Éste 2023… Segundo fin de semana de diciembre.
Tiempo en que los pensamientos, además de la dedicación a las tareas labores y cotidianas, comienzan a aventurar ideas o intentan concluir acerca de los pasos siguientes, proyectos, ganas, deseos, íntimos y personales, objetivos y/o pretensiones, en ocasiones solo elucubraciones utópicas pero que “entretienen” mientras se reparte la baraja y se “administra” cómo podría usarse de acuerdo con cada mano a jugar.
Las palabras deben conformarse en, no más, de las “necesarias” ya que su lugar es ir girando en ese interior que cada uno ¿diseña? o procura.
El bienestar de los propios (Todos, más allá del grado de cercanía o relación con cada uno), el objetivo fijado para el camino, el anhelo de encarar hábilmente los recovecos que pudiera presentar. Hay más, son “omisiones no deseadas”, porque el cúmulo de “ideas y sueños”, seguro, es amplísimo.
Quizás se conviertan en reiterativas especulaciones armadas con diferentes “soluciones” que se potencian y descargan, tal vez segundo a segundo.
Nada extraordinario, más allá de algún “permitido” insoslayable y perseguido, solo la normalidad habitual, aunque sea absolutamente difícil conocer, definir y encontrar un punto de enfoque cuando esa “normalidad” parece, o es, un caleidoscopio intrincado que muestra y quita, al mismo momento, una percepción de colores, al menos, adecuada.
Estamos, más que importante, y somos capaces de “soportar” el saltarín andar de nuestro alrededor, sea cual fuera, el mundo, el país, nuestro lugar…
Permitámonos no gastar más energía que la justa e imprescindible para que nuestra construcción sea lo que deba ser, no otra cosa.
Que la vida nos “lleve” al nuevo año con la convicción de ser lo que sentimos, queremos y, asimismo, poseer la capacidad, acierto o intuición de acercarlo a quienes deban, sí o sí, compartirlo.
Aquí están, no seríamos nada sin ellas, las certezas, pero también una dualidad de luces que nos ciegan, por fulgor o ausencia.
Con la mochila (la gran mochila Individual) que compartamos y encuentre otras, a proteger y ser protegidos, percibir que el “viaje” tendrá compañía, será la mejor, porque es la elegida, y un fraterno y común sentimiento nos ayudará en cada paso, zancada, corrida o lo que aparezca y pueda ser evaluado y zanjado de manera adecuada. Siempre, sigamos pensando, Oscar Wilde decía que el pensamiento “es el más grande de los contrabandistas” y montados a él, a esa capacidad infinita, la consigna es no “aflojar”.
Ojalá así sea.
A un clic de distancia, como simbólica muestra de expectativas originales e intransferibles (a la vez simples), la canción en el género del Jazz, “What a Wonderful World (Qué mundo maravilloso)”, compuesta poco antes, estrenada y editada como disco single/simple de 7’, en ABC Records, cerca del otoño boreal de 1967 (1° de septiembre) por el músico y productor Bob Thiele y el compositor, autor y arreglador George David Weiss (como una idea de ser un antídoto a los distintos y enrarecidos “climas” estadounidenses de la década del ’60). La gran protagonista, con su impronta única, es la voz del gigantesco Louis Armstrong. El primer año no fue exitosa, hubo avances, sin embargo, la categoría de “suceso” la adquirió con su difusión mundial, en 1987, en la película “Good Morning, Vietnam (Buenos días, Vietnam)”, dirigida por Barry Levinson, basada en una historia real, protagonizada por Robin Williams en el rol del sargento (en el film teniente) aviador y locutor de radio estadounidense, Adrian Joseph Cronauer. Versión grabada en vivo (sin datos, probablemente en un estudio de televisión) y publicada por Light Music, en su canal en YouTube, dedicado a la música desde los años 50 hasta fines del siglo XX. El video está subtitulado, simultáneamente, en inglés y español.
Espero que la imaginación entrometa con la melodía en los pensamientos y ayude. La ayuda es invalorable.
Cuídense, en todo.
Norberto Tallón