Crucigrama: Cinco años sin Cala…

Solo queda el recuerdo – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Hace unos días, el 5 de noviembre, se cumplieron cinco años de la partida de Juan Carlos Calabró.

Se puede hablar del muchacho de barrio, el ciclista federado, el locutor nacional, el cómico, el humorista del teatro de revista, el actor, el creador de personajes…

También, obvio, de esos personajes, los pioneros y circunstanciales de la época de la radio con “Farandulandia” o de la televisión en “Telecómicos”, ambos ciclos de Aldo Cammarota, y los que llegaron para quedarse, el Cristóbal Colón en la facultad en el cine, Renato Pasalaqua “El Contra” en sus distintas etapas, el “Majestuoso” Johny Tolengo, Aníbal (el pelotazo en contra), el padre de Borromeo, el padre del personaje de Mariano Martínez en “Campeones, de la vida”, entre otros tantos. De actores y actrices que transitaron, a su lado, ese camino…

De la familia: Coca su mujer, sus hijas Ileana y Marina. Pero, la idea no es hablar de esa parte “conocida” de su vida…

Sino, y disculpen, del tipo (en el sentido más “Wimpi” de la cuestión) que conocí… Siempre atildado, respetuoso, serio y cálido al mismo tiempo.

Que un día me recibió en su casa, casi sin conocernos, y charlamos una tarde entera. Al que podías llamar cuando quisieras y diría a cualquier hora.

El que aparecía en la radio a visitarte y charlar un rato, o si tenía ganas de verte y no le alcanzaba el tiempo, aún en el comienzo de la madrugada, podía estacionar su auto frente al vidrio a la calle del estudio para hacerte saber que estaba escuchando.

Que podía “reprocharte” si no te habías comunicado durante cierto tiempo.

Que un atardecer llegó con una caja que guardaba en su interior “su” obra. Esa que desde un tiempo atrás hacía para desarrollar un gusto y una capacidad, entretenerse y regalársela a la gente que quería, apreciaba, sentía cerca…

Había, entonces, comenzado a pintar platos, sí platos comunes, con imágenes cercanas unas de otra en un estilo “Tolengo”, que fijaba en un porta de madera donde estampaba su firma.

Un obsequio que era mucho más: Una clara e indubitable señal y muestra de afecto.

Aquí, en las fotografías está el mío, ubicado en un lugar especial de casa en el cual uno fija la vista muchas veces.

Y, pese a que no se lleve la cuenta precisa, hay muchos momentos, como éste, cuando se toma conciencia de que cada día que pasa, por más que el complicado ir y venir nos “copa” la mente, se extraña, se lo extraña…

Cinco años sin Cala… Solo pueden arrancar buenos recuerdos y, sin duda, tristeza y nostalgia.

Norberto Tallón

@betotallon