Una rejilla de ventana destrozada no es la idea que todo el mundo tiene de una pieza de museo. Es un trozo de hierro oxidado y deformado. Sin embargo, durante los próximos cinco meses tendrá su propia vitrina en el Museo Británico.
La rejilla es una reliquia del Gran Incendio de Roma del año 64 d. C. y una pieza central de la nueva y extensa exposición del museo, Nerón: El hombre detrás del mito, sobre el emperador romano del siglo I al que durante 2.000 años se ha culpado de iniciar el fuego y tocar música mientras se propagaba. Lo que la exposición pretende demostrar es que Nerón tiene mala fama.
«Nerón tiene fama de ser el emperador que jugaba mientras Roma ardía, un tirano cruel y despiadado con su familia y un megalómano un tanto patético y propenso a los excesos», escribió el director del Museo Británico, Hartwig Fischer, en el catálogo de la exposición.
Sin embargo, a través de esculturas y fragmentos arquitectónicos, monedas y joyas, frescos y tablillas de escritura, el Museo Británico ofrece un relato alternativo de un joven que se convirtió en emperador cuando aún no tenía 17 años y fue llevado al suicidio por sus adversarios a los 30.
Una rejilla de ventana doblada, dañada en el Gran Incendio de Roma en el 64 d.C., en exhibición en el Museo Británico. Foto Tom Jamieson para The New York Times
El pliego de cargos contra Nerón es largo y conocido. Se lo acusa de mantener una relación incestuosa con su madre; de matarla, así como a sus dos primeras esposas; y de ser «mayormente malvado: un glotón y un despilfarrador que incendió Roma sólo para construirse un gran palacio», dijo Thorsten Opper, curador de la exposición.
Esas acusaciones «se basan en manipulaciones y mentiras que tienen 2.000 años de antigüedad y son muy poderosas», añadió Opper. La campaña de propaganda negativa comenzó cuando Nerón aún estaba vivo, cuando los miembros de la élite romana se sintieron amenazados por las reformas sociales del emperador y su promoción de las clases bajas, explicó, y continuó mucho después de su muerte. En realidad, dijo Opper, Nerón «se esforzó mucho, pero le tocó una mano sumamente mala».
Otras revisiones sobre Nerón
El Museo Británico no es la primera institución que revisa la historia de Nerón. En 2016, una exposición del Museo Estatal de Renania en Tréveris, Alemania, lo presentó no como el prototipo del tirano sino como un amante de las artes que descuidó la política y lo pagó caro.
En 2011, el Parque Arqueológico del Coliseo de Roma, que supervisa el Coliseo así como el palacio de Nerón, la Domus Aurea, organizó una exposición que reevaluaba la figura de Nerón y su imagen de pirómano sanguinario.
La muestra londinense comienza con un ejemplo de propaganda contra Nerón: una cabeza de mármol que se encuentra entre las representaciones más reproducidas del emperador. La mitad superior es una escultura romana original de Nerón, con su característico flequillo.
Una reconstrucción facial de Nerón.
Se la volvió a esculpir a semejanza de otro emperador romano (como se hacía a menudo con las estatuas de Nerón) y finalmente se volvió a convertir en un retrato de Nerón en el siglo XVII, esta vez con barba, papada y las comisuras de la boca hacia abajo en una mueca de desprecio.
«Es un estereotipo, una imagen artificial. Los retratos de la época en que vivió Nerón son completamente distintos», dijo Opper.
Sin embargo, esa imagen de Nerón ha prevalecido en el imaginario colectivo. En la pared que está detrás, se encuentra lo que el catálogo denomina «la evocación más emblemática de Nerón en la era moderna»: una escena de la película de 1951 Quo Vadis en la que un barbudo Peter Ustinov, que interpreta a un Nerón demente, toca la lira mientras Roma se incendia.
La exposición revisa la leyenda a través de objetos y documentos procedentes de todo el Imperio Romano.
Un relieve que muestra a los soldados de la Guardia Pretoriana cedidos por el Louvre de París. Foto Tom Jamieson para The New York Times
Se pone de manifiesto que el incendio fue casi con toda seguridad un accidente y que Nerón ni siquiera estaba en Roma cuando comenzó.
Tras el incendio, Nerón alimentó y dio cobijo a los sin techo y reconstruyó la ciudad. Una moneda de oro de uno o dos años después (en el catálogo, pero no en la exposición) muestra a Nerón en una cara y, en la otra, el nuevo Templo de Vesta, uno de los primeros monumentos que reconstruyó.
Nerón también tenía que «encontrar culpables» del incendio, por lo que persiguió a un «subgrupo judío», más tarde conocido como cristianos, explicó Opper. Nerón se convirtió en «el anticristo» para los seguidores de lo que se convertiría en la fe predominante en Occidente, el cristianismo.
Entretanto, promovió espectáculos como las carreras de carros, las luchas de gladiadores y las representaciones escénicas. (El propio Nerón era auriga y músico).
Bajo el mandato de Nerón, el Circo Máximo, un enorme estadio romano, podía albergar hasta 150.000 espectadores. El emperador tenía su propia escuela de gladiadores y eligió a un famoso gladiador como comandante de sus guardaespaldas.
Un busto de mármol de Nerón. Foto Tom Jamieson para The New York Times
Difamado durante siglos
Mary Beard, profesora de estudios clásicos de la Universidad de Cambridge y miembro de la junta directiva del Museo Británico, dijo que Nerón había sido muy difamado por entregarse a juergas y excesos, pero también lo habían hecho los emperadores que lo precedieron y le siguieron, como Calígula y Domiciano.
«Las figuras de estos emperadores son muy desconcertantes», dijo. «Nos llegan a través de una agenda política muy fuerte que viene después de ellos».
«Una de las cosas que nos muestra la cultura material es que el Imperio Romano sigue adelante de forma muy parecida, con altibajos, independientemente de quién esté en el trono», añadió.
Una vitrina de la exposición contiene una armadura de gladiador de bronce, un escudo, cascos y grebas. Foto Tom Jamieson para The New York Times
Entre las secciones más bellas de la muestra se encuentra la dedicada al palacio que Nerón construyó para albergar a su corte, el gobierno de Roma y un personal de servicio de miles de personas: la Domus Aurea, o Casa Dorada.
Probablemente recibió ese nombre durante su reinado en referencia a sus interiores dorados o decoraciones arquitectónicas que resplandecían bajo la luz del sol.
La muestra incluye fragmentos de un panel de estuco dorado y una decoración de columnas de bronce y piedras preciosas del tipo que le dio fama al palacio como muestra de extravagancia.
Sólo se conserva una parte de la Domus Aurea: las salas destinadas a los banquetes y las celebraciones. El resto fue demolido por los sucesores de Nerón.
El palacio junto al Coliseo
La Domus Aurea reabrirá al público en la segunda quincena de junio con una nueva entrada diseñada por el arquitecto Stefano Boeri. El recinto, situado junto al Coliseo, se abrió a los visitantes por primera vez en 1999, pero se cerró a fines de 2005 después que unas fuertes lluvias hicieran necesarias obras de restauración. Se reabrió en 2014 y fue un lugar turístico muy popular hasta el brote de coronavirus.
Alfonsina Russo, directora del Parque Arqueológico del Coliseo, dijo que, si bien la Domus Aurea abarcaba originalmente una amplia zona de Roma, no era más suntuosa que los palacios de otros emperadores.
Elementos arquitectónicos del palacio de Nerón, la Domus Aurea. El enorme edificio, ahora mayormente destruido, era conocido como un centro de extravagancia. Foto Tom Jamieson para The New York Times
Nerón fue «víctima de su tiempo: el último emperador de su dinastía, con muchos enemigos, y alguien que tuvo un triste destino», señaló.
Atacado por una facción del Senado romano y abandonado por su propia guardia pretoriana, Nerón se suicidó en una pequeña villa de las afueras de Roma.
Vista del interior de la Domus Aurea en Roma, Italia. Foto AP
Russo explicó que todas las fuentes sobre Nerón son «fuentes negativas» y que es importante «recontextualizar todo y comparar a Nerón con otros emperadores que, a pesar de haber cometido crímenes, no corrieron la misma suerte».
¿Podría la historia ser más justa con Nerón en el futuro? «Creo que sí», respondió Russo. «Eso es a lo que deberían apuntar los académicos».
The New York Times – Desde Londres
Traducción: Elisa Carnelli
Fuente: Clarín