● La microbiota intestinal, que es el conjunto de bacterias, levaduras, hongos, virus y otros microorganismos que se alojan en el intestino, cumple un rol clave para nuestra salud.
● El artículo científico establece que la alimentación y los hábitos de la persona gestante, la posibilidad del bebé de recibir leche humana y el tipo y calidad de alimentación complementaria a partir de los seis meses de vida, son determinantes para la configuración de una microbiota intestinal saludable.
● Los primeros 1000 días son una ventana de oportunidad para desarrollar una adecuada microbiota intestinal,[2] la programación y maduración inmunológica y la prevención de enfermedades crónicas.[3]
● Este 27 de junio se conmemora el Día Mundial del Microbioma o Microbiota, una oportunidad para concientizar sobre la importancia de este tema para el desarrollo óptimo en todas las etapas de la vida.
Durante toda la vida, nuestros hábitos alimenticios son uno de los elementos fundamentales que van condicionando el funcionamiento de nuestro organismo, nuestro potencial de desarrollo y salud en general. El tipo de alimentación que llevamos durante nuestros primeros años de vida es clave en la formación de nuestra microbiota intestinal, que es el conjunto de bacterias, levaduras, hongos, virus y otros microorganismos que se alojan en el intestino, y que cumple un rol clave para nuestra salud.
Destacados profesionales de la salud elaboraron un artículo que fue publicado recientemente en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría sobre la importancia de desarrollar una microbiota intestinal saludable desde el embarazo de la persona gestante, pasando por los primeros días de vida y hasta una etapa de posterior crecimiento. De toda la revisión sobre lo que se conoce al respecto hasta ahora, se destacan los siguientes aspectos desarrollados en el trabajo:
1. Los primeros 1000 días:la etapa que va desde la concepción hasta los 2 años de vida constituye una inmejorable ventana de oportunidad para el desarrollo de una microbiota intestinal saludable[4].
“Este período es crucial para la programación inmunológica, la maduración y la prevención de enfermedades crónicas a futuro. Una microbiota saludable ayuda a regular la respuesta inmune y contribuye a proteger al individuo contra infecciones y enfermedades”, expresó Gabriel Vinderola, Doctor en Química, investigador principal del Instituto de Lactología Industrial (CONICET-UNL), docente de la Universidad Nacional del Litoral y uno de los autores del artículo.
2. Alimentación durante el embarazo: posee un gran impacto en la microbiota intestinal del bebé[5]. “Una alimentación adecuada, junto con la realización regular de actividad física, evitando la ingesta de alcohol y la autoprescripción de psicofármacos, son medidas que promueven un mejor desarrollo fetal[6]. Los recién nacidos de madres con sobrepeso tienen una menor diversidad microbiana y una composición diferente de la microbiota en comparación con los recién nacidos de madres de peso saludable”, agregó el Dr. Vinderola.
3. Diferencias según el tipo de parto: La composición de la microbiota difiere entre los bebés nacidos por parto vaginal y aquellos nacidos por cesárea[7]. Los primeros ingieren lactobacilos vaginales saludables para fortalecer el desarrollo de la inmunidad del bebé, lo que ocurre en menor medida en el otro grupo.
“Cuando la cesárea tiene indicación médica, es indiscutible su necesidad. Sin embargo, el creciente número de cesáreas nos invita a poner en valor los beneficios del parto natural, siendo uno de ellos el pasaje por el canal de parto, que constituye la colonización por bacterias vaginales en el tracto digestivo del recién nacido”, puntualizó el Dr. Omar Tabacco, pediatra, ex Presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y coautor del mencionado artículo.
4. Hora sagrada: inmediatamente luego del nacimiento, existe un período temprano ‘sensible’ durante el cual el contacto estrecho entre la madre y el recién nacido sano puede inducir efectos positivos a largo plazo en la interacción madre-hijo[8]. El contacto piel a piel entre la madre y su hijo contribuye a estabilizar la respiración, la oxigenación, la temperatura y presión arterial del bebé, mantiene sus niveles de glucemia, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, incrementa el estado de alerta tranquila y promueve el inicio precoz de la lactancia materna.[9]
“Existe evidencia de que el momento del inicio temprano de la lactancia, idealmente dentro de esa primera hora de vida (hora sagrada), es determinante para su continuidad y la reducción del riesgo de mortalidad[10], por lo que es pertinente promoverla”, subrayó el Dr. Tabacco.
5. Leche materna: es fundamental para la nutrición del bebé y es determinante para establecer una microbiota intestinal óptima por su aporte de compuestos benéficos como las bifidobacterias y los oligosacáridos.[11],[12],[13] Reduce la incidencia de infecciones y el riesgo de desarrollar enfermedades inflamatorias.[14]
6. Seis meses de lactancia exclusiva: este es un objetivo deseable y alcanzable; se debe trabajar para lograrlo. De todos modos, cuando no es posible, la lactancia materna exclusiva durante períodos más breves también resulta valiosa.[15] Estudios indican que la leche materna contiene más de 200 especies bacterianas, aportando más del 30% de las bacterias de la microbiota del bebé.[16]
“La leche materna es el estándar de oro para el desarrollo de los bebés y niños pequeños y todos como sociedad debemos trabajar para que cada madre pueda amamantar a su hijo durante los primeros 6 meses y en forma complementada durante el tiempo que lo desee”, sostuvo el Dr. Tabacco.
7. Alimentación complementaria: A partir de los 6 meses de vida, los requerimientos nutricionales comienzan a ser superiores a los aportados por la leche humana o una fórmula infantil, por lo que se hace necesario el inicio de la alimentación complementaria. Dada la incertidumbre sobre los riesgos y potenciales beneficios de iniciarla a los 4 meses, se recomienda mantener la lactancia exclusiva hasta los 6 meses[17] y recién ahí, en diálogo con el pediatra, incorporar otros alimentos.
“Luego de la lactancia materna, la siguiente gran influencia sobre el desarrollo de la microbiota es la alimentación complementaria. Aquí cumple un rol crítico la calidad de los alimentos que se van incorporando”, aclaró el Dr. Vinderola.
Una alimentación rica en fibras (frutas, verduras, cereales integrales) y baja en grasas saturadas promueve una microbiota más diversa y abundante, con mayor producción de ácidos grasos de cadena corta, en la que predominan microorganismos adaptados a obtener energía y nutrientes de las fibras.[18]
8. No a la leche de vaca hasta el año:la Organización Mundial de la Salud (OMS)[19], UNICEF[20] y el Ministerio de Salud de la Nación Argentina[21] recomiendan no ofrecer leche de vaca a los niños menores de 1 año. Los lactantes alimentados con leche presentan una baja ingesta de hierro, ácido linoleico y vitamina E, y una ingesta excesiva de sodio, potasio y proteínas.[22]
Tal como explicó el Dr. Tabacco, la leche de vaca, de otros mamíferos o las bebidas vegetales “no se deben ofrecer antes del año de vida debido al exceso y déficit de ciertos nutrientes. Además, dado que el contenido de oligosacáridos de la leche de vaca es significativamente menor y distinta su composición respecto de la leche humana, es probable que su consumo genere una microbiota diferente a la generada por la leche humana, y muy probablemente menos funcional”.
En este contexto, y ante la imposibilidad de la mamá para amamantar, existen leches de fórmula que contienen los nutrientes adecuados para la correcta alimentación del niño.
9. Bióticos en fórmulas infantiles:Si bien la composición microbiológica y fisicoquímica, y el dinamismo en la sucesión de nutrientes y microorganismos, de la leche materna es imposible de reproducir en una fórmula, en los últimos 30 años se avanzó en el desarrollo de compuestos bioactivos (los probióticos, prebióticos, sinbióticos y postbióticos) capaces de otorgar algunas de las funcionalidades de la leche materna.
Los probióticos son microorganismos vivos capaces de conferir un efecto benéfico cuando se administran en cantidades adecuadas.[23] Los prebióticos son ingredientes selectivamente fermentados por la microbiota del huésped.[24] La combinación de probióticos y prebióticos se denomina sinbióticos[25], mientras que los postbióticos son preparaciones de microorganismos inanimados y/o sus componentes celulares que confieren un efecto benéfico en la salud.[26]
También se han logrado sintetizar, o producir por fermentación microbiana, algunos de los oligosacáridos de la leche materna para ser adicionados a algunas fórmulas.[27] Se espera que la complejidad de las fórmulas siga aumentando a medida que se conozca mejor cómo modular la microbiota intestinal mediante probióticos, prebióticos, sinbióticos y postbióticos.
Actualmente, algunos bióticos se encuentran en fórmulas para bebés sanos y, también, en aquellas especialmente diseñadas para bebés y niños con trastornos digestivos funcionales, como cólicos, regurgitación o constipación, o patologías como la alergia a la proteína de la leche de vaca, entre otras (estas ‘leches medicamentosas’ deben ser indicadas por el profesional de la salud y su cobertura está garantizada al 100% por la ley N° 27.305).
10. Beneficios a largo plazo: “Tener una microbiota saludable, con el paso de los años, contribuye a una digestión más eficiente y a una mejor absorción de nutrientes. También puede ayudar a prevenir trastornos digestivos funcionales, el síndrome del intestino irritable, el estreñimiento o condiciones más complejas como la enfermedad inflamatoria intestinal[28]”, concluyó el Dr. Vinderola.