Un argentino en Italia: Reserva Bessa, vida en la naturaleza

Por Javier Aringoli, desde Italia, especial para Diariodecultura.com.ar

Esta vez he decidido montar en mi bicicleta y conocer la reserva natural Bessa. Ubicada cerca de una pequeña localidad de Italia llamada Borriana.

Seguramente saben, vivo en la ciudad de Biella, en el norte de Italia. Aquí lo que sobra es naturaleza, mires por donde mires. A ocho kilómetros de Biella, en dirección oeste, encontramos la localidad de Borriana, un pequeño pueblo cuyo atractivo, es ser parte de unas de las reservas naturales más grande de Europa. Hablamos de la reserva natural Bessa.

Bessa, se extiende dentro de un gran territorio comprendido por las localidades de Borriana, Cerrione, Mongrando y Zubiena, en la región del Piemonte. Antiguamente era una zona minera romana, explotada durante los siglos II y I A.C., para la extracción de oro. Al costado derecho de Bessa encontramos el torrente Elvo y el torrente Oremo, dos corrientes de agua producto del deshielo de los Alpes, que justo allí en Borriana, se unen, para luego más adelante, confluir juntos en el Río Sesia.

Estos dos torrentes le dan vida a una exquisita variedad de vegetación, haciendo de la reserva Bessa un perfecto lugar donde encontrar reposo, y una excelente opción, para refrescarte en los calurosos días de verano. No solo puedes pasar una bella jornada a las orillas del torrente Elvo, sino también, y esto, para los amantes del senderismo y el ciclismo, en la reserva Bessa, existen senderos y caminos que recorren todo su territorio de una punta a la otra. Lagos, cuevas, árboles, todo en un mismo sitio.

Partiendo desde Biella, en bicicleta son aproximadamente treinta minutos de viaje. En auto o bus serán unos quince minutos. La mayoría de las rutas aquí en Italia están preparadas para los ciclistas, haciendo de esta forma, mucho más cómodo el viaje entre pueblo y pueblo, cuando estos están cerca.

Ahora mismo hagamos juntos este viaje. Subes a tu bicicleta imaginaria. Notas como lentamente te pierdes entre las palabras que vas leyendo, imagina que estas, son el camino. De pronto, comienzas a sentir la suave brisa del aire de verano rozando la piel de tu cara. El sol que se alza a lo lejos se va colando entre los árboles acompañándote en el viaje. Puedes respirar el aire fresco del campo abierto. El aroma de las pasturas te va transportando a un lugar de paz, de calma. Ese color, parecido al oro, que se crea cuando el sol baña los campos de trigo, invade tus ojos.

Comienzas a distinguir sonidos nuevos, que no oyes a diario en la ciudad. El motor de un tractor, la máquina que levanta la cosecha, cientos de cantos de pájaros. Sonidos que te resultan desconocidos, pero que están allí, que siempre vivieron ahí afuera, solo que tú, tal vez, no estabas acostumbrado a escuchar. Te vas perdiendo por el camino, un poco en línea recta, otro poco a la derecha, luego a la izquierda, tal como si iras meciéndote sobre olas de campo y tierra. De pronto, cuando levantas la vista de la ruta, comienzas a divisar frente a ti el sendero que te lleva a Borriana. Una única calle, con sus casas a ambos costados. Grandes, pequeñas, colores claros, de verano. La tranquilidad reina el lugar, y tu andar, aunque es invadido por el pueblo no llega a perturbarse. La naturaleza sigue a tu alrededor casi sin alterarse. Es como una especie lienzo perfectamente dibujado, donde se combina la civilización con la inmensidad de la llanura. Pasas por el pequeño centro de Borriana, pero no te detienes allí, justo a esa hora todos sus habitantes, o la gran mayoría, te esperan a las orillas del torrente Elvo. Cruzas el centro y al cabo de unos metros, giras a tu derecha, luego a la izquierda y de pronto, te das cuenta que confluyes sobre un camino que, coronado de árboles que se extienden hasta el cielo, forman un maravilloso túnel natural. Te dejas llevar y al final de aquel túnel la naturaleza y el agua se abren ante ti. Has llegado a la reserva natural de Bessa.

Primero decides dejar tu bicicleta debajo de un árbol y sentarte al costado del agua con tus pies sumergidos en ella. Sientes como el agua fluye entre tus dedos acariciando suavemente tu piel y refrescándote después del viaje. Oyes el sonido del agua recorrer todo tu cuerpo. Te liberas del estrés, de las preocupaciones, te olvidas del tiempo por unos minutos. Es en aquellos momentos cuando descubrimos que la vida es pequeña como esas cosas que la hacen ser. Su esencia, nuestra esencia, esta conectada a cada partícula que forma esta tierra. Podemos crear muros, conectividad, pero nada puede ser más grande que todo aquello que tienes allí afuera. Luego, secas tu piel, cruzas el puente que tienes frente ti y te sumerges por los senderos que te llevan a recorrer el interior de la reserva. Vas observando la vida aparecer frente a tus ojos en cada momento. La disfrutas, la sientes.

La reserva se extiende dentro de unos 4,400 metros cuadrados. Teniendo cerca de diez kilómetros de sendero para que puedas recorrer por dentro y en sus alrededores. Se puede llegar desde varios lugares donde te encuentres. En auto y hasta en bus. Así que te invito si vives cerca de este lugar como yo, o decides venir en verano a visitar el norte de Italia. Es uno de los lugares que recomiendo para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad del campo.

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JAVIER ENRIQUE ARINGOLI: Escritor- Profesor de Yoga- Coach ontológico y mindfulness. Actualmente reside en la ciudad de Biella, Piemonte, Italia.

Blog: javieraringoli.blogspot.com

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