¿Quién no conoce a alguien con estas características? ¿Quién no se irrita con su manera distraída, colgada, como ausente…?
Los habitantes de Narnia (no por afincarse en el mundo de fantasía), por permanecer en el limbo, enojan porque es imposible contar con ellos. Y en su defensa esgrimen la consabida disculpa:” No me di cuenta”.
Si algo les interesa prestan atención, por supuesto. Más de uno adopta esta personalidad para zafar de las obligaciones y, casi siempre, encuentra a la persona dispuesta a cargar con sus compromisos. Hasta que consiguen agotarla. Entonces lo dejan solo: ya no soportan que todo gire alrededor de ellos.
Esta clase de persona (ombliguista) permite que los problemas la invadan, la abrumen. Está convencida de que son muchísimo más importantes que los que soportan sus congéneres. En el trabajo, con la familia o en la esfera social, es común que genere tensión, bronca, rechazo.
Su modo limbo es duro de bancar: comete imprudencias y desatiende, justo, a quien lo acompaña amorosamente.
Me refiero a los crónicos habitantes de Narnia. Nunca se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor.
Arrastran fama de colgados, distraídos, ensimismados.
“Estoy harta de mi novio. Me convertí en su ayuda memoria, en su agenda diaria. Vive distraído. Todavía no me explico cómo decidió salir de su ombliguismo para conquistarme”.
“Yo rompí. No me registraba. Cambié mi corte de pelo, hasta me hice un tatuaje bien visible y no lo advirtió. Le dije miles de veces que si no me quería no había drama. Contestó que me seguía queriendo como el primer día. Al rato, no más, se enganchaba con todos los partidos que transmitía la tele.
Furiosa grité: buscá una muñeca inflable y me fui pegando un portazo.”
La dificultad para observar al otro y darse cuenta de cómo está, si tuvo algún disgusto o, por el contrario, se siente bien, cada vez se torna más complicado. Compartir techo no es una garantía de armonía y compañerismo. Abundan las personas ensimismadas en sus propios asuntos, sin capacidad ni ganas de interesarse por los ajenos.
El ombliguismo les impide practicar la menor empatía. Esa clase de persona permite que sus problemas la invadan, la abrumen, porque los consideran muchísimo más importantes que los que soportan otros congéneres.
Torpeza, escasa sensibilidad para darse cuenta de que la mujer o el hombre que eligieron, necesita cuidado, atención, palabras y gestos amorosos. Resulta que como no te diste cuenta, tu mujer te abandonó. O como sos tan distraído y olvidadizo (cómodo) tu novia te trata como a un niño de jardín de infantes, conducta que atenta contra la pasión. Y, en cualquier momento, sentirá alivio de irse de tu lado.
Nadie es tan inocente para creer que más de un “no me di cuenta” utiliza esta característica para no hacerse cargo, para que no soliciten su ayuda por considerarlo poco confiable, para liberarse de compromisos. Resumiendo: para que no lo molesten.
Y están, también, los eternos torpes que derraman la copa de vino sobre un impecable mantel o salpican con salsa la vaporosa blusa blanca de una invitada, mientras se sirven el plato de pastas. Entonces no tarda en llegar la consabida disculpa: “¡Perdón, cuánto lo siento,no me di cuenta!”
Analizando historias que se repiten, conviene reconocer que estamos muy presionados por las redes sociales, la constante información audiovisual y los sobresaltos que nos asesta una sociedad inestable, insegura, insufrible. Por lo tanto, no resulta extraño que semejante incertidumbre obligue a aislarse en una especie de Narnia. Un refugio ilusorio para soñar con un mundo más hospitalario. Trato de comprender. No justifico.
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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.
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