablemente Leonardo no tiene marketing, sí es reconocido, pero nadie sabe de su vida. No entiendo cómo o por qué Da Vinci no es un tema recurrente en materias artísticas; los pibes no tienen idea de quién es, por eso yo me atribuyo esa responsabilidad ¿A qué se debe? Probablemente a que Da Vinci no era querido por el Vaticano, que sin duda prefería a Miguel Angel, que pintó la Capilla Sixtina«, se ofusca Marengo, natural de Villa General Belgrano, donde tiene una biblioteca de anticuarios: «Leonardo rechazaba a los representantes de Dios en la Tierra. Nunca quiso saber nada con curas ni papas; Leonardo era descendiente de los cátaros».
Alberto Marengo, el «sabio» de la vida de Leonardo. Así, con este atuendo, se presenta cuando realiza las charlas temáticas sobre el genio del Renacimiento. Crédito: Cecilia Vallejo.
Apasionado de la vida su admirado artista, Marengo tira munición pesada sobre Da Vinci. Es una ametralladora. Dice que era disléxico, obsesivo, juguetón, pobre, zurdo, vegetariano y bisexual. «Habría sido moderno en estos tiempos, porque la Florencia del siglo XV era un lugar muy tolerante», puntualiza este itinerante, que enfatiza en la sabiduría del autor de La Gioconda y La última cena, la cual lo dejaba insatisfecho. «Tenía un toc que era saberlo todo, y como no lo conseguía se frustraba. No se deprimía, era bipolar, tenia constantes cambios de humor y si algo lo hacía enojar, estallaba en cólera».
Leonardo no heredó el espíritu conquistador de su padre Piero Fruosino, probablemente porque él fue el fruto de «una aventura entre un pirata que nunca lo reconoció y una chiquilina de quince muy enamorada. A Piero, que era un notario millonario, padre de otros doce hijos, jamás le importó Leonardo. Quizás, la falta de un modelo, de un faro, lo llevó a Da Vinci a tener una vida sentimental desordenada… Ha tenido muchos amantes, entre ellos, dos de sus discípulos, Salai y Francesco Melzi».
Para la época, repasa Marengo, «ser homosexual era algo terrible. La Ufficiali di Notte (Oficiales de la Noche), una corte especializada en juzgar delitos contra la moral, iba a la caza de los gays, que justamente se veían forzados a reunirse en la clandestinidad y a menudo se protegían con la oscuridad de la noche».
Leonardo fue perseguido y detenido durante tres meses por la Santa Inquisición y acusado de sodomía y por practicar la prostitución. «Tenía veintipico de años, al muchacho le gustaba mucho la joda», sonríe por la informalidad, y secretea: «Después de la denuncia que le hicieron por sodomía se hizo célibe. Nunca más práctico sexo con nadie. Ni hombre ni mujer«.
¿Padeció Da Vinci esa «abstinencia»? Esto escribió el propio Leonardo: «Los órganos que intervienen en la cópula son tan feos, que si no fuera por los impulsos y los rostros de quienes la practican, la humanidad se hubiera extinguido.»
El amor de su vida. «La Gioconda», que descubre la pasión que sintió por Lisa Girardini, se encuentra en el Museo del Louvre, en París. EFE
Sin embargo, subraya Marengo, Da Vinci fue cautivado por una mujer que precede la realización de su obra magna: La Gioconda. «Un importante comerciante de sedas llamado Francesco Giocondo le propone a Leonardo que retrate a su esposa Lisa Gerardini, una mujer hermosísima, de cuerpo exuberante, que posa para Leonardo, quien le pregunta a Francesco si la puede pintar desnuda, propuesta que ofusca a Giocondo. Entonces Da Vinci acepta pintarla vestida pero demora en terminarla, debido a que sentía un profundo sentimiento hacia ella y entendía que terminar el cuadro sería dejar de verla. Francesco Giocondo sospechó algo raro, le pidió a Leonardo que no continuara, se pelearon y Leonardo se quedó con ese cuadro hasta sus últimos días. La Gioconda fue la única mujer en los pensamientos de Leonardo«.
A propósito de «La Gioconda», Marengo precisa que hasta el año 1911 estuvo casi ignorada, o se trataba de una obra más. «Pero a partir de ese año cobró relevancia mundial luego de ser robada del Louvre por Vincenzo Peruggia. Fueron dos años y 111 días de incredulidad y vergüenza, ya que el paradero de la Mona Lisa fue un absoluto misterio».
Ni Superman, ni Batman, tampoco El Hombre Araña o El Zorro, mucho menos Maradona ni Messi… Para Marengo, de 56 años, su verdadero superhéroe fue Leonardo Da Vinci, el ídolo desde que tiene siete años. ¿El top-5 de las mejores obras de Marengo? «La Gioconda, La última cena, El bautismo de Cristo, La virgen de las rocas y Salvator Mundi», enumera.
«Tenía cuatro años -hace memoria- cuando en casa de mis abuelos, en Porteña -pueblo del nordeste de Córdoba- descubrí un libro al que siempre recurría… vaya a saber por qué. Iba a la biblioteca, arrimaba un banquito y agarraba el preciado libro de Da Vinci… y me pasaba horas mirando esas figuras fascinantes». Marengo sólo desea popularizar a su paradigma, quien fue con el que aprendió a leer antes de entrar a primer grado.
Marengo describe el look de Leonardo. «Medía 1.78, pelo largo, enrulado y rubio, ojos verdes. Era una rara avis para la época. Aistocrático, bello, fino y sofisticado», describe puntilloso. Foto: Daniel Cáceres.
Medía 1.78, pesaba 82 kilos, cabello largo, enrulado y rubio, ojos celestes. «Con los años, se dejó una barba que le llegaba a la mitad del pecho. Leonardo era una rara avis para la época. Look aristocrático, bello, fino y sofisticado. Vestía de forma muy vistosa, una capa rosada de terciopelo… era excesivamente coqueto y utilizaba muchos anillos y camafeos que hacía él gracias a su oficio de orfebre, además de calzados de cuero de animales que se hacía traer de Turquía», revela su fan argentino.
Como persona, Marengo remarca que Leonardo lo compartía todo, ayudaba a cualquier amigo, pobre o rico. «En sus cuadernos dejó entrever su crítica a los que sólo pretendían el enriquecimiento material por sobre el afán de estudiar y aprender, probablemente porque tenía serios problemas económicos. No terminaba los trabajos. No los cobraba y siempre le faltaba guita. Toda su vida vivió endeudado».
¿Qué hay de los rumores de rivalidad con Miguel Angel, el otro prócer del arte italiano? «La relación personal no era nada buena, se celaban sin piedad, se puteaban cuando se cruzaban, y seguramente se deben haber ido a las manos. Pero Leonardo, que era 23 años mayor, era un tipo de buena madera, mientras que Miguel Angel era jodido pero gozaba de mejor imagen para la Iglesia». Y, tironeado por su fanatismo, Marengo desliza: «Se tenían muchísimo respeto y admiración, pero para mí a Leonardo no le llegaba ni a los talones».
Fuente: Clarín