¿Cómo reaccionaría usted, señor actor, si un monstruoso estudio cinematográfico prescindiera de sus servicios, pero intentara usar un «molde» de su rostro para colocárselo a otro artista que continuara su personaje en una secuela? ¿Y cómo accionaría si le advirtieran que el camino de una demanda podría borrarlo del mapa de Hollywood? Volver al futuro esconde uno de los pleitos más curiosos de la historia del cine. El protagonista: el «padre» de Michael J. Fox en aquel tanque inoxidable de 1985.
Crispin Glover fue el encargado de las morisquetas dentro del traje de George McFly. Tenía apenas 20 años -tres menos que su hijo de ficción- cuando puso sus herramientas actorales al servicio de un cóctel dramático en tono de comedia: George era el centro del acoso escolar, el blanco de las pandillas de Hill Valley, la víctima de bullying en los ’50. Cuando llegó la hora de filmar Back to the future II, algo lo corrió del set, pero el personaje reapareció en el esqueleto de otro actor, Jeffrey Weissman.
Desde entonces, la vida de Crispin es una eterna batería de preguntas de los periodistas: ¿Qué pasó entrañas adentro del éxito? ¿Hubo realmente trompadas, amenazas, silencios y extorsiones? ¿Quién abandonó a quién? ¿Logró sacarle millones -judicialmente hablando- a Steven Spielberg? ¿Cómo se resolvió el conflicto de una de las películas más emblemáticas de los ’80? ¿Un personaje pertenece a su autor, a quien lo personifica, a todos, a nadie?
Michael J. Fox y Crispin Glover en «Volver al futuro».
A casi 36 años del estreno (3 de julio en los Estados Unidos), las leyendas y los datos se multiplican, se revisan, se develan, se vuelven a contar. Es ya archiconocido aquel guiño del destino que hizo que el primer protagonista Eric Stoltz fuera despedido en pleno rodaje («por insoportable y demasiado solemne para el rol») y en su lugar entrara Fox. Sus escenas se anularon y hubo que volver a filmar. Sin embargo, no se ahondó demasiado sobre el «Crispingate», tal vez por el blindaje que logró Universal.
Glover cumplía de maravillas con su rol, era uno de los más aplicados a la hora de filmar, pero algo había empezado a enojarlo y a detonar: la forma en que su personaje terminaba en la primera parte. De ser un «nerd miedoso», por obra y arte de ese viaje en el tiempo que hacía su hijo y cambiaba el transcurso de los hechos, George se transformaba en un exitoso escritor capaz de darle de su propia medicina al malvado Biff Tannen (Thomas Wilson). Cada vez que el actor se quejaba por ese giro del guión, los productores lo consideraban un dolor de cabeza. Así comenzó el tira y afloje.
Según el productor y guionista Bob Gale (en el libro No necesitamos carreteras, de Caseen Gaines) lo que el actor y su manager pedían para seguir con la trilogía era «un disparate». Algo así como un millón de dólares (más beneficios de taquilla).
Cuando en 1989 llegó la secuela y Marty McFly viajó al futuro (y al pasado otra vez), muchos no percibieron que a George lo encarnó Jeffrey Weissman, un estadounidense al que le colocaron kilos de maquillaje para que se asemejara a las facciones de Glover. La mayoría de sus escenas fueron filmadas con Weissman a lo lejos, o de perfil (incluso cabeza abajo). Y hasta se jugó con su muerte (la tumba del personaje es un dato clave en uno de los viajes al futuro). Glover enfureció. Y accionó.
Crispin Glover en una escena de «Back to the future»
Definido por el sitio especializado en cine IMDB «una de las personalidades más intrigantes del negocio cinematográfico, con seguidores que lo han apodado genio loco», Glover detalló su verdad al sitio The Chicago Ist: «Lo que hicieron ilegalmente fue lo siguiente: usaron moldes que se tomaron de mi cara de la película original e hicieron prótesis para colocarlas en otro actor para que se pareciera a mí. Luego empalmaron una pequeña cantidad de imágenes mías de la película original con el actor con prótesis y engañaron al público, hicieron creer que yo estaba en la película».
«Si simplemente hubieran elegido a otro actor para interpretar el papel de George McFly, no habría actividad criminal ni ninguna demanda. Como no eran dueños de mi rostro, ni hicieron un acuerdo financiero conmigo para usar mis rasgos faciales, lo que hicieron fue robar. Y por eso hubo una demanda y por eso hay reglas en el Screen Actors Guild que hacen que los productores nunca puedan repetir este tipo de cosas».
Por años el escándalo se tapó. Mientras la historia del De Lorean que viajaba en el tiempo se volvía de culto, Glover se alejaba de los flashes (o lo alejaban los magnates de la industria), pero continuaba su vida artística.
Crispin Glover hoy (captura TV).
Bob Gale negó esa jugarreta decenas de veces. «Él ha declarado falsamente que pedí la misma cantidad de dinero que recibía Michael J. Fox para participar de la segunda película. Esta declaración es una completa fabricación. Está haciendo esto para desviar la atención del hecho de que lo que él y sus compañeros productores hicieron fue ilegal», retrucó Crispin. «Para eludir ha mentido a millones de personas. Una vez más, estoy orgulloso de la demanda y me opongo a la actividad ilegal que causó que se establecieran los precedentes y los estatutos adecuados. Si me pusieran en la misma situación hoy, reaccionaría exactamente de la misma manera».
Hollywood Reporter lo detalla así: «A Glover no le gustó el guión de la secuela, los realizadores tomaron un molde facial de Glover que se creó durante la primera película para ayudar a los maquilladores, contrataron a un actor diferente, Weissman , y mediante el uso de prótesis hicieron que pareciera el mismo actor».
Explican los especialistas de ese mismo medio que «la demanda de 1990 que Glover presentó contra Universal Pictures por violar su derecho es anterior a otros grandes casos famosos, como la acción legal de Gwen Stefani por un avatar digital en el videojuego Band Hero. El caso nunca llegó lo suficientemente lejos en la corte como para sentar un precedente legal, pero a menudo se invoca cuando se intenta resucitar a personajes».
Crispin Glover en «Volver al futuro»
El abogado de Crispin, Doug Kari, contó que «la denuncia en sí fue deliberadamente breve y simple». Universal presentó una objeción, argumentando que el reclamo debería fracasar porque los cineastas solo estaban tratando de perpetuar el personaje de George McFly. A medida que la disputa se intensificaba, el juez instó enérgicamente a llegar a un acuerdo. Finalmente hubo un trato. Según The Hollywood Reporter- a Glover le pagaron 760.000 dólares. La cifra nunca fue confirmada por los implicados.
Qué fue de la vida de George McFly
Glover cumplirá el 20 de abril 57 años. Una de cada cinco personas que lo cruza por el mundo, le hace la pregunta que lo ofusca: «George: ¿Hay alguien en casa?». Su personaje -a quien Biff Tannen (Thomas Wilson) hostigaba permanentemente con ese interrogante- entró en el hall de las criaturas más populares de la ficción hollywoodense. Aquel rostro joven se sigue imprimiendo en memes, remeras, tazas. Estigma con el que cargará hasta la tumba.
George McFly en «Volver al futuro» (Crispin Glover). Captura de video.
El eterno George había debutado en teatro a los 14, en el musical de La novicia rebelde (también traducido como Sonrisas y lágrimas). Al cine había llegado dos años antes de Volver al futuro, con My tutor, de George Bowers, en 1983. El mismo año del boom de Back…, participó de otro filme que quedó eclipsado por el de Zemeckis, Instinto sádico, un drama con Keanu Reeves. No imaginaba la tormenta que se le venía.
Sin tanto zoom ni brillos alrededor de su imagen, su carrera siguió por el carril artístico antes que mediático. En 1990 se unió con David Lynch para interpretar al maníaco Primo Dell en Corazón salvaje (1990). Desde entonces, llegaron papeles extravagantes o más comprometidos. ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993), The People vs. Larry Flynt (1996), entre otros. También se lo recuerda por ser Creepy Thin Man en la adaptación de Los ángeles de Charlie (2000).
Escritor desde los 18, fundó la editorial Volcanic Eruptions y desde entonces se dedica también a la escritura y a la edición. Una visita al programa de David Letterman en la NBC lo dejó mal parado ante el público. Tuvo una performance poco feliz, agredió al conductor, y desde entonces decidió bajar aún más su perfil.
Crispin es la cara de memes constantes, y su nombre y apellido fueron utilizados a modo de homenaje de un sello discográfico noruego y de una canción (de la banda Jessicka). Otorga pocas entrevistas e intenta gambetear el tema Spielberg/Zemeckis. Su caso despertó conciencia sobre los atropellos de los grandes estudios cinematográficos y sobre los límites que deben poner los artistas.
Hijo de los actores Elizabeth Lillian Betty Krachey Bloom y Bruce Glover, su alto coeficiente mental llevó a sus padres a inscribirlo en la Escuela Mirman para niños superdotados. Misterioso con su vida privada, sin hijos, compró un castillo histórico en República Checa y reparte su tiempo entre ese país y su patria. Desde hace años gira por distintas ciudades con su Crispin Hellion Glover’s Big Slide Show, un espectáculo en el que hace lectura de sus ocho libros, proyecta escenas de sus filmes y se somete a un interrogatorio del público.
Para muchos, Don McFly liquidó su carrera para siempre cuando se atrevió a levantar el dedo, ubicar al monstruo cinematográfico y pedir lo que correspondía. Para otros, su sensatez y su audacia para el reclamo tienen un mérito que brilla más que cualquier Oscar.
Cercano a lo «gótico» u «oscuro» en sus películas como director, Crispin suele hacer una advertencia. «Si busco en Internet, suelo leer sobre mí: ‘ese tipo está loco’. O: ‘Es psicótico’. Lo que no entienden es que me interesan las cosas contraculturales. Pero hay una diferencia entre tener intereses artísticos y ser psicótico. No me molesta que me llamen excéntrico, eso es una interpretación poética de un término matemático, que significa algo así como ‘que no sigue las líneas’. Y está bien. No las sigo».
Fuente: Clarín