La Corte Real Portuguesa se instaló en Brasil desde 1808 hasta 1821. La entrada de las tropas de Napoleón Bonaparte en Portugal, el 27 de noviembre de 1807, generó que el Regente Don João VI, su madre la reina Doña María I y el resto de sus familiares y cortesanos emigraran hacia Brasil. Eran unas 15.000 personas, que se trasladaron en 34 navíos de diverso porte y barcos de apoyo con provisiones. La marina inglesa los escoltó hasta que arribaron a San Salvador de Bahía, el 7 de marzo de 1808.
Dos meses más tarde, el gobierno se instaló en Río de janeiro, que en los comienzos del siglo XIX tenía una población de aproximadamente 60 mil habitantes, de los cuales 40 mil eran de raza negra. Según testimonios de la época, la ciudad impresionaba a los portugueses por su belleza natural, aunque no contaba con la infraestructura urbana básica a la que estaban acostumbrados en Europa y eso les dificultaba su permanencia en el lugar.
El regente, la reina y sus familiares directos se instalaron en la residencia del gobernador, en la “Quinta da Boa Vista” (Quinta de la Buena Vista), construida a mediados del siglo XVIII por Antonio Gomes Freire de Andrade “Conde de Bobadela”, (noble, militar y administrador colonial portugués).
Los criados fueron ubicados en el “Convento do Carmo”, (Convento del Carmen), mientras que los cortesanos se instalaron en las mejores casas del centro de la ciudad, expropiadas para tal causa.
Este accionar de los europeos causó indignación entre la aristocracia residente con respecto a los “invasores portugueses”, que habían dejado todo en su país natal, excepto la ropa que vestían. Estos, solo tenían sus pergaminos y los hacían valer con sus coterráneos residentes que trabajaban en los ingenios con mercaderes y profesionales liberales.
Los portugueses que ya residían en el país poseían grandes fortunas generadas en la época de la colonia. Como no ostentaban los títulos de nobleza de los recién llegados, pese a sus riquezas, eran discriminados.
La llegada del Rey a Brasil hizo que los “millonarios” portugueses, decidieran formar parte de la nobleza -porque sus patrimonios se lo permitían-, y Don D. João VI, ávido de divisas, vio la posibilidad de solventar los grandes gastos que le generaba la mantención de la familia real y su corte, mediante la venta de títulos nobiliarios a muchos nuevos ricos, quienes, de esta manera, obtuvieron distinciones monárquicas.
La vida social en una incipiente Río de Janeiro era poco animada. Las cenas, bailes o reuniones eran insuficientes en las casas particulares y esto motivó a que fuese inaugurado el primer coliseo en la capital carioca, el Teatro São João, en 1803.
El período más ostentoso ocurrió entre 1817 y 1818, con la llegada de la novia del príncipe heredero Don Pedro, la princesa Leopoldina, hija del emperador Austro-Húngaro, en mayo de 1818, en el marco del aniversario y coronación de D. João VI.
La estadía de la Corte en Brasil permitió mejoras que asentarían las bases del futuro país. Entre esas reformas o creaciones se incluyeron la Prensa Nacional y la Fábrica de Pólvora. El Banco do Brasil sería quien financiaría las nuevas iniciativas y otros hechos de relevancia.
Desde el punto de vista político, la mayor conquista para Brasil, fue el anexo de la Guayana Francesa, que sería devuelta a Francia en 1817 y el territorio de la margen oriental del Río Uruguay, que pasó a ser provincia “Cisplantina” que se convirtió en una provincia del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves y luego del Imperio de Brasil.
Del fin de este conflicto, el 27 de agosto de 1828, surgió el “Tratado de Río de Janeiro”, firmado entre Brasil y las Provincias Unidas del Río de La Plata. De este acuerdo, resultó la conformación de la República Oriental del Uruguay.
La elevación de Brasil a la categoría de reino fue otra de las ventajas que trajo la permanencia lusa en estas tierras, para que Portugal tuviese representación en las negociaciones del Congreso de Viena, realizado a fines del dominio napoleónico en Europa.
La estadía de D. João VI en Río de Janeiro permitió la reorganización político-jurídica del país, favoreció la convivencia entre la nobleza migrada y la elite local y promovió una nueva sociedad en el Brasil Imperial.
El 16 de abril de 1821, Don João se embarcó hacia Portugal en la sucesión de las luchas liberales y su hijo don Pedro de Alcántara quedó a cargo como príncipe Regente. Este favorecía la separación definitiva entre Brasil y Portugal por lo que en enero de 1822, Don Pedro decidió quedarse en Brasil y ya no regresar a Portugal.
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