Luz y ocaso de Juan Carlos: la vida en fotos del rey que defendió la democracia pero terminó huyendo de España
Su estrella duró 39 años, entre 1975 y 2014, la duración de su reinado. Fue clave para impedir el intento de golpe de estado de 1981, pero sucumbió ante un escándalo que mezcló alcobas con dinero público
Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón -así bautizado- anunció su partida. Triste y solitario final para quien supo ejercer como rey de España durante casi cuatro décadas. Será empujado sin gloria al ocaso del autoexilio que seguramente discutió con su sucesor e hijo, Felipe VI quien aceptó en forma coordinada su adiós. Fueron semanas frenéticas en la humanidad de un hombre cansado, de 82 años, que despedirá su vida pública en su país para evitar la sombra de la cárcel, acorralado por las causas judiciales en su contra por corrupción.
Nacido en Roma, Italia el 5 de enero de 1938, asumió como monarca español el 22 de noviembre de 1974 tras la muerte del dictador Francisco Franco. Vivió iluminado los 39 años de reinado por la autoridad que le confirió su estatura moral -aún incorrupta- por su intervención durante el intento de golpe de estado de 1981, comandado por el teniente coronel Antonio Tejero, en momentos que se votaba la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, de la Unión de Centro Democrático.
Pero el joven monarca lo impidió. Su negativa a apoyarlo impidió que el asalto al poder democrático pudiera seguir avanzando durante la noche del 23 de febrero. Sin el combustible fundamental que podría significar un guiño real, los golpistas perdieron el impulso necesario para continuar con su avance. Esa madrugada, Juan Carlos I hizo su aparición estelar en la televisión. Fue durante un mensaje a todo el pueblo español, vestido con su uniforme militar: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”.
Luego tomaría estado público su vínculo con Corinna Larsen. Pero no sólo su cuentos de alcoba, sino los negociados que realizó con esta poderosa e influyente mujer. Juan Carlos quedó comprometido como el nexo que hizo posible la construcción de la línea de tren de alta velocidad Haramain que uniría La Meca con Medina en Arabia Saudita, servicio real por el que habría cobrado 100 millones de dólares. La ingeniería del soborno está siendo investigada por fiscales suizos.
Ahora, el rey emérito busca refugio. El que más suena como posible destino final es el de República Dominicana, un paraíso en el que podrá ver los atardeceres apenas acompañado y con la seguridad de que no será extraditado.
Ese gesto democrático le valió un inmenso poder institucional que logró usufructuar en favor de una familia que era puesta en tela de juicio ante cada evento de la vida política de España. Su muñeca y decisión política lo catapultaron a la popularidad entre sus súbditos. Incluso entre aquellos muchos que veían con recelo los movimientos monárquicos, dignos de otros siglos. Pero esa estela que parecía interminable comenzó a apagarse. A los desplantes familiares se sumaron, poco a poco, “desprolijos” movimientos patrimoniales, no sólo de él, sino de todo su entorno.
En 2010 un escándalo de dinero sucio sentenció su imagen pública, de la cual no podría deshacerse. El caso Nóos no sólo lo tuvo a él como protagonista, sino que también a su hija, la Infanta Cristina y a su yerno, Iñaki Urdangarín. Su luz comenzaba a apagarse. Cuatro años después abdicaría en su hijo Felipe, consagrándolo rey de España.