En ese sentido, la película puede emparentarse a 22/11/63, de Stephen King, una novela ucrónica que se pregunta qué hubiera pasado si alguien detenía a Lee Harvey Oswald y John Kennedy seguía vivo. Pero que además intenta develar otro de los misterios no resueltos de la historia norteamericana: quién mató a JFK, o quién estuvo detrás de su asesinato. La analogía no es caprichosa: a Hoffa llegaron a involucrarlo en el detrás de escena del asesinato del presidente de Estados Unidos.
Esta vez, Scorsese vuelve a los 70 de la mano de su actor fetiche Robert DeNiro (Taxi Driver, de 1976, la película que cuenta la historia de un ex combatiente de Vietnam que maneja un taxi en las mojadas noches neoyorquinas, está ambientada en esa década), antes de que Leonardo Di Caprio lo reemplazara. Y nuevamente, DeNiro tiene el papel protagónico, como Frank «El irlandés» Sheeran, el asesino a sueldo que confesó haber matado a Hoffa. Volvieron a trabajar juntos en New York, New York (1977), Toro salvaje (1980), El rey de la comedia (1983), Buenos muchachos (1990), El cabo de miedo (1991) y Casino (1995).
En cambio, nunca antes Scorsese había dirigido a Al Pacino, que en The Irishman interpreta al líder sindical y que «no» actuó con DeNiro en El Padrino II, de otro de los grandes directores ítalonorteamericanos, Francis Ford Coppola. No se cruzaron aunque sí compartieron pantalla en esa película icónica (la que rompió la regla de que segundas partes nunca son buenas, y mucho menos mejores), situada en dos tiempos, y en la que DeNiro interpretó el papel de Vito Corleone joven, y Pacino, el de su hijo Michael, años después. Recién en 1995, Michael Mann los reunió en Fuego contra fuego. Y en 2008, volvieron a trabajar juntos en Frente a frente, dirigida por John Avnet.
El elenco incluye a Joe Pesci (Buenos muchachos) en el papel del mafioso siciliano Russell Bufalino; Harvey Keitel (Taxi driver) como Angelo Bruno, otro mafioso; Ray Romano, como el abogado Bill Bufalino; Anna Paquin, como Peggy Sheeran, la hija del Irlandés. El guión es de Steven Zaillian (Los hombres que no amaban a las mujeres, American Gangster). La película está basada en el libro I Heard you Paint Houses (Escuché que pintás casas), de Charles Brandt. Una frase que pronuncia Hoffa (Pacino) desde el otro lado de la línea, en la conversación telefónica con «El irlandés», antes de preguntarle:
¿Te gustaría ser parte de esta historia, Frank?
Y la respuesta de Sheeran (DeNiro)
Sí, me gustaría. Estoy disponible para lo que necesites.
Un diálogo que prefigura una posible traición por parte del que será el asesino confeso.
El propio Scorsese (nacido en Queens, Nueva York, en 1942, hijo de un actor y de una actriz que además trabajaban planchando o cosiendo ropa) tiene un rol en The Irishman, como un personaje poderoso, algo más que un cameo al estilo de su maestro Alfred Hitchcock. Las apariciones del director de El lobo de Wall Street (2013) son frecuentes en sus películas, y suelen ser breves, a veces incluso solo es su voz. O fugaces, casi inavertidas, como un hombre en un bar en Alicia ya no vive aquí (1974), o un jugador de billar en El color del dinero (1986). En algunos casos se emparentan con su profesión, como la de director de televisión en El rey de la comedia (1982), fotógrafo en La edad de la inocencia (1993), responsable de iluminación en Después de hora (1985). Otras, como el pasajero paranoico en Taxi Driver o el jefe en un cabaret en Toro salvaje.
Netlix apostó todas sus fichas a un proyecto demorado por más de cinco años a causa del presupuesto, que se había elevado de 125 millones de dólares a 140 millones debido en gran parte a los efectos visuales necesarios para rejuvenecer treinta años a DeNiro, Pesci y Pacino en algunas escenas, ya que la película abarca varias décadas (mucho menos tecnología y costo insumieron las plataformas en los zapatos de DeNiro, para acercarse a la altura del personaje real: Sheeran medía 1.93). La película terminó costando 175 millones de dólares, convirtiéndose en la más cara de la filmografía del director.
Pero al margen de cifras y datos duros, al margen incluso de la maquinaria al servicio de la promoción de semejante tanque, vale preguntar. ¿Por qué nos gusta tanto Scorsese? Y: ¿por qué genera tanta expectativa esta película en particular?
¿Verlo dirigir a Al Pacino por primera vez? ¿A DeNiro y Pacino juntos? ¿Y jóvenes otra vez, volviendo a ser «lo que eran»? Tal vez. Seguramente también pesa el tratamiento que sabemos que Scorsese puede darle a una película sobre la mafia. Lo hizo magistralmente en Buenos muchachos. No solo por la historia que contó, como «desde adentro», sino también por el vértigo de la historia, su ritmo. Volvió a hacerlo en Los infiltrados (2006), donde se metió con el género policial y que le valió dos Oscars, mejor director y mejor film.
Martin Scorsese es un contador de buenas historias, pero además, un creador de ritmos. No por nada hizo Shine a light, el documental sobre los conciertos de los Rolling Stones en Nueva York en 2006. O los que realizó sobre Bob Dylan y George Harrison. Y si de mafia y de rock se ocupó, también su mirada crítica sobre el poder y los márgenes, los restos que deja el sistema, los efectos de las guerras lejos del lugar de los hechos, y el tratamiento de la inmigración en distintas épocas (de los irlandeses ya se ocupó en Pandillas de Nueva York, con Daniel Day Lewis), hacen que su filmografía se recorte como única y distinta. Desde esos lugares, habla de amor y de frustración, de esperas y desilusiones, y hace que sintamos esas experiencias como propias, o posibles. Scorsese puede viajar a través de los siglos y de las décadas con facilidad (tan lejos como para haber dirigido La última tentación de Cristo; tan cerca como su episodio en la película colectiva Historias de Nueva York, sobre un pintor atormentado, con Nick Nolte y Rosanna Arquette). Y lo cuenta como si todo, esos hombres y esas mujeres, estuvieran cerca. Como si el peligro no hubiese pasado.
Pero además, o por eso mismo, lo que puede interpelar de un modo particular a futuros espectadores argentinos de The Irishman es el misterio de una desaparición.
Se nombre que parece haberlo predestinado: James Riddle Hoffa (donde Riddle significa enigma) desapareció el 30 de julio de 1975 después de haber ido a una cita en un restaurante con dos jefes de la mafia, en Detroit, que nunca se presentaron. Su auto estaba estacionado afuera, con las puertas abiertas. Después de esa noche, nadie más lo vio. Fue declarado muerto recién siete años más tarde, el 30 de julio de 1982. Aunque no se encontraron sus restos (que llegaron a buscar en tres casas, en lagos y en el estadio de The Giants), años más tarde Frank Sheeran, un asesino a sueldo al que se le atribuyeron más de 25 homicidios, confesó haberlo matado de dos disparos. Como sea, técnicamente Hoffa es un desaparecido. Su hijo, James Phillip Hoffa, heredó el cargo en el sindicato.
La película de Scorsese no es la primera que cuenta su vida. En 1992, Danny De Vito dirigió la biográfica Hoffa, con guión de David Mamet, Jack Nicholson en el papel del sindicalista y De Vito en el de su mano derecha, Robert «Bobby» Ciaro.
¿Pero quién era Jimmy Hoffa?
Nació en Brazil, Indiana, en 1913. Su padre murió joven y a los 14 años Jimmy tuvo que salir a trabajar. En 1932 ya se había ganado fama como un militante activo en las luchas sindicales y fue afiliado al gremio de camioneros, los célebres Teamstears, que Hoffa transformaría en el sindicato más poderoso del mundo.
Fue conocido por organizar quick strikes (huelgas relámpago), y por armar una red financiera con organizaciones mafiosas. Su carrera lo llevó a la presidencia del sindicato. Fue perseguido por los Kennedy, particularmente por Robert, que, como Fiscal General, elevó cargos por sus conexiones con la mafia. En 1964, Hoffa fue sentenciado a ocho años de prisión por intento de soborno, fraude y uso inapropiado de los fondos del sindicato (como, por ejemplo, aportes para construir Las Vegas). Cumplió parte de su condena en la prisión de Lewisburg, en Pennsylvania. Hasta que en 1971, el entonces presidente Richard Nixon conmutó su pena.
Cuatro años después, Jimmy Hoffa desapareció. Estaba escribiendo sus memorias. Hoy, Martin Scorsese cuenta la historia.
Fuente: Infobae