La corta e intensa existencia de Diana Spencer, la princesa de Gales, para todos Lady Di, regresa de manera inevitable a las pantallas cuando está por cumplirse el primer cuarto de siglo de su trágica muerte, ocurrida el 31 de agosto de 1997 en París.
Alrededor de cualquier figura de esas dimensiones, cuando se cumple un aniversario tan redondo de un hecho conmocionante para la opinión pública mundial, aparece toda clase de evocaciones audiovisuales. Sobre todo aquellas que ponen el foco en la vida pública de Diana, su atormentada relación con la familia real británica y todo lo que pudo haber ocurrido con su vida sin esa noche trágica en el puente del Alma.
De todo el despliegue mediático que naturalmente se espera en estas fechas para conmemorar el episodio y, por extensión, evocar la figura de Lady Di, el largometraje documental coproducido por las cadenas HBO y Sky que se estrenará este jueves exclusivamente en los complejos de la cadena Cinépolis sobresale por un detalle muy significativo: funciona como un gran prólogo, quizás el definitivo, de toda la larga lista de producciones (testimoniales y de ficción) que el cine y la TV le dedicaron a la princesa de Gales en estos 25 años.
Lo que exponen por ejemplo, desde diferentes miradas y perspectivas, películas como Diana (2013), de Oliver Hirschbiegel, con Naomi Watts, o Spencer (2021), de Pablo Larraín, con Kristen Stewart, junto a innumerables telefilms y largometrajes de mayor o menor suerte, incluida la exitosa serie británica The Crown, aparece en este trabajo de investigación dirigido por Ed Perkins como si se tratara de una guía o un mapa que nos ayuda a situarnos y orientarnos dentro de este mundo.
Lady Di, título elegido para su lanzamiento local (originalmente presentado en inglés como The Princess), está compuesto íntegramente con material tomado de distintos archivos periodísticos. A partir de ellos y un laborioso montaje, el documental construye una historia de la princesa de Gales que tiene a 1981 como fecha precisa de comienzo. Es el momento en que es presentada oficialmente la pareja que ella (a los 19 años) constituye junto a Carlos, el hijo mayor de la reina Isabel II y heredero al trono de la corona británica. Y culmina en 1997, con las honras fúnebres que consagraron de manera póstuma y definitiva a Lady Di como “la princesa del pueblo”.
En los 107 minutos del documental aparecen todas las pistas de lo que la TV, el cine y la investigación periodística fue desarrollando después a través de múltiples pantallas. El surgimiento impactante y estelar de la figura de Diana Spencer, el carisma que empezó a transmitir en sus primeras apariciones y giras, el modo natural con el que fue opacando (y a veces hasta dejando en un incómodo lugar) a su hasta allí mucho más famoso prometido y, sobre todo, los debates que empiezan a plantearse alrededor del funcionamiento de la monarquía británica ante la llegada de una especie de cuerpo extraño que no parecía dispuesta a aceptar un papel prediseñado.
Es posible que la mayoría de los espectadores locales, seguramente poco familiarizados con los nombres que formaron parte de los agitados debates mediáticos que tuvieron lugar sobre estos temas en esos años, sobre todo en la televisión británica, queden un poco desconcertados por la falta de precisiones expuestas en el documental en cuanto a nombres, fechas y referencias precisas.
Pero lo que parece buscar este trabajo de investigación es situarnos en un clima de época sin necesidad de citas exactas. Hay una corriente muy visible que parece dispuesta a defender el valor real y simbólico que tiene para la sociedad británica el funcionamiento de la monarquía. En un momento se dice que esta institución es un anacronismo que los propios británicos adoran. Se trata, no obstante, de un debate que permaneció abierto desde entonces y que también muestra voces disidentes de mucho peso. Por allí vemos, por ejemplo, al recordado ensayista Christopher Hitchens relativizando la importancia que tienen la monarquía y sus representantes, y dispuesto (como era habitual en su temperamento de gran polemista) a discutir esa postura con cualquiera.
El documental no lo identifica con nombre y apellido. Tampoco lo hace con los autores o responsables de libros y publicaciones que dieron sucesivo testimonio de la tormentosa relación entre Diana y Carlos: desde biografías autorizadas (y justificadoras) hasta textos que llegaron a revelar como verdades absolutas suposiciones como que Diana se quiso suicidar varias veces o certezas como la relación adúltera que la princesa mantuvo con el mayor James Hewitt.
Detrás de todo esto aparece el otro elemento fundamental del documental: cómo Lady Di se convierte en la personalidad más observada y seguida de todo el mundo por los cazadores de imágenes más indiscretos. El ruido que más se escucha en la película es el “clic” con el que se disparan sin cesar las máquinas fotográficas que apuntan de lejos o de cerca a una mujer llevada a la fuerza a renunciar a toda privacidad. Hasta el final: el trágico accidente del Puente del Alma se produjo mientras Diana y su pareja Dodi al Fayed trataban de tomar distancia a toda velocidad de la persecución de los paparazzi más obstinados.
El documental no lo dice como si fuese una declaración, pero desde el montaje y las secuencias elegidas la posición tomada no abre dudas: Lady Di, hasta el momento final de su vida, fue la sufrida víctima de un acoso interminable, que desbordó cualquier intento de resistencia. A la vez, los testimonios populares elegidos señalan que hubiese sido preferible dejar acotado en un ámbito de privacidad el conflicto que terminó en la separación y el divorcio de la pareja real. En un programa de TV, por aclamación y con una diferencia de 90 a 1, el público opina que la prensa debería haber dejado en paz a Lady Di.
“A los 19 años piensas que estás preparada para todo”, descerraja Diana en la resonante entrevista televisiva de 1995 que alteró la lógica de la relación entre la princesa de Gales, la monarquía británica y el resto del mundo. La realidad le había mostrado otra cara como respuesta. La que aparece en una de las imágenes más reveladoras y dramáticas de todo el documental: de un lado, la multitud de reporteros gráficos. Del otro, Diana Spencer, absolutamente sola, sentada en uno de los bancos de los jardines que rodean al majestuoso Taj Mahal.
En definitiva, lo que el documental muestra es el relato de una existencia fallida. Las series y películas que conocimos en los últimos años pintan desde la ficción a Lady Di como una mujer privada por completo de hacer lo que su naturaleza, su conciencia y sus sueños le indicaban. Lo que llega a algunos cines este jueves es la crónica verdadera que luego se transformaría en ese retrato de trágico final, conmocionante para todos. De hecho, el documental comienza y termina con videos caseros (anticipo de lo que hubiese sido esa vida en un tiempo dominado por redes sociales) que dejan a la vista que hasta el más común de los mortales sintió muy profundamente todo lo que le pasó a Diana Spencer en su vida pública antes de morir trágicamente a los 36 años.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nacion.