Un pájaro posado sobre una rama que nos mira; un aserradero en funcionamiento que despide humo por sus chimeneas, una máquina afila una sierra circular, un árbol cortado, un cuerpo sin vida, descansa al lado de las vías del tren seguido del cartel de bienvenida de Twin Peaks que informa que la población se conforma de 51.201 habitantes. En esas pocas postales de los primeros segundos de los créditos iniciales se presenta la esencia del pueblo y de la serie creada por David Lynch y Mark Frost: a simple vista parece el comienzo de un día en un lugar idílico. Un paraíso donde la impactante presencia poética de las montañas rodea la rutina de cada ciudadano. Es un doble reflejo: en el fondo esas imágenes también describen un mecanismo que se repite. La depredación de la naturaleza mostrada de una forma bella, acaramelada por la hipnótica música de Angelo Badalamenti, parece una metáfora del hecho que se revelará minutos más tarde: una joven de 17 años ha sido atacada, torturada, violada y apuñalada hasta la muerte. La sierra atraviesa la madera como el asesino cortó con una cuchilla la piel de Laura Palmer (Sheryl Lee).
Esa es la idea principal de la serie que cambió la manera de hacer televisión y la mirada de lo que nos rodea: aún el pueblo más hermoso, donde las meseras son amables y las tartas de cereza están horneadas en el punto justo, tiene su sombra. El edén más puro puede esconder la peor pesadilla bajo la copa de los árboles. Cuando en la presentación muestran el cartel de Twin Peaks y los nombres de los protagonistas van sucediendo en pantalla, en esa tipografía verde fluo con contorno de neón, la cámara se queda pegada a la ruta de ingreso al pueblo. Se detiene por un largo rato para mostrar que ese lugar está frenado en el tiempo.
Parece una mañana como cualquier otra. Pero ni para los habitantes de Twin Peaks (una localidad ficticia) ni para los espectadores es un día más. Pete (Jack Nance, el protagonista de la ópera prima de Lynch, Cabeza borradora) encuentra el cadáver de la popular reina de la belleza, chica popular de la secundaría, envuelto en plástico cerca del lago, y nosotros nos haremos por primera vez la pregunta que nos acompañará por mucho tiempo: ¿Quién mató a Laura Palmer? El aspecto más profundo, y la característica que separa a esta serie de otras, es que ese enigma no tiene una sola respuesta. La resolución no es tan simple como parece. Aquel crimen tiene una complejidad que vuelve débil al spoiler. ¿Por qué? Porque Twin Peaks hace de ese terrible asesinato un símbolo que desnuda la oscuridad del pueblo chico, y lo grande de su infierno. De esos valores conservadores de la Norteamérica grande y vencedora de la post guerra que pretenden que nada cambie. No es casual que la serie idealice los años 50, en moda y modos, al igual que lo hacía la cultura popular con ese momento (1989-90) en los Estados Unidos. La era del Rock and Roll y el Hula Hula, las fuentes de sodas y las tartas de mazana, los electrodomésticos y las historietas de Archie; que tuvo como contracara la guerra de Corea y la casa de brujas macartista. La luz y la sombra de Twin Peaks: por un lado las cascadas de agua, policías sensibles y una cafetería de ensueño donde el café no se parece a ninguno; por otro el tráfico de drogas, la trata de personas y la violencia intrafamiliar.
El asesinato de Laura Palmer es una excusa argumental para hablar de una realidad naturalizada en ese pueblo como en cualquier ciudad del mundo: la violencia de género. Un tema que Lynch traía desde Terciopelo azul (con el personaje interpretado por Isabella Rossellini) y que recorrería parte de su futura filmografía. Todas las mujeres de Twin Peaks, de uno u otro modo, son víctimas del maltrato. Y cada una de ellas sufrió alguna clase de violencia en algún momento. Antes de Laura Palmer hubo otro femicidio: un año atrás, en un pueblo cercano, encontraron muerta a otra chica, Teresa Banks. ¿Qué conexión hay entre ambos casos? “¿Quieren saber quién mató a Laura? ¡Ustedes! Todos nosotros”, grita furioso en el segundo capítulo Bobby Briggs (Dana Ashbrook), el novio de Laura, en el cementerio mientras un cura dice unas palabras en la ceremonia de entierro. Es el silencio cómplice de todo Twin Peaks que, no por casualidad, se llama Picos Gemelos. Un objeto desdoblado. Para David Lynch y Mark Frost el crimen era un punto de partida para que entremos al pueblo junto al agente especial Dale Cooper (Kyle MacLachlan) aquel 24 de febrero a las 11:30 AM con un cielo cubierto de nubes. En ese punto imaginario que se ubica a 8 kilómetros de la frontera con Canadá y a 20 kilómetros de la frontera con el Estado. Sin embargo, el público se obsesionó con el hecho policial. Las paredes de ciudades de todo el mundo fueron intervenidas por grafittis que preguntaban “¿Quién mató a Laura Palmer?”. Y hasta el mismísimo David Bowie, en un recital sorpresa, anunció con sonrisa socarrona: “Yo sé quién mató a Laura Palmer”.
Vender la idea
Dos de las películas favoritas de David Lynch son Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950) y El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). Twin Peaks es la fusión exacta entre ambos films: un relato narrado a través de un cadáver (la parte policial) mezclado con un universo subterráneo que se ubica detrás del telón rojo de Black Lodge. Donde los sueños son el pasaje para pisar el piso blanco y negro que reúne a seres extraños y temibles que hablan al revés. Pero Lynch es un conjunto de gustos y caprichos, y entre esos también se encuentra su fascinación por el cine erótico bien grasa, en particular el director Zalman King, escritor de Nueve semanas y media (1986) y director de Seducción de dos lunas (1988). Por esta última película conoció y eligió como una de las protagonistas de Twin Peaks a Sherilyn Fenn (Audrey, la hija del dueño del hotel del pueblo). Algunos de los actores elegidos eran estrellas de la clase B, como Robert Wise (RoboCop), y otras eran de actrices de culto de los años 60 y 70: Peggy Lipton (Patrulla juvenil) y Piper Laurie (la madre aterradora de Carrie). La excepción eran los actores históricos de Lynch: Jack Nance (quien trabajó con el director hasta el día que murió) y Kyle MacLachlan, protagonista de Duna y Terciopelo Azul, que volvería a ser el centro del relato en Twin Peaks. Su personaje, Dale Cooper, aparece en el episodio 0 (el piloto) estrenado el 8 de abril de 1990 recién a los 36 minutos del relato, luego de que Mark Frost y David Lynch nos presenten a un puñado de personajes que aún no sabemos que vamos a adorar. “Nunca había visto tantos árboles”, reflexiona Cooper en voz alta para que su pensamiento sea atesorado por su fiel grabador. “¿Qué clase de árboles fantásticos crecen aquí?”, le pregunta con entusiasmo Cooper al Alguacil Truman apenas lo conoce, antes de entrar a la morgue. “abeto de Douglas”, responde desconcertado con el carácter alegre del agente del FBI.
El piloto de 94 minutos tuvo una versión para Estados Unidos y una extendida de dos horas para vender en video a Europa. El piloto internacional era una versión realizada para estrenar como telefilm en caso de que no aprobaran la realización de la serie. En la última parte se resolvía quién era el asesino de Laura Palmer, dándole un cierre sin continuadad. Por suerte, ABC aceptó, sin demasiada seguridad, producir 7 capítulos con un costo de $ 1.1 millones cada uno. La primera vez que se mostró el piloto fue en septiembre de 1989, en el Festival de cine de Telluride. La revista Connoisseur publicó en su portada a Twin Peaks con la frase “la serie que cambiará la televisión para siempre”. Uno de los críticos que asistieron a esa función fue el periodista Tom Shales, quien escribió en el Washington Post: “Twin Peaks no es solo una visita a otra ciudad, es una visita a otro planeta”. Por supuesto hubo quienes aseguraron con soberbia que nadie iba a querer ver un programa tan extravagante.
Al año siguiente, unos meses antes del estreno oficial en televisión, proyectaron el piloto en el Museo de Radiodifusión de Hollywood. “No creo que tenga posibilidades de tener éxito. No es comercial, es radicalmente diferente de lo que nosotros, como espectadores, estamos acostumbrados a ver”, dijo el analista de medios y ejecutivo de publicidad Paul Schulman. Lo cierto es que en algo tenía razón: Twin Peaks es una obra radicalmente diferente de lo que nosotros, como espectadores, estábamos acostumbrados a ver. Y eso fue lo más maravilloso de la indescriptible experiencia de chocarnos con ese pueblo de 51.201 habitantes. Nada volvió a ser igual después de conocer a Log Lady y los mensajes de su pequeño tronco (Catherine E. Coulson), al tierno oficial Andy Brennan (Harry Goaz), a la mujer del parche Nadine Hurley (Wendy Robie) y a la dulce telefonista Lucy Moran (Kimmy Robertson).
Mark Frost y David Lynch presentaron el proyecto a ABC en 1988, durante la huelga de guionistas del Writers Guild of America. Tenían solo 10 minutos para vender la idea a uno de los directores del canal, Chad Hoffman. El concepto que le transmitieron era una trama policial cruzada con una Soup Opera (nuestro equivalente a la novela de la tarde). El ejemplo más famoso es Los días de nuestras vidas: una novela con más de 50 temporadas, habitada por personajes que guardan todos un secreto. Donde un conflicto principal le va otorgando espacio a decenas de otros nuevos. El gancho era el enigma de quién mató a Laura Palmer, pregunta que Hoffman entendió tomaría menos peso con el correr de los capítulos para poner en foco la historia que envuelve a cada habitante de Twin Peaks. Frost se ocuparía de ponerle voz a los personajes más charlatanes y Lynch se centraría en su alter ego: el agente especial Dale Cooper, y los otros agentes del FBI. ABC les dio $ 1.8 millones para filmar el piloto donde conoceríamos la adicción de Cooper por las donas de jalea y su preocupación por encontrar un hotel bueno, sencillo y económico. Un piloto que luego sería nominado para seis premios Emmy de los cuales se llevó dos: mejor diseño de vestuario (Patricia Norris) y mejor edición (Duwayne Dunham). En los últimos minutos del episodio 0, Cooper mira a los habitantes del pueblo y les dice: “Es posible que la persona que cometió estos crímenes (el de Teresa Banks y Laura Palmer) sea de este pueblo. Tal vez, incluso alguien que conozcan”. ¿Hay algo más aterrador que descubrir que convives con un asesino?
Accidentes extraordinarios
A fines de los años 80, David Lynch y Mark Frost escribieron el piloto de la serie a distancia, unidos por un muy antiguo software de trabajo. Frost escribía en una pequeña MAC de 512K desde Los Ángeles y Lynch compartía la pantalla en algún punto de Nueva York. “Fue como cuando Alexander Graham Bell descubrió el teléfono, el hecho de que podía sentarme allí a escribir en Los Angeles y las palabras aparecerían en su pantalla en Nueva York. Como si estuviéramos hablando por teléfono. Recuerdo que David exclamó: ‘¡Holly Cow!’”, contó jocoso Frost en una entrevista. Quien venía de escribir la legendaria serie Hill Street Blues (1981-1987). La primera idea que compartieron es hacer un relato sobre una chica asesinada. Con el correr de los años corrió el rumor que en principio ambos querían hacer una serie sobre cómo murió Marilyn Monroe. Nada de eso pasó, pero el interés de Frost y Lynch en el tema queda confirmado cuando en el capítulo 1 de Twin Peaks Cooper le dice a su grabador: «Diane, volví a pensar en ello esta mañana. Hay dos cosas que siguen inquitándome… no solo como agente del FBI sino también como ser humano. ¿Qué sucedió en realidad entre Marilyn Monroe y los Kennedy? ¿Y quién le disparó a John F. Kennedy?”. La gran sombra de Norteamérica.
Si bien David Lynch es obsesivo en sus detalles, muchas decisiones de Twin Peaks fueron simples (o no tanto) hallazgos. El origen de Bob como el ser siniestro del pueblo sucedió por accidente: Frank Silva era el decorador del set de filmación. Fue durante una toma en la casa de los Palmer, justo cuando Sarah (Grace Zabriskie) llama a su hija para desayunar. Lynch estaba cerca del ventilador de techo que gira demasiado lento y Silva se encontraba dentro de la habitación de Laura acomodando los objetos. Lynch temió que la cámara capte la imagen de Silva, entonces le gritó “será mejor que salgas de allí, te va a atrapar la cámara”. Apenas terminó de pronunciar esa frase se dio cuenta de que nada sería más terrorífico que ese posible error. Lynch no lo dudó ni un segundo: le pidió al decorador que abandone por un momento su tarea y baje a la planta baja para ubicarse cerca de la cama. La orden fue que se agache y espíe a Sarah Palmer por los barrotes de hierro. 30 años después, nunca olvidamos ese rostro aterrador, a través del punto de vista de la madre de Laura, que nadie esperaba ver. Así nació ese personaje al que Lynch pedía, en cada aparición, que se pare delante de la cámara con su ropa de aquel primer día. «Siempre me llamaban a último momento y me decían: “Frank, David te quiere aquí en el set”, contó Silva en una entrevista, en 1993. Ni él ni los demás actores sabían muy bien para dónde iba a ir ese personaje en la serie. Tampoco Lynch y Frost. Un par de años antes de que fallezca, murió muy joven en 1996 luego de trabajar en el equipo de Corazón salvaje (1990), le preguntaron a Silva si aún lo reconocían en la calle como el aterrador Bob. Afirmó que claro que sí. “¿Eso se ha vuelto molesto?”, le repreguntaron. “No, me siento halagado. Es un cumplido”, contestó. Hasta el día de hoy no existe película de terror que nos inquiete más que las apariciones de Frank Silva. Un miedo visceral que ni siquiera los más valientes y orgullosos niegan experimentar.
Una melodía hermosa para envolver el dolor
Angelo Badalamenti fue una pieza fundamental para construir y transmitir la identidad de Twin Peaks (el pueblo y la serie). Lynch venía de trabajar con él en Terciopelo Azul, y juntos con Badalamenti habían producido el primer álbum de la actriz y cantante estadounidense Julee Cruise. Aquel disco contenía una canción muy especial: Falling. Cruise puso la voz y Badalenti la música. Al año siguiente, Lynch editó parte de los créditos iniciales de Twin Peaks, eligiendo poner una versión instrumental de Falling. “Angelo, este es el título. Esta es la identidad de Twin Peaks”, le dijo Lynch cuando lo tomó de sorpresa mostrándole que usarían su música para presentar a la serie. ¿Qué tiene de especial esa melodía que logra ser tan hermosa y penetrante? Badalamenti recibía cartas de toda clase de músicos importantes preguntándole qué era realmente esa música, cómo estaba ejecutada. Porque no hay sintetizador que tenga ese sonido, y es demasiado bajo para ser una guitarra eléctrica. Lynch y Badalamenti guardaron el secreto por años, hasta que un buen día revelaron el enigma: se trataba de tres notas, logradas con una combinación de un sampler del guitarrista Duane Eddy y un sonido de sintetizador, reproducido una octava por debajo de como realmente era. Luego lo superpusieron con un sonido de guitarra muy bajo. Cuentan que no dijeron nada antes, porque no querían que nadie más lo usara.
Badalamenti compuso cinco temas para Twin Peaks, siempre usando su teclado Fender Rhodes, el que hoy tiene casi todas las teclas rotas. El primer tema que escribió para la serie es el de Laura Palmer. Lynch le transmitía una situación en unas pocas frases y solo con eso Badalamenti podía descubrir la atmósfera. “Dame un título, tal vez una o dos líneas, y eso es suficiente para componer una pieza musical”, le dijo al director. Lynch se sentó a su lado y le describió suavemente al oído a una niña solitaria que salía del bosque, y los sicómoros que soplaban con calma en el viento. Badalementi comenzó a hacer sonar su teclado mientras Lynch expresaba “Oh, Angelo, estamos en el bosque oscuro, eso es bueno, eso es bueno. Toca más lento. ¡Toca más lento!”. Lynch derramó un par de lágrimas por lo bella que sonaba esa melodía, y lo miró a Badalamenti y le dijo: “Angelo, captaste todo el estado de ánimo de Twin Peaks”.
Uno de los temas más icónicos de la serie es Dance of the Dream Man, la música donde Michael J. Anderson hace su tan recordado baile sobre el piso blanco y negro. Lynch le pidió a Badalenti que componga una pieza más rítmica. Una canción con un ambiente de jazz y blues. Así Badalamenti llamó a un amigo saxofonista, AL Regni, quien improvisó con el saxogón arriba de la pista básica con ritmo, piano, bajo, batería, vibraciones y guitarra que tenía Badalamenti. Hace varios años el compositor contó que tienen una forma muy especial de trabajar con Lynch. “Siempre me siento tan culpable porque componer todos sus proyectos a lo largo de todos estos años ha sido muy fácil. Es sin esfuerzo. Nunca tuve que sudar, nunca tuve que trabajar duro. Puedes irte a la cama esa noche y decir, lo escribí, está hecho, eso es todo. No es como trabajar con otros directores. Cuando David dice algo, eso es todo, no cambia de opinión. Él sabe».
A tres décadas del milagro
La pasión por Twin Peaks no cesa: el piloto desencadenó en dos temporadas (la segunda en 1991) y una película que funciona como precuela de la serie, Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992). Amada por algunos y odiada por tantos otros por mostrar con morbosidad todo aquello que la serie no hizo. Al termino de la segunda temporada Twin Peaks ya se había convertido en un fenómeno con toda clase de merchandising. Entre otros objetos, los más famosos fueron el diario íntimo de Laura Palmer (escrito por la hija de David Lynch, Jennifer Lynch), el audiolibro The Secret Story of Twin Peaks (escrito por Mark Frost) y hasta la autobiografía de Dale Cooper: My life, My tapes, escrito por el hermano de Mark Frost, Scott Frost..
Pero nada era suficiente: en estos 30 años salieron buzos, tazas, llaveros y toda clase de accesorios. Lo más insólito fue un muñeco Funko Pop del cadáver de Laura Palmer envuelto en la bolsa de plástico. Un producto que obviamente provocó repudio por lucrar con la imagen de un femicidio. En sucesivas ediciones del dvd y Blu-Ray se fueron revelando escenas cortadas y material inédito. Y como si hubiera estado todo planeado, la promesa que le hace Laura Palmer a Cooper, ese volveremos a vernos en 25 años, se hizo realidad en 2017. El estreno del regreso de Twin Peaks, distribuido en Latinoamérica por Netflix, nos trajo 18 episodios nuevos y, lo que es más importante, un reencuentro con los actores y personajes más entrañables. El cierre que se merecía Twin Peaks.
El 8 de abril de 2020 Twin Peaks cumplió 30 años. Y, como nos tiene acostumbrados el universo creado por Mark Frost y David Lynch, nunca se acaba. El protagonista que le dio cuerpo y voz al Agente especial Dale Cooper, Kyle MacLachlan, hoy con 61 años, convocó a todos los fans a presenciar un encuentro y charla entre él y Mädchen Amick (la mesera Shelly Johnson), en Instagram Live. Una forma también de quedarnos en casa y acompañarnos en la cuarentena desde distintas ciudades alrededor del mundo.
La cita fue a la 1:20PM de Los Ángeles, 17:20 PM en Argentina. La cuenta regresiva funcionó desde temprano en una story de Instagram de MacLachlan, a la que seguí de cerca por miedo a llegar tarde. Ambos aparecieron con ropa de entrecasa, cada uno tomando su café en una taza de Twin Peaks. “Tomo entre 6 y 8 tazas de café por día”, confesó MacLachlan etre risas. El diálogo gracioso y emotivo acerca de cómo fue ser parte del piloto que hoy cumple tres décadas duró 30 minutos.
“¿Qué hizo a Twin Peaks el fenómeno que es?”, se preguntan en voz alta. “La serie fue tan popular por su maravillosa narrativa”, reflexionan. MacLachlan le pregunta a Amick si se imaginaba que tendría un romance con Gordon (el personaje interpretado por David Lynch). Ella se tienta y cuenta que jamás lo hubiera pensado, que se enteró leyendo el guion.
Los momentos más significativos de la charla fueron cuando se preguntaron el uno al otro cuál era su parte favorita del piloto. “No puedo elegir una sola cosa. El piloto es un todo porque rompió todas las reglas”. Amick cuenta que en un momento de la filmación se detuvo a observar la gasolinera y cómo el humo iba saliendo lentamente. Fue ahí donde se percató de lo afortunados que eran en poder tomarse el tiempo que necesitaban para contar esa historia que se detiene en los procesos lentos de un aserradero o una estación de policía. El pensamiento que tuvo fue instantáneo: O esto cambia la televisión para siempre o será un fracaso total, sin punto medio.
MacLachlan narró con ojos brillantes lo que sintió al leer por primera vez el guion del piloto. Su enganche con el Agente Especial Dale Cooper fue inmediato, feliz porque era consciente de la gran oportunidad que era para un actor interpretar a ese personaje tan extraño. Un personaje que tenía muchas cosas suyas, de su personalidad y forma de ser. Algo que los guionistas fortalecerían con el correr de los episodios. Antes de finalizar el encuentro virtual, MacLachlan y Amick relataron una anécdota muy hermosa: recordaron cómo David Lynch les sacaba sin parar fotos polaroid durante el rodaje y los descansos. Ambos guardan varias de esas fotos tomadas entre 1989 y 1991.
MacLachlan atesora una muy particular: una foto polaroid junto a David Bowie, quien visitó alguna vez el rodaje. Pasaron 30 años de la grabación del piloto. Sin embargo, al igual que el Agente Especial Dale Cooper, y Kyle MacLachlan, nunca nos fuimos de Twin Peaks. Porque Twin Peaks no es solo un lugar: es una forma de ver y atravesar lo más bello y horroso de la humanidad.
Fuente: Infobae