Las imágenes de la guerra de Malvinas persisten. Muchos conscriptos que participaron del conflicto bélico en el Atlántico Sur, cuarenta años atrás, habían viajado al teatro de operaciones provistos de pequeñas cámaras fotográficas. Con ellas tomaron fotos del desembarco, del paisaje de las islas, de los compañeros, de aviones y barcos, de soldados ingleses, de las trincheras y los bombardeos aéreos.
A diferencia de las imágenes de la guerra que la dictadura militar permitió difundir al periodismo durante y después del conflicto bélico, las fotos de los soldados argentinos revelan otras miradas y experiencias. La muestra Malvinas. Sí, yo estuve ahí en ArtexArte (Lavalleja 1062), al cuidado de los fotógrafos Martín Felipe y Diego Sandstede, reúne más de trescientas fotos de soldados tomadas entre abril y junio de 1982.
Con entrada libre y gratuita y hasta el 22 de diciembre, se exhiben 320 fotografías de la colección “Malvinas, memoria de la espera”, que preserva imágenes tomadas por los soldados durante la guerra. Para dar forma a esa colección -que sigue ampliándose con aportes de excombatientes y familiares- Felipe y Sandstede rastrearon a los conscriptos que habían sacado fotos durante la guerra por redes sociales y centros de excombatientes, conversaron con ellos y grabaron sus testimonios en video.
El proyecto de crear una colección de fotos de soldados nació en 2017. “Para esa época coordinábamos con Martín una colección de libros de pequeño formato para la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (Argra) -dice Sandstede a LA NACION-. Publicamos tres títulos por año durante seis años y uno estuvo dedicado a archivos. Surgió el tema Malvinas e iniciamos la investigación por una foto que Martín había visto en una página de Facebook: era una foto muy distinta de las de la prensa. Nosotros somos reporteros gráficos y sabemos que, bajo la dictadura, el trabajo estuvo muy condicionado y son pocas las fotos que dan cuenta de la guerra. Ver esta foto color, con una impronta amateur, nos conmovió; es una foto transparente y directa, lo vemos al soldado sin querer dar ningún mensaje, sencillamente en el terreno de las islas. Esa foto nos llevó a iniciar la investigación”.
Luego de dar con dos valiosos archivos de excombatientes, publicaron el libro Malvinas, memoria de la espera e hicieron una muestra. “Tomamos dimensión de la importancia de estas imágenes -agrega-. Muchas fotos estaban deterioradas y algunos de ellos no tenían los negativos; advertimos lo frágil que es el material y el peligro de que se siga perdiendo”.
En la planta baja y en el primer piso de la galería de Villa Crespo se pueden ver veintiocho series de fotos en color (muchas hechas con cámaras Kodak Fiesta o Minolta Pocket) y leer la información acerca de cada toma: los nombres de los soldados que aparecen en las fotos, los lugares, las fechas y circunstancias; también el modo en localizaron esas imágenes que ahora se exhiben por primera vez. Y en el segundo piso se proyecta un video de una hora con fragmentos de testimonios de veintidós “soldados fotógrafos” que nutrieron la muestra con sus imágenes (ese video, que merece verse en todas las escuelas del país, está disponible en la página de YouTube “Malvinas, memoria de la espera”). Como cuentan varios excombatientes, sacaron los rollos de fotos camuflados entre la ropa de soldados heridos que debieron ser evacuados del teatro de operaciones.
“La idea es que la muestra visite todos los lugares a los que nos invitan -dice Sandstede-. Este trabajo está en la mitad de su desarrollo, queremos continuar con los viajes. La incorporación de nuevo material es lo más urgente. Queremos que el archivo tenga un carácter federal y nos proponemos visitar todas las provincias. Hasta ahora fuimos a nueve provincias; cuando viajamos a una nueva, nos ponemos en contacto con conocidos de los que ya nos dieron fotos. Los visitamos y digitalizamos. Viajamos con escáner y tomamos testimonios audiovisuales”. El diseño de exposición y montaje de la muestra es de Gabriel Díaz; el texto de sala, de la socióloga Silvia Pérez Fernández; la producción y realización audiovisual, de Felipe y Sandstede, y la edición y el montaje audiovisual, de Elizabeth Wendling.
La muestra es emocionante por varios motivos. No solo hay registros de jóvenes soldados que murieron en Malvinas sino también imágenes tomadas por los sobrevivientes de ese crimen de guerra británico que fue el hundimiento del ARA General Belgrano a inicios de mayo de 1982. Desde un bote salvavidas, Jorge Luis Massin fotografió el buque mientras se hundía en las aguas del mar Argentino.
“Tengo en mi cabeza tantas fotos, tantos hechos que no se van a borrar nunca, que no necesito papel, pero sí lo necesito porque sé que algunos tienen familia, seres queridos -dice Massin en el video-. Lo que uno tiene en la cabeza no se puede mostrar. Entonces la fotografía, el papel, es mostrar y poder decir: ‘Mirá, yo estuve ahí’”.
El “rescate” de las fotos se hizo de diversos modos. “De boca en boca generamos vínculos con los exsoldados -cuenta Sandstede-. Ellos confían en lo que hacemos y en el sentido y valor que tienen las fotos. Estaban la mesa de luz de ellos, eran recuerdos que atesoraban como algo íntimo y ahora pasan a ser públicos. Empezamos a buscar por los centros de excombatientes y aún seguimos: nos van guiando. Valoran mucho el trabajo porque saben que es una forma de que las fotos queden. Las fotos están estrechamente ligadas a la memoria”. El trabajo de Felipe y Sanstede contó con aportes de Mecenazgo y del Fondo Nacional de las Artes.
“A cuarenta años de la guerra estas fotos tienen un valor incalculable -concluye Sandstede-. Luego de cuatro décadas de estar guardadas, poder mostrarlas es exhibir una nueva memoria que estaba escondida, esperando. Es imprescindible la mirada de ellos, que fueron los olvidados, los negados, los que no fueron atendidos debidamente al regreso y que fueron a la guerra en forma involuntaria. Los encuentros con ellos son hermosos, vamos a sus casas. Son encuentros íntimos, par a par, horizontales y muy emotivos. El recuerdo que tienen de Malvinas, están muy presentes en sus vidas y es parte de la marca que traen”.
También se muestran fotos de la veterana de guerra Silvia Barrera, que fue instrumentadora quirúrgica en el conflicto bélico junto a otras compañeras, y de Alberto Amato (alias “Fogonazo”), el fotógrafo del Regimiento 3 de Infantería de Tablada, que vendió un gran lote de fotos al excombatiente Martín Borba.
Los soldados fotógrafos -los sobrevivientes- rondan hoy los sesenta años. Estuvieron en la guerra y algunos, al arribar al continente, no tenían ni siquiera monedas para tomar el colectivo que los llevara de vuelta con su familia. Fueron abandonados a su suerte por la cúpula militar en retirada y por la sociedad. “Cuando llegamos lo único que importaba era que se había perdido el Mundial”, testimonia uno de los excombatientes. Ellos estuvieron ahí, en Malvinas, y sus fotografías son pruebas cruciales contra el olvido.
Para agendar
Malvinas. Sí, yo estuve ahí se puede visitar hasta el 22 de diciembre en ArtexArte (Lavalleja 1062), con entrada libre y gratuita, de martes a viernes de 14 a 20, y sábados de 14 a 19.
Este sábado a las 17, Cecilia Flachsland (directora del Canal Encuentro) y Matías Farías (profesor de Pensamiento Argentino y Latinoamericano) conversarán sobre Malvinas y educación.
El 17 a las 16, se realizará una visita guiada. A las 17:30, se presentará la publicación Malvinas S/T del sello santafesino Zafarrancho Ediciones, que contiene veinte fotos de la colección “Malvinas, memoria de la espera”, una libreta de apuntes y un texto que sirve como guía para docentes y estudiantes.
Fuente: La Nación