Como en muchas otras oportunidades destacamos en este espacio las bellezas de Rio de Janeiro y sus zonas cercanas. Resulta es casi imposible visitar «Paraty” y no apasionarse. Es una pequeña ciudad rodeada de montañas en la Costa Verde de Brasil, entre Río de Janeiro y San Pablo, ubicada en el extremo sur de la bahía de la “Ilha Grande”, a los pies de la “Sierra da Bocaina” y es, naturalmente, una ciudad encantada por su bahía repleta de islas.
Cerca está la simpática “Vila da Trindade”, un minúsculo poblado tranquilo, rústico y simple, donde se preserva muy bien la naturaleza con árboles nativos, una diversidad de fauna abundante y cascadas en medio de una mata atlántica casi impenetrable.
En esta villa existe poca infraestructura, una escasa propuesta gastronómica y una importante variedad de campings, expandidos por las playas aledañas de fácil acceso.
Las playas más próximas son: “Praia do Cepilho”, “Praia de Fora”, “Praia dos Ranchos” y en “Praia do Meio” y, más distante, se encuentra la “Piscina Natural do Cachadaço”.
Llegar hasta allí lleva, aproximadamente, una hora de caminata en medio de un paisaje de fácil tránsito. Podemos decir que “Trindade”, es el destino turístico para quienes dejan el lujo y el confort para tener un contacto directo con el ecosistema.
En cambio “Paraty”, con las puertas y ventanas coloridas de sus caserones coloniales, cautiva a sus visitantes ya que los tonos intensos se combinan con los diferentes verdes de la mata atlántica que rodea la ciudad enmarcada por el mar.
“Paraty”, es el destino a elegir si su pretensión es transportarse como en un sueño a la época colonial.
Es un lugar seductor, con un toque espectacular dado por las sierras. Una ciudad fundada allá por 1667 en la base del “Morro do Forte” que tuvo un desarrollo promisorio entre los siglos XVIII y XIX, por ser uno de los puestos comerciales en el medio de la ruta llamada “Camino del Oro”, adonde se traía el áureo metal desde Minas Gerais hasta el puerto de Río de Janeiro, junto a la producción de la caña de azúcar, siendo “Paraty”, el paraje final de la “Estrada Real” (ruta real).
Con la construcción de un nuevo camino se comenzó a acarrear el dorado metal y las piedras preciosas, directamente, hacia Río de Janeiro. De esta manera, lentamente, la ciudad fue perdiendo importancia y quedó en el olvido hasta ser redescubierta por el turismo y se tornó en uno de los lugares más bellos de Brasil.
Si bien la arquitectura colonial bien conservada ubica al pasajero en los siglos pasados, el encanto lo posee el centro histórico. Al anochecer las luces amarillas son deslumbrantes sobre los matices de las casonas coloniales y forman una verdadera postal.
Es un escenario que huye del padrón de cualquier ciudad turística, ya que posee un centenar de playas que la envuelven, islas, montañas, cascadas y el entusiasmo de sus antiguos moradores que narran leyendas (algo fantasiosas), de la época de la colonización, verdaderamente, admirables.
En “Paraty”, se combina la tradición con esa corriente que moviliza a sus ciudadanos a crear hechos culturales e invita a sus pares a no olvidar el pasado de esta tierra que supo de esclavos, hacendados y terratenientes. El centro histórico tiene comercios repletos de artesanías, ateliers de artistas locales y sus librerías, que convidan a instruirse acompañados de un buen café.
Es muy difícil negarse ante semejante vocación delante de eventos como la (FLIP) “Fiesta Literaria Internacional de Paraty”, programa que reúne a muchos participantes. Todo esto sucede entorno a varios restaurantes que ofrecen una carta sofisticada de comidas y bebidas, con mezclas interesantes que crean los distintos chefs.
Las mesas al aire libre frente a iglesias históricas, cautivan a cualquier turista, mientras que la variedad de platos agradan a los paladares más exigentes. Para abrir el apetito proponen una cachaça (aguardiente de caña de azúcar), artesanal que está ligada a la tradición misma de la histórica villa.
No podemos dejar de mencionar dos íconos que merecen la atención y son la “Praça Matriz” (Plaza Matriz) y la bella “Igreja de Nossa Senhora dos Remédios” (Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios), el templo religioso más lujoso de la ciudad, que porta en su interior finos ejemplares de arte sacro. Sus dos torres indican que el templo solamente podía ser frecuentado por nobles y las personas más importantes de la sociedad.
En tanto, la “Igreja de Santa Rita”, que posee el museo de arte sacro, revela con su torre única el hecho de que era visitada por miembros de clase media, comerciantes y hombres libres. En aquella época existía un pequeño templo anexo donde concurrían a misa los esclavos.
Quizás, para usted, sus próximas vacaciones puedan ser en las calmas y claras aguas de las playas de Paraty.
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Alberto Antonio Curia es Consultor Turístico y Agente de Viajes.
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