Fue una ‘chica Olmedo’, una de las mujeres más deseadas de los ‘80 que se destacó en películas, obras de teatro y comedias televisivas picarescas. Hoy, a los 65 años, la vida de Susana Romero transcurre en su casa de San Isidro, disfruta de sus hijas, las mellizas Calanit y Nicole, de 30 años, y se recupera de un problema de salud que tuvo durante la pandemia y la obligó a pasar cuatro veces por el quirófano: tiene cinco stent en el corazón, dos en una pierna y uno en la otra.
En una charla íntima, la actriz cuenta cómo es su día a día, habla las experiencias místicas que vivió, del difícil divorcio con el padre de sus hijas, Abel Jacubovich, de su romance con Guillermo Vilas y también recuerda a Alberto Olmedo y revela por qué se alejó del medio. “Ya no estoy para ningún proyecto más. Lo único que hago es tratar de disfrutar a mis hijas el tiempo que pueda, y me ocupo de grabar y editar todos los videos que me interesan y me gustan en YouTube, por eso tengo mi propio canal. Tenía un montón de proyectos, pero con la pandemia y mis problemas de salud, fueron para atrás. Tenía pensado vender esta casa en la que nacieron y crecieron mis hijas e irme a vivir a Europa con ellas, pero no puedo”, asegura.
-En plena pandemia te operaron del corazón, ¿cómo estás ahora?
-En el 2020 tuvieron que operarme del corazón porque tenía el 87 por ciento de las arterias tapadas. Tardaron mucho en descubrirlo porque me dolía todo el cuerpo, pero nunca pensaron que fuera el corazón. Creían que era la columna, hasta que di con un médico que detectó que era un tema de arterias. Pasé cuatro meses con muchísimo dolor. La primera operación duró seis horas, y fue muy bravo. Al año me operaron otra vez, y después dos veces más. Tengo cuatro operaciones del corazón y las arterias; tengo cinco stent en el corazón, dos en una pierna y uno en otra. Todavía me estoy recuperando, porque hasta ahora no me siento bien. No logran destapar del todo las arterias, y al tiempo vuelven a taparse. Pero no es porque yo haga algo mal, sino que es el estrés.
-¿Cómo te sentís hoy?
-Es muy doloroso, más que nada las piernas. Trato de caminar todo lo que puedo y voy y vengo, pero quedo cansadísima, sin energía. Estoy muy limitada. Y es el estrés, porque soy vegana y es lo que no podían entender los médicos. Yo no fumo, no tomo y hace 25 años que soy vegana.
-Una pionera de la vida sana…
-Empecé siendo vegetariana. En las charlas de la Unión Vegetariana Argentina me di cuenta de lo que hace el ser humano: sacrificar animales para comerlos. Y lo que más amo en mi vida son mis hijas y los animales. Hay que tomar conciencia, soy proteccionista, rescatista y defiendo los derechos de los animales. Debo decir que eso también me hizo bolsa el corazón porque se sufre mucho. Soy hiper sensible y siempre tuve mucha fuerza y energía, pero ver lo que algunas personas les hacen a los animales es tremendo.
-¿Cómo están tus hijas?
-Hermosas. Cuando nacieron mis hijas dejé de trabajar durante cinco años para dedicarme completamente a ellas. Hoy tienen 30 años. Nicole vive en Andorra con su marido, y se ocupa de las cosas que dejó su papá junto con Calanit también, que vive en Buenos Aires y estudia para ser paramédica. Y estudió tanatoestética, además.
-¿Sos abuela?
-¡No! Ninguna de las dos quiere tener hijos… Y yo tengo unas ganas de ser abuela (risas). Quizá alguna de las dos se arrepiente.
-¿Cómo es tu día a día?
-Me hace mucho bien pintar, pero con estos temas de salud no tengo animo; quiero pero no puedo. Disfruto mi jardín, los pájaros que vienen en bandadas a comer y yo les pongo nombre a todos.
Su experiencia mística
-Hace algunos años contaste que tuviste una experiencia mística, cuando se te apareció la virgen. ¿Te sucedió otras veces?
-Soy una persona muy espiritual, no me gustan las religiones porque son sectarias y en vez de unir, dividen. Tengo mucha fe, desde que nací. Y a Jesús lo tengo dentro de mi corazón. Hice un pequeño altarcito a la virgen en mi casa, con una imagen de la Medalla Milagrosa que me regaló un tío, que se dedica a hacer imágenes para las iglesias. Un día recibí un mensaje de la voz muy hermosa de una mujer, y no lo escuché al oído sino en el centro de mi corazón. Me dijo que tenía que dar el mensaje a todos, que recen el rosario a partir de la hora del crepúsculo; me dijo también unos días, pero no los revelé porque creo que eso tiene que sentirse. También empecé a rezar el rosario en mi casa, y a ver imágenes.
-¿Cuándo sucedió todo eso?
-Alrededor del 2007. Sé que son cosas difíciles de entender y hasta el día de hoy no encontré a nadie que me lo explicara. La primera vez que se me aparecieron imágenes fue en Campo del Cielo, en Capilla del Monte. Y en mi casa me sucedió cuando estaba frente a mi computadora: de pronto agarré mi cámara de fotos y salí al jardín. Eran las seis de la tarde y no asocié que la Virgen me había hablado del crepúsculo. Empecé a sacar fotos y cuando las vi, no lo podía creer: había una energía blanca que me cubría a mí y a toda la casa. Quise tocarla y me dio un shock de electricidad que me tiró a cuatro metros, pero no me asusté y volví a la carga y ya no me dio ese shock. Al poco tiempo la gente se enteró y mi casa se transformó en una romería; querían venir a rezar el rosario acá pero no quise abrir las puertas porque no los conocía.
-¿Seguís rezando el rosario hoy?
-No, pero hago mi oración todas las noches. Y de vez en cuando rezo el rosario. Cuando me dio su mensaje, la virgen dijo que la oración era la única arma que íbamos a tener para cuando llegaran los días terribles. Y me doy cuenta que todo se está cumpliendo y que nuestro planeta está en plena tribulación. Todo tiene que terminar para volver a empezar. En una oportunidad fui a un sanador, Lotito, y le pregunté qué me pasaba porque se me aparecían seres de luz en mi casa, desde siempre. Me respondió que yo tenía videncia, que era médium y que tenía que abrirme. Pero no lo hice porque los medium se comunican con gente que ya no está y no seguí investigando eso. De todos modos, me siguieron pasando cosas, buenas y malas, y mi fe me ayuda a lidiar con todo eso.
-¿A qué cosas malas te referís?
-Me mandaron cosas horribles, de brujería. Un espanto. Sé que la gente me quiere y nunca tuve problemas con nadie, pero hay gente mala. Espiritualmente los humanos tenemos un lado de luz y otro oscuro. Y en vez de incrementar esa luz, nos tornamos cada vez más oscuros. Por eso hay tantos crímenes, abusos…
-Contaste alguna vez que sufriste abusos…
-A los 4 años sufrí abuso por parte del marido de la hermana de mi papá. Es algo que nunca más va a desaparecer, y hasta el día de hoy tengo flashes y es tremendo. No me acuerdo de todo, por suerte. No tuve una niñez buena y jamás pude contarles esto a mis padres porque el tipo venía siempre a mi casa. Y si yo le gritaba o le decía algo, mi papá sacaba el cinturón para pegarme. Entonces, me escondía debajo de la mesa o me encerraba en el baño. Lo cuento en el libro El amor después de la pena.
-¿Y sufriste acosos también?
-(Risas) El mundo era otro, pero a las mujeres siempre nos pasaron las mismas cosas y los hombres siempre fueron iguales. Empecé a trabajar a los 14 años y me aguanté muchas cosas, pero toda la vida sentí que tengo una protección. Muchas veces quisieron abusar de mi y siempre hubo algo que hacía que no sucediera. Y muchas veces estuve al borde de la muerte también; sufrí accidente automovilístico y hace poco casi se incendia el techo de mi casa por una instalación mal hecha. Sé que estoy protegida, y lo siento, además. Es como una mano en el pecho que me conforta, una voz que me dice que va a estar todo bien.
-¿Cómo entraste al mundo del espectáculo?
-Empecé a trabajar a los 14 años, bailando en Alta tensión, y era muy consciente de que lo que hacía servía para llevar dinero a mi mamá y mi papá. Nunca se me subió la fama a la cabeza, ni el ego, y no me sentí sobre un pedestal. Simplemente cumplía con mi trabajo. A mi mamá le encantaba ese mundo y si hubiera podido, hubiese sido la reina de la milonga (risas). Yo en cambio era muy tímida, muy para adentro. De chica mis padres se iban a trabajar y me dejaban encerrada en casa, para que no me pasara nada. Pasaba mucho tiempo sola.
-¿Tenés hermanos?
-Mejor ni hablar. Tengo uno 8 años mayor, y yo veía cómo otros hermanos cuidaban a sus hermanitas y él no, porque no existía para él. No tenemos relación, casi; hace muchos años que vive en el sur. Y yo me hice cargo de mis padres toda la vida. Dejé la secundaria porque quise, para trabajar e hice lo que tenía que hacer: limpié vidrios, vendí ropa, cualquier cosa. Mi mamá me hacía la ropa, me vestía y me llevaba a todos los concursos habidos y por haber. Fui Miss Argentina en el ‘73 y también quedé seleccionada en el concurso de la novia de Sandro, en Canal 9, pero no me eligieron finalmente porque era más alta que Sandro (risas).
El recuerdo de Olmedo
-Fuiste una ‘chica Olmedo’, ¿qué recuerdos tenés de esos años?
-Los mejores recuerdos. Trabajé en una película con Alberto (Olmedo) y Jorge (Porcel) que hicimos para chicos, y siempre fueron dos caballeros. A Porcel lo conocí poco, en cambio con Alberto trabajé mucho y teníamos mucho en común también y decíamos que éramos dos payasitos, pero con lágrimas porque tuvimos infancias difíciles. Siempre venía a mi camarín y conversábamos mucho de sus cosas, de sus hijos, de la vida. Íbamos a comer muchas veces; era mi amigo. Él quiso tener algo más, pero yo no.
-¿Por qué?
-Yo no mezclo. A él le interesaba, pero a mi no.
-¿Cómo te llevabas con las otras ‘chicas Olmedo’?
-¡Bien! No había disputas y tampoco había tiempo para eso; trabajábamos muchísimo. Filmábamos, íbamos al teatro, hacíamos sketches en televisión en vivo. Tenía que haber camaradería porque sino, no se podía trabajar.
-Estabas haciendo teatro en Mar del Plata con Olmedo cuando falleció, ¿cómo lo viviste?
-La noche anterior lo habíamos dejado en el remis que nos pasaba a buscar con Beatriz (Salomón) y Divina (Gloria). Se nos cayó el mundo. Esa madrugada me llamó el Facha (Martel) y me lo dijo, y todos nos reunimos en la casa de Beatriz. Fue horrible. Nunca quise volver a Mar del Plata. Lo hice después de muchos años, para trabajar en teatro con Jorge Corona. Me había casado, había sido mamá, me había separado y tenía que seguir trabajando porque tenía dos padres y dos hijas que mantener. Y recuerdo que fue un verano complicado porque tenía que viajar a Buenos Aires cada vez que había una audiencia, porque el padre de mis hijas me hizo tres juicios de tenencia. Inexplicable, porque me dediqué a mis hijas y fui padre y madre, hasta el día de hoy.
-También hubo problemas con la herencia, cuando falleció tu exmarido…
-Ay, sí… Luché mucho con eso. Pero dios me ayudó que saliera todo a flote. Defendí la herencia por mis hijas. Yo estaba divorciada, pero quería que ellas tuvieran lo que les corresponde. Fue una vergüenza de la que no quiero hablar, por mis hijas. Cuando me separé, se borraron todos y la única que se portó bien y siempre fue buena persona fue la mamá de él, la abuela de las chicas.
-¿Volviste a enamorarte?
-No. Y es más, a veces mis hijas se enojan cuando les digo lo que siento, pero yo no estoy para andar disfrazando las cosas a esta altura de mi vida. Soy de una manera y no voy a cambiar. No sé si estuve enamorada en algún momento. Me casé y lo quería, por supuesto, y fue el padre de mis hijas y siempre lo voy a respetar por eso.
-Fuiste novia de Guillermo Vilas, ¿cómo fue esa relación?
-Sí, fuimos novios. Tengo recuerdos lindos. Estaba enamorada y no fue una relación fácil porque él viajaba mucho y acá no podíamos salir a ningún lado porque era muy famoso y lo asediaban todas las mujeres y a vos querían tirarte de un codazo (risas). Entonces estábamos todo el tiempo encerrados, pero yo tenía que seguir trabajando y cuidar a mis padres. A él le molestó mucho que hiciera la tapa de Playboy, y la relación se terminó. Se ofendió mucho; estábamos noviando y no habíamos hablado de casamiento, de hijos y de nada, pero cuando salió la revista me dijo que las fotos estaban muy lindas, pero cómo se las iba a mostrar a nuestros hijos (risas).
Un bicho de escenario
-¿Por qué dejaste de trabajar?
-Cambió mucha gente, ya no estaban las personas con la que estaba acostumbrada a trabajar, y no me sentía cómoda. De todas maneras, trabajé mucho en teatro en Carlos Paz, en Buenos Aires, y haciendo giras con Marido 4×4, con Emilio Disi, que tuvo mucho éxito. Lo último que hice fue hace cinco años, en una obra para chicos, Cenicienta, donde interpretaba a la madrastra. Y ahí me di cuenta que me hubiese encantado trabajar para chicos.
-¿Fue una decisión tuya alejarte?
-Por un lado fue una decisión mía y por otro lado, sentí que había mucha gente nueva y pasé a ser la ‘chica Olmedo’, y de eso no se iban a olvidar más. Entonces no me daban otro tipo de personajes.
-Te encasillaron…
-Exacto. Hice pequeños papeles en novelas con Facundo Arana, en Sos mi vida. Pero siempre era algo cortito. Me llamaron para hacer una obra con Cristina Del Valle y otras actrices importantes, pero abandoné justo antes de estrenar porque mi papá sufrió un ataque al corazón, se puso muy grave y tuve que ocuparme. No podía comprometerme con una obra de teatro.
-¿Te gustaría volver al teatro o la televisión?
-Yo soy un bicho de escenario. Me siento cómoda trabajando en teatro, en un estudio de televisión. Pero no tengo fuerzas para eso hoy. Pongo mucha energía, y me desmorono.
-¿Tenés apremios económicos?
-Estoy jubilada y tengo ahorros, porque trabajé toda mi vida. Y mis hijas me ayudan; heredé una parte de mi exmarido porque ellas me la dieron para que yo esté tranquila y no pensando en que tengo que salir a trabajar. Son buenas hijas (se emociona). No sé cuánto tiempo más voy a estar en este plano, pero el tiempo que me quede nunca voy a dejar de agradecer todo lo que han hecho por mí. Con mis padres fui igual, y ellas mamaron eso.
Fuente: Liliana Podestá, La Nación