Te cuento un cuento: Reencarnación. La búsqueda de mi misión

Por Hernán Moyano, especial para DiariodeCultura.com.ar.

La vida no pasa volando. ¡La muerte sí!
Todo pasa en un cerrar y abrir de ojos.
En este momento recibo RCP, y no es el boca a boca lo que me mantiene vivo.
Estoy repasando lo aprendido, lo interiorizado, lo aplicado hasta aquí.
Clasificando “momentos” por un lado, y “las esculpidas del alma”, por el otro.
Mi capacidad de resumen aún no aprueba el examen de ingreso al más allá.
Se ve que mi arte, no es el arte de la vida; por ello nazco una y otra vez.
Ahora que pienso, el examen de ingreso nunca podría ser un examen final, salvo que ambas distinciones coincidan en la misma causa.

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Capitulo cero: Mi primera vez.
Península Ibérica. Siglo XIII.
Bernardo Güa.
Sexo: masculino.

Todos nacemos por primera vez, con una misión de vida.
Reconocemos el cuerpo antes que el alma, aunque ambos llegan con la misma pureza.
Si es tu primera vida, tardarás en caminar un par de meses más que los niños recurrentes. Pero ese es un dato que solo sirve para los padres que están atentos a sus hijos reencarnados.
El punto es que las almas nuevas son la minoría.
Las almas puras llegan cuando la humanidad desarrolla nuevas necesidades, en el momento que entre la problemática y las soluciones, se genera una misión de vida para un séquito de seres que somos enviados a esta tierra.
En mi descubrimiento del cuerpo y el alma, no demoré en conocer el amor. El amor verdadero. El amor incondicional. El amor del que solo te separa la muerte. Literalmente.

Hijo de padres acomodados, fui ordenado a la edad de 19 años al noviciado del “Convento Domínico”, donde aprendí del amor al prójimo, y donde catequicé sobre amar a Dios sobre todas las causas.
El prójimo era mi compañero de cuarto Benjamín de la Sota. Era tan propio, tan calmado, tan racional, y tan guapo, que llegué a desear que nunca le dieran los votos para que se quedara a mi lado en un juego de eternidad terrenal.
Fui escritor, historiador, y decano. Mi vida estaba bendecida por las manos del Señor e inspirada por las manos de Benjamín, que para entonces ya odiaba el celibato.
Todo iba perfecto hasta que socialmente las costumbres establecidas por la iglesia, comenzaron a ser cuestionadas con tanta fuerza, que el mismo Papa Juan XXII, ordenó se me convoque ascenso episcopal a real inquisidor Ibérico.
Poco tiempo atrás había escrito un manual sobre prácticas herejes, que intentaba desligar la libertad de elección individual del comportamiento colectivo, de la vergüenza del pecado social y de blasfemia de llamarle pecado original a cualquier cosa que atentara el statu quo de la iglesia.
Mi escrito tomó mi personalidad: implacable y reflexiva, explícita al señalar al hereje social y tímido al defender a Benjamín; perdón, tímido al hablar de elecciones individuales e intimidad sexual.
Por lo que fue un éxito mal interpretado, que pontífice de por medio, se convirtió en un instrumento político en la lucha contra la herejía. Nos llevamos puestos a los heterodoxos ideológicos, a las organizaciones religiosas insipientes que negaban a Cristo y proponían dos Dioses; expurgamos libros y comedias avanzados para la época; multamos, confiscamos, hasta pusimos de moda una prenda que utilizaban públicamente los penitentes juzgados y arrepentidos.
Claro que al glamour de las ropas escarlatas, le siguieron las 3H: La horca, la hoguera y el hacha.
Y como hombre ilustrado en la época coordiné un tribunal que elegía con mucha elegancia el castigo que mejor vestía la herejía de la semana.
Tuve una historia muy positiva para la iglesia medieval, la gente no solo juraba amar a Dios sino que además lo demostraba con sus diezmos. Calmé el pánico y subí la recaudación. La doctrina de amor a Dios por sobre todas las cosas, hacían de estas cosas, un supuesto plan amoroso para Dios.
Pero llegó un día, en el que los heterodoxos rebeldes, las brujas, el espionaje y los pederastas comenzaron a escasear. Por lo que llegó la orden papal de ir detrás de los homosexuales.
El proceso cobró miles de vidas, de mujeres y hombres.
De esos hombres hubo uno en especial, Benjamín de la Sota (mi Benjamín), que hizo pública una huelga de hambre en contra de mi movimiento. Un hombre más ardiente que la misma hoguera, más filoso que el filo de un hacha. Un hombre para quien las “Haches” de la inquisición eran mudas.

No pude mirarle con culpa mientras lo ejecutaban. No puede mirarle con lívido que me recordara cuanto nos excitaba jugar con la asfixia. No pude mirarle.
Después de enterrar su cuerpo, el tiempo hizo el trabajo de debilitar mi mente, mis huesos y mis años, nada más doloroso que recordar al único hombre que amé en mi vida; jamás volví a experimentar placer alguno, más que el de llevar mi secreto a la tumba.
Fin. Vida 1.

I

Capitulo uno: La segunda vida que recuerdo.
Siglo XVII – Nueva España
Juana Inés de la Cruz
Sexo: femenino.
Venía de un proceso de dolor que me parecía interminable. Había convivido con el mismo una vigilia completa, hasta que me agoté y me dejé morir. Se suponía que la religión concediera un premio por tanto castigo infringido a terceros y a mí mismo, para que el mal no prospere.
Pero dicho premio no llegó, el universo juzgó diferente y tuve que volver a nacer. Volver a sentir.
En esta ocasión me tocó una vida de opresión psicológica constante, que solo encontraban bálsamo en las letras de mis versos. Había publicado desde muy joven y mi literatura feminista horrorizó al Virreinato, a mis mecenas y a mi núcleo familiar.
Mis padres, me hostigaban, me arrinconaban, me obligaban a desposar a un hombre para calmar los rumores. El matrimonio me hubiera sentado bien, pero con una mujer.
Al no contar con muchas alternativas, tomé la decisión de ordenarme en el convento de San Jerónimo, donde me casé con Dios y donde una epidemia acabó con mi segunda oportunidad de vida.
A Merceditas le expliqué en prosa que huir rimaba con morir. Amor con dolor.
Y que sus manos, de lado y lado, me recordaban el pasado.
Fin Vida 2.

Y en el limbo de los pasillos, parece ser que una fuerza universal se divorcia de mi otra vez, abriéndome una puerta que me obliga volver al enigma de la vida para continuar aprendiendo del amor.

II

La vida actual: Capítulo Final
Yo, siglo XXI
Santiago de Compostela
Sexo: ¿importa?

– Reconozco una criatura cuando es reincidente: caminan más rápido. (Dijo madre mientras sonreía con atención anticipada a mi plan de crianza).
La misma protectora que entre abrazos y disfraces, me dio mi espacio para enseñarle mi sexualidad al espejo familiar. Más tarde al de la sociedad. Siempre con la frente en alto y el corazón por delante.
Te extraño madre, yo sé que el día que apruebe mi examen final nos volveremos a ver. Me has enseñado el amor honesto, a expresar mi libertad y a respirar integridad por donde fuera que camine el aire o se respiren mis pasos.
Cuando madre me enseñó a prestar atención a mis recuerdos, o sueños recurrentes, desarrollé un talento único, donde logré ver mi pasado en al menos cinco vidas paralelas, asincrónicas y diferentes.
El problema es que muchos recuerdos se ponen borrosos, otros se apagan y tantos otros brotan nuevos. Supe desde entonces que dicha combinación es una llave que tiene como misión abrir las puertas de esta muerte.
Por eso mismo, solo pude contarles de tres vidas de tantas nacidas. Tres que hacen la combinación para cerrar un ciclo que no ha de repetirse nunca más, el de mi misión.
Tuve el don de la escritura una vez más. Mis blogs han sido leídos por millones de personas. Al menos hasta hoy. Soy lo que se conoce como un “influencer” de la aceptación, de no importa el género, de no importa la expresión.
Un ser espiritual, que les recuerda a todos que Jesús dijo – amaos los unos a los otros. Sabiendo que no hay error de impresión.

Esta vez, no me encerré detrás de ningún muro, no me refugié en el plácido bienestar de la cruz socialmente simétrica, no me arrodillé ante el implacable y castigador Dios de los hombres.
Esta vez utilicé mi poder de redes para generar una multitudinaria convocatoria en la mismita plaza San Pedro. Un lugar causal ubicado al pie del Vaticano, al aire libre. De pie. Con una luz tan propia como universal, permisible, tierno y encantadora. Hermoso y cálida.
El papa Francisco y el Vatican news, acababan de publicar que la iglesia no puede bendecir las uniones entre personas homosexuales. Me pareció un pecado original repetido.
Convoqué.
Llegó gente de la Península Ibérica, de Nueva España, gente actual y gente del pasado. Vivos y otros.
En la marcha del amor trepé un andamio, subí la voz, y agité un poco los corazones del prójimo.
Creamos un mar, lleno de abrazos y colores, sobre el cuál vi caminar a Benjamín, que vestía como Merceditas y sonreía como Mamá. Se paró definitivamente el tiempo en la colisión de las miradas.
Fuera de reloj, de dimensiones y época, sentí sin poder ver, caer mi cuerpo en cámara lenta, hasta dar seco contra el piso que le quitó el aire.
Sé que no lo vi porque me quedé atrapado en la colisión de tres imágenes de una misma alma. Que me venían a buscar.
En lo que me fui apagando entendí que no me esperaba otra teta de la cual volver a mamar.
En lo que me fui encendiendo supe que ahí abajo, entre tanto abrazo y amor, el último cuerpo del cual ya no me reencarnaría, era el que arrastraba el tumulto.

En este momento recibo RCP, y no es el boca a boca, lo que me mantiene vivo.
Estoy repasando lo aprendido, lo interiorizado, lo aplicado hasta aquí.
Clasificando “momentos” por una lado, y “las esculpidas del alma”, por el otro.
Mi capacidad de resumen entendió que el examen de ingreso y el examen final eran uno solo.
Cerré los ojos después de contar esta historia de amor.
Misión cumplida.

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«Algún día tendrás la curiosidad del adulto como para leer un cuento sin que te lo pidan en la escuela» … Hernán Diego Moyano. No solo escribo porque me apasiona, escribo porque tiene que ver con todos los que me leen. En este espacio, Made in Lanús, les propongo compartir más que una columna, más que unas líneas, vamos a compartir la imaginación… más allá de sus formas.

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