“La felicidad es como la pluma que el viento va llevando por el aire. Vuela tan liviana, más tiene vida breve, precisa que haya viento sin parar. Por eso, la tristeza no tiene fin, la felicidad si”, dice la canción de Tom Jobim.
En esta pandemia, la tristeza parece haber privado a los amantes bahianos de una de las fiestas más emblemáticas de Brasil. Este año la fiesta de San Juan, muy alabado en estas latitudes, no tuvo el color y el regocijo de tiempos mejores.
Junio es el mes donde se homenajea a San Juan Bautista y, de acuerdo con la liturgia católica, es el único santo que se recuerda en el día de su nacimiento -24 de junio – y no de su muerte.
Más allá de las creencias y rituales religiosos, en la Bahía no se celebra al santo si no hay fiesta. El pueblo bahiano es conocido por su alegría y la celebración santa se expande por los 417 municipios del estado.
Las personas esperan ansiosas el mes de junio. A San Juan se lo conmemora con fogatas, mucha comida típica, música de forró (género musical originario del nordeste brasileño), fuegos artificiales, bombas de estruendo y reuniones familiares. El clima que genera la fiesta de San Juan motiva varios shows artísticos con mucho baile.
En el interior de la Bahía la fiesta cobra un brillo muy “caipira”, término de origen Tupí con el que se denominaba a los peones campesinos en la época colonial. En esta, jóvenes y adultos, mantienen la tradición y se visten con ropas típicas y danzan al ritmo del forró.
Estas costumbres mantuvieron su brillo a través de los años. Un ejemplo de ello, se aprecia en la capital, Salvador, donde los grupos de música popular animan fiestas públicas o privadas y gran cantidad de turistas de otras zonas de Brasil participan al ritmo bahiano.
Por el Covid 19 y su consecuencia de aislamiento, no muy respetado en esta parte del país, los mercados municipales de Salvador comercializaron los productos para la celebración a costos muy bajos. El maní, el choclo, la mandioca, los licores de distintos sabores y otros productos característicos de esta fiesta, se vendieron a valores similares al los de 2019. Pese a esto, las ventas disminuyeron un 60% en relación con años anteriores.
Hay ciudades que se destacan como “Amargosa”, distante 250 km de la capital, que recibe a millares de personas por su fiesta popular, “Senhor do Bom Fim” y es la capital del “Forró”. La reunión invita a bailar hasta altas horas. Si hay que elegir un espectáculo diferente, “Cruz das Almas” marca el rumbo con su tradicional programación en la plaza principal. Allí, se ofrece la “Guerra de Espadas”, donde se genera una batalla entre grupos “antagonistas”. Los bandos se visten y se protegen con ropas adecuadas de la pólvora y de otros elementos utilizados para esta práctica que, si bien fue prohibida desde 2011, se sigue realizando.
Muchas veces quienes no estamos habituados a festejar de este modo, nos preguntamos ¿qué tendrá que ver la celebración natalicia de uno de los santos más importantes del catolicismo con una guerra de espadas y fuegos artificiales?. Entendemos que son costumbres y tradiciones que vienen de épocas pasadas, pero esta modalidad de festejo se torna peligrosa al comprometer la integridad de otros seres humanos.
Cuando el carnaval finaliza en la ciudad de Salvador comienzan los preparativos para la fiesta junina que oficialmente se inicia el 13 de junio con el día de San Antonio y continúa hasta el 29, día de San Pedro. El mayor auge se visualiza los días 23 y 24.
Este año, la pandemia mundial prohibió al popular barrio del “Pelourino”, centro histórico de Salvador. Sus laderas de adoquines reciben a los turistas con sus banderines en adhesión a la Fiesta de San Juan. El forró en su total dimensión será el que marque el ritmo cuando termine la epidemia. Disfrutaremos con los festejos sanjuaninos del año próximo. Seguramente, allí, la tristeza tendrá fin.
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Alberto Antonio Curia es Consultor Turístico y Agente de Viajes.
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