Diego Peretti dice que siempre le preguntan tres cosas: cuándo vuelven Los Simuladores, por qué cambió la psiquiatría por la actuación y cuándo se va a operar la nariz. Nada de eso ocurrirá aquí.
Guillermo Francella relojea el bar del reportaje con la agudeza panorámica de un director de teatro. Y el Pony Line del Four Seasons le resulta ruidoso: “Es difícil conseguir un sitio con buena acústica, creo que ya no queda ni uno donde puedas hablar tranquilo con un amigo”.
En sitios neutrales tampoco se pueden pispear los cuadros, las plantas o los libros de los entrevistados. Los dos son famosos, multipremiados, y es difícil que abran su intimidad. Llega un mozo en la penumbra: “Por acá pidieron agua sin gas, ¿no?”. Y Francella lo mantiene en la incertidumbre: “Puede ser”.
Hay picardía en la respuesta y complicidad de Peretti, que se atraganta con una risa. Juegan de memoria el de Racing y el de River, que saben de fútbol tanto como de los métodos teatrales de Stalisnavski, Grotowski o Artaud.
Es la primera nota de muchas que darán para promocionar la película El robo del siglo, así que buscan ser efectivos en sus respuestas, no pisarse en el relato, complementarse y medir la reacción del periodista, que no es del palo del espectáculo y se olvidó los anteojos que le hubieran permitido mirar cada tanto el cuestionario que había preparado.
“Yo soy colega, me recibí en el Instituto Grafotécnico”, tranquiliza Francella, que trabajó tres meses en la revista Gente y lo echaron. Fue un traspié que le salvó su verdadera vocación. Actor popular, llegó a ser admirado por Fidel Castro y a ganar un pedacito del Oscar por la película El secreto de sus ojos.
Francella y Peretti personifican a dos ladrones de la banda que el 13 de enero de 2006 asestó un golpe magistral contra el Banco Río de Acassuso, fingiendo por horas una toma de rehenes que distraía la atención de 200 policías y francotiradores del Grupo Halcón mientras en el subsuelo abrían 145 cajas de seguridad. Los delincuentes se llevaron entre 8 y 25 millones de dólares y 80 kilos de joyas, y escaparon en dos gomones por túneles subterráneos. En la huida, dejaron pistolas de juguete y un cartel que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores. Es sólo plata y no amores”. Por su audacia y creatividad, se lo consideró “El robo del siglo”.
Picardía. Los actores intercambian mensajes con la mirada. (Ariel Grinberg).
Los delincuentes abrieron 145 cajas de seguridad, se llevaron entre 8 y 25 millones de dólares y 80 kilos de joyas, y escaparon en dos gomones por túneles subterráneos.
Extras. La película tiene detalles intrépidos: el actor que lleva la pizza a los delincuentes es uno de los ladrones que en serio robó el Banco Río. Va de extra, hace que camina asustado por Libertador y Perú con cajas de fugazzeta, justo en el momento de la fuga. Fuga-zzeta.
El botín en gomones. Escena de la huida por los desagües pluviales. (Gentileza Warner Bros.).
Hay más guiños entre la realidad y la ficción. Otros dos integrantes de la banda del robo aparecen en la escena de la heladería Via Flaminia, famosa porque allí se planificó el robo, porque hace unos cucuruchos bañados del tamaño de espadas y porque a dos cuadras está la sucursal bancaria que fue asaltada. En la escena, Francella y Peretti pactan los pasos a seguir. Lo que pocos saben es que detrás de las cámaras merodeaban tres integrantes de la banda que cometió el robo. “Yo los vi, me pareció curioso y a la vez increíble”, confirma a Viva uno de los heladeros, mientras talla un obelisco de dulce de leche granizado.
Además, en una charla telefónica justo antes de comenzar el rodaje, el uruguayo Luis María Vitette Sellanes –uno de los líderes de la banda– le ofreció a Francella, su alter ego, el traje gris que usó en el asalto. Al actor ya le habían confeccionado uno a medida y no hizo falta, pero ese préstamo le hubiera dado un toque risueño al filme.
«Vitette me ofreció el traje gris original con el que cometió el robo.»Guillermo Francella
Casi real. A Francella le hicieron un traje gris a medida, pero la prenda original era una opción. (Warner Bros.).
Como si esto fuera poco –diría un antiguo vendedor de colectivos–, una mujer que estuvo de rehén en el asalto de 2006 aportó información. Se encontró con Francella en una muestra de arte en La Rural, lo llamó aparte y le contó cómo había sido el atraco.
En esa conversación inesperada, la rehén de verdad le dijo al Vitette de ficción que el Vitette de verdad la había tratado muy bien, que siempre buscó calmarla (“mientras esté yo acá, a vos no te va a pasar nada”) y que llegó a mostrarle una medallita de la virgen que los iba a ayudar a salir ilesos de esa delicada situación.
Francella activó su visión panorámica y le pidió una descripción detallada de esa atmósfera. Luego le preguntó a la víctima si le parecía bien que se tomara la esencia de su relato en algún pasaje de la película. Y ella respondió que sí.
Se prende el grabador, lápiz y papel para las incidencias y plano mental subjetivo hacia Francella y hacia Peretti, a veces en reposo, a veces en vaivén: ¿Qué fue “El robo del siglo”?
Francella: Fue uno de los robos más originales de la historia. Una genialidad. Se hizo de un modo muy empático con la gente: no se lastimó a nadie, no hubo muertos ni heridos y hubo mucha picardía, ya que se robó con armas de plástico. El país en ese momento seguía muy conmocionado por lo del corralito y los bancos. Se forma una banda para robarle a uno, el Banco Río. Cuando el Grupo Halcón entra a rescatar a los rehenes, los ladrones ya se habían ido por los desagües. Fue un hecho fantástico. Para mí son cinco los casos policiales más emblemáticos: Shocklender, Robledo Puch, Barreda, Arquímides Puccio y el Robo del Siglo. Ahora se cumplen 14 años y se estrena la película.
¿Qué piensan de un país donde la gente, en vez de depositar sus dólares, los esconde en colchones, macetas y cajas de seguridad?
Peretti: Guardar dólares en macetas es una reacción ciudadana a la historia de este país. Y no tiene que ver con que seamos “cipayos” o “vendepatrias”, sino que estamos acostumbrados a lo inflacionario, a que tu plata de repente valga menos… ¿por la culpa de quién, si yo sigo laburando igual? Entonces hay alguien que te está robando, la gente reacciona y bueno, ¡se cuida la plata! Es A + B. Japón hace edificios antisísmicos porque sufre terremotos; bueno, nosotros hacemos esto con los ahorros por seguridad, para cuidar lo que tenemos. Eso no significa que seamos una sociedad egoísta, no, es una sociedad que se protege de la historia económica y política de un país.
Francella: Y sí, es protegerse, en forma permanente. Yo me acuerdo momentos así en todas las épocas de mi vida. De jovencito hacía teatro y el honorario, el porcentaje que cobrábamos, se pagaba en efectivo y en el día, pero me iba a dormir y a la mañana siguiente tenía menos que la noche anterior. Entonces el código era correr hasta la casa de cambio a comprar dólares para protegerse un poquito. Cuando viajás a Europa, sabés que el café vale un euro toda la vida. Acá no te rinde nada. Fui a Chile la vez pasada, compré algo de tecnología y la vendedora me dijo “son 115 mil pesos”. Cuando le digo “¿cuánto es en dólares?”, ella me contesta “no tengo idea” y claro, ¿por qué va a hacer esa cuenta? En cambio, nosotros estamos haciendo la conversión todo el tiempo, para proteger el capital que tenemos. Encima, de golpe confiaste y no podés sacar la plata, te viene un corralito, tenés que recurrir a recursos de amparo para sacar tu dinero, el abogado te cobra su honorario, te suben los bienes personales… ¡Es de ciencia ficción este país!
Francella, en la puerta de acero de una bóveda que alguna vez estuvo llena de plata. (Ariel Grinberg).
Peretti: Somos uno de los tres países en el mundo que tienen esta inflación. No es algo regional, no le pasa a Chile, a Uruguay o a Paraguay. Bueno, a Venezuela sí. A mí me agarró la crisis del corralito haciendo el cuarto capítulo de Los simuladores en Montevideo, con Osvaldo Santoro. Yo estaba produciendo, pagando, y los uruguayos me decían “no te acepto los pesos”… ¡Y no podíamos volver! Es como una enfermedad crónica que tenemos. Lo que habría que encontrar es la forma en que esto deje de ser negocio para los especuladores y se transforme en desarrollo. Te juro que mi viejo decía lo mismo que pasa en la Argentina de hoy. No hay otro paradigma de crisis, es la misma crisis.
Peretti, con pelo todavía blanco por una caracterización. Hace del cerebro del robo. (Ariel Grinberg).
Los dos conversaron con Vitette, “el hombre del traje gris” que financió la logística del robo. ¿Cómo fueron esas charlas?
Peretti: Me lo encontré estando de gira con una obra de teatro en San José, a 110 kilómetros de Montevideo. El productor me dice: “Está Vitette, vive acá, tiene una joyería y quiere venir a saludarte porque sabe que están haciendo la película”. Entonces vino, conversamos y me pareció un personaje extraordinario, muy carismático, que enseguida nos empezó a contar y nos trasladó al momento del robo.
Un tiempo en prisión. Vitette en el penal de General Alvear, antes de ser expulsado al Uruguay.
Francella: Está deportado, no puede cruzar a la Argentina. En mi caso, hablé por teléfono con él. Antes de rodar la primera escena, le digo a Pola Zito, el productor de la película: “Mirá, creo que yo debería hablar con Vitette antes de empezar”. Así que lo llamamos por teléfono. El quería una videoconferencia, por si se trataba de una broma. Le explicaron que no se podía, porque yo estaba por rodar, así que lo llamó un conocido y lo convenció. Conectamos enseguida. Me comentó su amor por Racing y que tenía un hijo chiquito. Yo le dije: “Simplemente quería comentarte que empezamos el rodaje, que lo vamos a hacer con muchísimo respeto y voy a tratar de llevar a tu personaje del mejor modo posible”. Es ahí cuando me ofrece el traje gris. Y yo le cuento que en ArteBA me encontré con una señorita que había sido su rehén y que ella me dijo: “Yo estaba muerta de miedo, muy nerviosa, y él me tranquilizó. Me dijo que mientras él estuviera ahí, nada malo iba a pasarme”. Vitette se emocionó y me dijo: “¡Mirá vos cómo un hecho delictivo, ese ilícito que perpetramos (porque él habla de ese modo, con lenguaje judicial), hace que alguien me recuerde con respeto. Eso me llena de orgullo, me da mucha felicidad y hasta me da vergüenza”. La segunda vez que hablé con él fue en Uruguay, nos cruzaron en un programa de radio, mientras yo presentaba Perfectos desconocidos, obra que dirigí. Es muy histriónico, carismático, tiene mucha personalidad, con salidas muy simpáticas. Yo no quería clonarlo, sino encontrar elementos de su personalidad que me ayudaran a construirlo. Con él me pasó algo muy distinto a lo que ocurrió cuando me tocó componer a Arquímides Puccio para la película El Clan. Puccio no me dio ninguna empatía.
Diego, el guión y tu caracterización de Fernando Araujo, el planificador, tiene algo de Los Simuladores…
Peretti: Bueno, hay creatividad, inteligencia, arrojo, no hay violencia, hay cierta preocupación por los efectos que pueda producir el robo hacia la sociedad. Acordémonos de esa época: había un imaginario del banco como enemigo de la gente y a eso también apuntaron al diseñar el plan, eso también fue aprovechado. Aparte, ese banco estaba en un lugar pudiente, lo que le dio al atraco un barniz robinwoodesco.
A robar. A 100 metros de la Casa Rosada, en la millonaria City porteña, los enviados de Viva están abriendo cajas de seguridad a discreción. Allí había fajos de dólares, lingotes de oro, anillos, escrituras, juguetes sexuales, contradocumentos de operaciones sospechosas. Pero ahora no hay nada. Es la bóveda de un banco de la calle Reconquista que ya no se usa para esconder tesoros, pero sí para darle un fondo realista a las filmaciones. Aquí actuó Pablo Rago con un dispositivo que parecía un bazuca y permitía hundir las cerraduras para abrir las cajas y robar el contenido. Aquí se cometió el robo en la ficción. Y aquí están, otra vez, Francella y Peretti para la sesión de fotos y para continuar la entrevista: ¿Es cierto que en la escena de la heladería Vía Flaminia, a dos cuadras de donde estaba el banco, merodean miembros de la banda original?
Bóveda profanada. Entre cajas de seguridad del Microcentro ya en desuso posan Peretti y Francella. (Ariel Grinberg).
Francella: Sí, es una heladería emblemática de la zona. Yo nací en Beccar, así que la conocía bien. ¡Fui mil veces con el Fitito! Y cuando filmamos con Diego por allí estaba Marciano, uno de los que perpetró el ilícito, con un cucurucho de chocolate. Aparece también Beto De la Torre. Y Araujo en la escena de la fugazzeta.
¿Qué dirían los otros rehenes?
Peretti: Yo no tengo testimonios de rehenes, pero sí de la gente que perteneció a la banda. Por lo que pudimos ver en los videos del robo o por las referencias que tenemos del libro de Rodolfo Palacios, Sin armas ni rencores, los rehenes fueron tratados teatralmente para que no se dieran cuenta de qué estaba pasando realmente abajo, en las cajas de seguridad. Quizás esas víctimas puedan llegar a tener ahora una visión romántica, si querés, del hecho, en el sentido de que fue como mágico. Me acuerdo de estar escuchando la radio y alguien decía: “Entraron y no están los delincuentes”. ¿Pero cómo que no están, si es un banco, tiene paredes…? Cuando entraron, los del Grupo Halcón pensaban que algún rehén era de la banda, pero no fue así.
Guillermo, ¿qué hubiera comentado tu papá bancario de esta película?
Francella: Papá trabajaba en la Societé General, que hoy es el Banco Superville Societé General. Pienso que se emocionaría mucho por la carrera que está haciendo su hijo y por saber que puede vivir de esta profesión. Además, comparto elenco con mi hija, Johanna, que se presentó a una audición y se ganó el lugar. Hicimos unas escenas divinas: una muy dura, el momento de la captura, otra en la cárcel, donde manifiesta todo el dolor en su mirada. Me gustó, me sentí muy feliz con lo que hizo.
El robo dio lugar a libros, documentales, tal vez inspiró a la serie española La casa de papel…
Francella: Según dicen, hay algo. Tengo entendido por el tiempo que sí, que se basaron en este robo.
Peretti: Sí, claro. No vi la serie, pero el mecanismo inicial, lo que tiene que ver con la inteligencia del robo, se parece. Y provoca empatía: la gente saborea la desgracia del banco.
Diego, ¿es cierto que Araujo, autor del plan, le anticipó a su psicólogo lo que estaba a punto de hacer?
Peretti: Sí, los diálogos existieron. Araujo se analizaba y una semana antes del robo terminaron, él te lo cuenta. En la película, lógicamente, el contenido de esas charlas fue ficcionalizado.
Guillermo, son cuatro los actores de El secreto de sus ojos, ¿es cábala?
Francella: Cierto, están Mariano Argento y Pablo Rago, que hacen de integrantes de la banda, y Mario Alarcón, que hace de fiscal. En cuanto a la cábala… ojalá.
Elenco. Rafael Ferro, Juan Alari, Pablo Rago y Mariano Argento, también miembros de la banda. (Warner Bros.).
¿Qué te diría Fidel Castro, admirador de tus comedias, sobre esto de “robarle a los ricachones”?
Francella: No sé qué opinión tendría, pero estoy seguro de que disfrutaría de esta película. Cuando conversamos en La Habana, me dijo: “¿Tú eres conciente de lo que significa hacer feliz a un pueblo? Tú haces feliz a mi pueblo”. Me emocionó.
¿Hablaron con los miembros de la banda sobre el destino del botín?
Francella: Les preguntamos. Y evadían la respuesta con picardía, porque decían: “Nos fue bien, estamos bien”.
Fuente: Clarín