El castillo medieval irrumpe como una impactante rareza en el paisaje de avenida Pavón al 3900, donde Boedo aún conserva el pulso de barrio de casas bajas y talleres. Portón de madera maciza, almenas, aberturas de arco ojival, una torre coronando las tres plantas. Parece una escenografía de Game of Thrones injertada entre dos viviendas particulares, pero lo que es, en verdad, tiene magia propia y una leyenda que merece ser contada.
Es el castillo que Roberto Sánchez, Sandro, diseñó y mandó a construir en los años ochenta, que albergó sus oficinas porteñas, que fue ocupado ilegalmente y vandalizado, y que ahora será reabierto como centro de actividades culturales. La propuesta incluye un bar temático donde se exhibirán objetos originales del legendario Gitano.
La inauguración será este sábado 26 de octubre, a las 15. Asistirá Olga Garaventa, la viuda de Sandro, y el ministro porteño de Cultura, Enrique Avogadro, quien descubrirá la placa que declara al edificio como sitio de interés cultural para la Ciudad.
Vitrales y herrajes fueron diseñados por Sandro. Foto: Fernando de la Orden
Había una vez…
La leyenda dice que todo empezó cuando Sandro volvía en auto luego de dar un recital. Era una impresionante noche de luna llena. Estacionó en la avenida Pavón, entre las calles Quintino Bocayuva y Castro, se bajó y les dijo a sus acompañantes que allí, en esa cuadra, se imaginaba un castillo resplandeciendo bajo la misma luz que plateaba la arboleda del barrio.
Lo cierto es que, en 1980, Roberto Sánchez compró una propiedad ubicada en Pavón 3939, originalmente una casa chorizo con 8,66 metros de frente por 60 de fondo.
La escenografía del show El hombre de la rosa (2001). Foto: Fernando de la Orden
Según cuenta su biógrafa, Graciela Guiñazú, autora de Sandro de América (Editorial Planeta, 2017), «se había propuesto construir el mejor estudio de grabación que existiese desde el Río Grande para abajo». Su fantasía era que lo inaugurara Tina Turner.
Ordenó la demolición completa y él mismo hizo los planos del nuevo proyecto, aunque su vocación por el dibujo se había limitado, hasta entonces, a bocetos de vestuarios y coreografías.
Retrato de Aldo Sessa y una de las clásicas batas de seda. Foto: Fernando de la Orden
Roberto no tenía conocimientos específicos y sólo había completado la escuela primaria, pero leyó libros de Arquitectura, se sentó frente a un tablero de diseño y empezó a tirar líneas. “Todo lo que le interesaba lo aprendía y lo desarrollaba como si fuera una canción”, apunta Guiñazú.
Los planos, diseñados por Sandro pero supervisados y firmados por un arquitecto, fueron aprobados el 27 de noviembre de 1985. «Todos quieren tener un castillo y yo me hice uno en Boedo», decía.
Los diseños del castillo firmados por Sandro. Foto: Fernando de la Orden
La construcción demoró unos doce años y el proyecto sobrevivió a las inestabilidades económicas de un país no apto para soñadores. Pero estamos hablando de la Argentina, que siempre, de alguna manera u otra, impone su cuota de desaliento.
Con la obra terminada, ya en la Convertibilidad, Roberto Sánchez se dio cuenta de que le resultaba más barato ir a grabar a los Estados Unidos que hacerlo acá, por lo que el castillo fue destinado solamente a oficinas (suyas y de su manager Aldo Aresi) y a depósito de instrumentos, equipos musicales y escenografías de shows.
Balada de amor
A principios de los noventa, una vecina de Boedo, Olga Garaventa, tuvo que salir a limpiar casas para sostener la economía de su familia. Rosita, la dueña de un kiosco, la sugirió que fuera al castillo de Pavón al 3900 porque estaban buscando personal de maestranza.
La torre que asoma a Pavón al 3900. Foto: Fernando de la Orden
Olga se entrevistó con Aldo Aresi, quien la recibió con una advertencia: “¿Usted sabe de quién es este edificio, verdad? Por eso no nos gustaría contratar a una fanática”. La mujer tranquilizó al manager, negó ser una de las clásicas “nenas” del cantante y fue contratada.
Sandro conoció a Olga entre las paredes blancas del castillo. “La primera vez que me habló, se me paralizó el corazón”, confesó ella años después. Allí se enamoraron. Allí, un 23 de diciembre de 2004, se dieron el primer beso. Se casaron el 13 de abril de 2007.
El interior del castillo. Foto: Fernando de la Orden
El presente
La mano de Sandro está detrás de todo lo que se ve en este edificio de 957 metros cuadrados cubiertos: las arañas, los faroles y los enrejados de hierro macizo, los arcos entre góticos y moriscos, los vitrales. El frente es tal cual cómo él lo dibujó, primero en 1985, y luego en 1987, cuando decidió agregar una planta más.
Pero también hay objetos que refieren tanto a su historia personal como a su carrera artística. En la planta baja del castillo funciona un bar-museo, donde se pueden ver, entre otras cosas, parte de la escenografía del show El hombre de la rosa (2001), el látigo de la película Embrujo de amor (1970), la bata de seda que vestía cuando saludó a sus fans durante su internación en el Instituto del Diagnóstico, el retrato que le hizo Aldo Sessa, instrumentos musicales, su vaso de whisky preferido, la copa con la que tomaba su religioso Martini de las cinco de la tarde y el cáliz y la bandera argentina que utilizaba en algunos de sus conciertos.
Obras de arte firmadas por Florencia Giovagnoli. En el fondo, un piano. Foto: Fernando de la Orden
En 2007, Sandro le cedió el castillo a unos conocidos con el compromiso de que lo usaran para una montar una academia de música para chicos. “Sin firmar ni un solo papel, de palabra, como le gustaba a él”, cuenta Luis Ortiz, director del nuevo centro cultural.
Lo que podía salir mal, salió mal: los ocupantes de entonces no cumplieron con su palabra (hicieron un salón de fiestas), dejaron de pagar y comenzó un lento proceso de deterioro que recién terminó con el desalojo por orden judicial en 2014.
El violín que usaba en su performance «El loco del violín». Foto: Fernando de la Orden
Pablo Ferraudi, hijo de Olga Garaventa, y Ortiz, titular de la Escuela de Vinos de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), se asociaron para poner en valor el edificio y para desarrollar el nuevo proyecto, que se llama Centro de las Artes y Viticultura de la Argentina (CAVA).
Ortiz cuenta que en CAVA habrá catas de vino y whisky, se dictarán talleres de novela y literatura japonesa dados por Martín Sancia Kawamichi, cursos de comedia musical dictados por José Ángel Trelles, y de diseño de juguetes y ropa con material reciclado a cargo de José Otero.
Además, funcionará la Diplomatura en Aplicación de las Artes en la Industria del Vino, de la UAI, y se desarrollarán muestras de arte bajo la curaduría de Luján Baudino.
En el castillo de Boedo, aquel sueño nacido en una noche de luna llena, nunca llegó a cantar Tina Turner, pero poco importa frente al legado de Sandro, que se respira junto al aire en cada uno de sus rincones.
Boedo: el «Castillo de Sandro», sitio de interés cultural
El «Castillo de Sandro» está ubicado en la avenida Pavón 3939, en el barrio porteño de Boedo.
Paradojas del destino. Si se busca en Google Maps la casa de Pavón 3939, en el barrio porteño de Boedo, aparece obnubilada por un sol de verano que casi la desdibuja. Y resulta que, en 1979, una noche de luna llena fue determinante para que Sandro se enamorara del lugar, ocupado por una casona, lo comprara y levantara allí un castillo, que diseñó personalmente.
Cuarenta años después, el «Castillo de Sandro» como se lo conoce popularmente, fue declarado sitio de interés cultural por la Legislatura porteña y se colocará una placa de bronce. Los seguidores del ídolo musical, especialmente sus «nenas» como él había bautizado a sus incondicionales mujeres que lo iban a ver a todos los shows y que hacían vigilias en su casona de Banfield para su cumpleaños, tendrán allí un lugar para recordar sus éxitos y para compartir anécdotas ya que funciona un bar temático sobre su figura, especializado en la cata de vinos y el tapeo.
Así como declarar el sitio de interés cultural fue una iniciativa del diputado Omar Abboud (Vamos Juntos), la idea de abrir un bar temático dedicado a la figura de Sandro fue de Pablo Ferraudi, el hijo de su viuda, Olga Garaventa. Es que en ese castillo, según ha contado Ferraudi recientemente a LA NACIÓN, nació el amor entre su madre y «el Gitano» Sandro, que el 19 de agosto pasado hubiera cumplido 74 años.
El «Castillo de Sandro» tiene 850 metros cuadrados cubiertos, en dos plantas, con desniveles y detalles de vitraux. El estilo es una mezcla entre morisca y española. Fue la sede discográfica del cantante, espacio de ensayos y albergó su oficina personal y la de su representante, Aldo Aresi. En 2003, Sandro la disfrutó por última vez cuando ensayó y grabó «El hombre de la rosa». Sus problemas de salud -le habían diagnosticado un enfisema pulmonar en 1998- lo obligaron lentamente a salir del show, pasar largo tiempo internado hasta morir en Mendoza, el 4 de enero de 2010, tras un complejo trasplante bipulmonar.
Una pequeña parte de su extenso legado musical que incluye 52 discos, más de ocho millones de copias y 16 películas, puede verse en el «castillo», entre ellos, algunos de sus instrumentos musicales.
Fuentes: Clarín / La Nación.