Juan Carlos Colombres fue Landrú y/o viceversa. Dibujante y humorista gráfico, nacido en la ciudad de Buenos Aires dentro de una tradicional familia tucumana, descendiente de un militar español, Oficial Real y cabildante en el origen de esa provincia, de un caudillo federal, un senador nacional. Murió, también, en Buenos Aires con 94 años de edad.
Integró una generación de grandes creadores como Quino, Lorenzo Amengual, Mordillo, Miguel Brascó, Copi, Osky y el uruguayo Sábat. Firmó, primero, como JC Colombres, luego JC y finalmente Landrú, su colega Faruk sostenía un parecido físico con el asesino serial francés Henri Desiré Landru. Fue estudiante de arquitectura por dos años, trabajó en la aeronáutica y tribunales. Ganó el Premio María Moors Cabot en 1971.
Su base eran dibujos en apariencia sencillos, pero a los que otorgaba las “deformaciones” necesarias para lograr sus caricaturas, en muchas ocasiones consideradas como originales metáforas visuales. En ellas se reiteró la aparición de un gato con amplia sonrisa y una mirada abierta con ojos burlones.
Tantísimo es lo que puede hablarse de su trayectoria profesional pero es tema central, hoy, es su creación “Tía Vicenta”, revista semanal de historieta y humor, primer ejemplar, a la venta el 14 de agosto de 1957, sumando la visión satírica de la actualidad en particular política, en lo que fue precursora, siguiendo el estilo de “Bertoldo”, un magazine italiano con bromas inocentes y una doble (a veces no simple) lectura muy profunda. Sin duda precursora del humor político moderno en nuestro país con su estilo disparatado y surrealista. Contó con una tirada inicial de 50.000 ejemplares, duplicada en corto plazo.
“Tía Vicenta” se publicó en dos grandes períodos. En el primero, entre 1957 y 1966, se editaron 369 números. Sus editoriales tuvieron el tema recurrente de la proscripción del peronismo (“saltando” un decreto del presidente Aramburu de 1957). Otro tratamiento controvertido y memorable, fue las disputas entre Arturo Frondizi y su vice Alejandro Gómez por decisiones vinculadas al petróleo. Desde el ‘63, como se citó, fue distribuida como suplemento de “El Mundo”, matutino de gran circulación, alcanzando tirar medio millón de ejemplares.
A su vez usó en su desarrollo humorístico la veta de lo absurdo, disparatado e irónico para “ver” la actualidad. Desde lo artístico, las tapas con estilo naíf exhibían parodias sobre personajes públicos. Durante la recesión del ‘66, cambió el nombre del semanario a “Carestía Vicenta”. Los retratos del general Juan Carlos Onganía (presidente de facto de la “Revolución Argentina”) dibujado como una morsa (sobrenombre que usaban con él sus colegas dado sus grandes bigotes) determinó el cierre, a través de un edicto gubernamental de julio de ese año.
Entre ambos siguió adelante creando nuevas publicaciones, continuidad del espíritu de “Tía Vicenta”. A solo una quincena del cierre salió “María Belén”, 73 ediciones (1966/67. y en 1968/69, 47 de Tío Landrú.
El segundo, transcurre entre noviembre de 1977 y julio de 1979, con el regresó a los quioscos para 88 números. Hizo humor social con su “visión” de los (sus) vecinos de Barrio Norte y costumbres. Impuso palabras, criterios de moda y tendencias.
Entre los colaboradores en ambas etapas, además de una cantidad de los antes mencionados como coetáneos, trabajan, en algunos casos como inicio de su carrera, Caloi y el por ejemplo, y otros notables como Conrado Nalé Roxlo y María Elena Walsh. Como siempre simplemente unos pocos nombres.
La continuidad creativa de Colombres se continuó en varios medios, tal vez haya que señalar que fue más prolífico en “Clarín”, “La Nación” y “Gente y la Actualidad”.
En diciembre de 1994 el escritor y editor Edgardo Russo lanzó una historia del semanario “Historia de Tía Vicenta” en el sello Espasa Humor Gráfico, de Espasa Calpe Argentina.
Del interregno entre las dos “eras” de “Tía Vicenta” se habló, rápidamente, sobre “el cierre”. Sin embargo, es válido el relato de detalles.
Tal lo mencionado, tras una tapa con la caricatura de Onganía, fue cerrada el 23 de julio de 1966. En una década signada por hechos con influencia mundial: el surgimiento del movimiento Hippie, en Estados Unidos, por la paz en Vietnam, los movimientos estudiantiles del mayo francés del ’68, la frustrada Primavera de Praga.
En tanto en La Argentina florecía el “boom del libro nacional”, reedición de obras de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, autores que llegaban, para quedarse en los catálogos, tales como David Viñas, Silvina Bullrich, Leopoldo Marechal. El instituto Di Tella, con el artista Jorge Romero Brest, líder de ese reducto cultural de expresiones artísticas de vanguardia (Plásticos como Luis Felipe Noé, la escritora Griselda Gambaro y Les Luthiers). Los primeros grupos del Rock Nacional, la tríada de Los Gatos, Manal y Almendra. A contrapelo de esa luz cada vez más potente Onganía clausuró el Di Tella, censuró obras de teatro, películas y prohibió 142 revistas, y, asimismo, se produce “La Noche de los Bastones Largos”.
Landrú se inspiró en personas reales en el nacimiento de sus personajes. Dijo para dejarlo claro: “Tía Vicenta fue mi tía Cora, una señora que confundiría a Pinochet con Chilavert”.
La clausura fue el símbolo del contraste entre la Argentina atravesada por la música de los Beatles, lo narrado en el anterior párrafo y la revolución de las costumbres.
A un clic de distancia, el capítulo completo de “¡Plop! Caete de risa: Landrú y Tía Vicenta”, unos 28 minutos, realizados por Juan Sasturain para el Canal Encuentro, publicado en su sitio oficial en YouTube, con participación del historietista Eduardo Maicas y el dibujante y guionista Esteban Podeti.
Cuídense.
Norberto Tallón