Desde La reina del miedo, su opera prima como directora, en la que también actuaba, que no volvía a filmar. Las expectativas eran muchas, habida cuenta de que por aquella película, había ganado el premio a la mejor actriz en el prestigiosísimo Sundance Festival de los Estados Unidos. Ahora Valeria Bertuccelli regresa finalmente al cine, pero -pandemia mediante- al que ofrece la plataforma Netflix en los distintos dispositivos hogareños.
El estreno de su película número 23, El cuaderno de Tomy, en la que comparte escenas con Esteban Lamothe, Mauricio Dayub, Malena Pichot, Paola Barrientos, Mónica Antonópulos, Diego Gentile, Romina Ricci, Diego Reinhold y Beatriz Spelzini, entre otros intérpretes, será el martes 24.
Para su regreso actoral no se anduvo con chiquitas. Aceptó un papel soñado y riesgoso en iguales proporciones: el de María Marie Vázquez, la arquitecta de 43 años que con humor ácido compartió en Twitter el proceso de su enfermedad terminal (cáncer de ovarios con metástasis) a mediados de la década pasada; mientras que, a la par, escribía un amoroso diario destinado a su hijo Nippur (el que tras su muerte fue publicado en formato libro y se convirtió en un boom editorial). Sólo algunos nombres de la vida real fueron cambiados en la traslación cinematográfica de Carlos Sorín (responsable tanto de la dirección como del guion), el resto es prácticamente la historia tal cual sucedió. Emotiva, cien por ciento. Y aleccionadora, si se acepta a la muerte como parte ineludible de la vida.
¿Conocías el libro (El cuaderno de Nippur)? ¿Lo habías leído? ¿Qué te había pasado con él?
-No, no conocía la historia ni el libro. Cuando me contaron del proyecto y me dieron a leer el guion, a la vez les pedí el diario. Así que leí las dos cosas conjuntamente y me enamoré mucho del personaje y de la persona real, de Marie. La película está inspirada en su historia y el libro que le escribió a su hijo.
-Dado el penoso proceso que transita el personaje durante toda la película, ¿aceptaste desde el vamos sumarte al proyecto o lo evaluaste durante un tiempo?
-No, ¿sabés qué me pasó? Lo mío fue desde el vamos. Cuando me llamaron y me contaron de qué se trataba, yo justo estaba de viaje. Me dijeron que el guion lo había escrito Carlos Sorín y que él también la iba a dirigir. Eso ya me gustó porque siempre quise trabajar con él. Y, bueno, después estaba la historia, que si bien me parecía muy difícil de contar, me dieron muchas ganas de hacerlo. Me atrajo mucho el coraje de Marie y su luminosidad, había algo en ella que me despertaba un gran empatía. No me pude resistir.
-¿Y qué te pasó luego con la figura de Marie durante el rodaje? ¿Te costó desprenderte del personaje y su dolor luego de cada jornada?
-Mirá, fue rarísimo lo que pasó. El proceso de construcción del personaje fue largo y de todas las maneras posibles: física, emocional, espiritual, todo junto a la vez. Físicamente fui bajando bastante de peso. En total, llegué a adelgazar siete kilos. Empecé con mucho tiempo, para ir haciéndolo de a poco, y supervisada por un médico clínico y un nutricionista. En ese durante me encontré y tuve varias entrevistas con el médico que había atendido a Marie (y que en la película personifica Mauricio Dayub) para que me contara un poco de sus charlas y me fuera aportando el paso a paso de lo que le había sucedido físicamente.
-¿Te pusiste también en contacto con su familia? ¿Por ejemplo, con su esposo Sebastián?
-Sí, tuvimos un par de charlas por teléfono que fueron fundamentales para entender el espíritu de Marie. También tuve un encuentro con Vanesa, su mejor amiga. Pasamos todo un día juntas y hablamos un montón. Esos encuentros, los telefónicos y el presencial, me ayudaron a terminar de cerrar la idea que yo tenía, intuitivamente, sobre Marie. Lo que yo intuía y que ellos también me transmitieron tiene que ver con algo que ayer justamente le comentaba a Esteban Lamothe (quien interpreta a su marido): que para mí el género de la película es el punk amoroso. Ella tenía algo muy punk, en el sentido de que era siempre la verdad ante todo, pese a lo que pese, para bien o para mal: siempre la verdad. Pero a la vez todo era hecho y dicho con mucho amor. La prueba es que en un momento así, como el que le tocó vivir, le haya escrito el cuaderno que le dejó a su hijo. Paralelamente a esa pasión por la verdad y a toda su amorosidad, de repente mandaba un tuit con un chiste que no se podía creer. Era dueña de un humor muy negro y ácido.
-¿Esos vestigios de humor del personaje ayudaron a descomprimir la tensión en el rodaje?
-Totalmente, el rodaje estuvo muy teñido de eso. Yo iba preparada para algo mucho arrollador, pensé que iba a quedar mucho más hecha polvo y sin embargo lo que nos ocurrió a todos fue algo distinto. Todos los actores que entrábamos cada día al set, con personajes más grandes o más chiquitos, decíamos lo mismo: que había algo muy especial en el ambiente, de muchísima profundidad, por lo cual estábamos emocionados, pero a la vez nos podíamos reír.
-¿Y qué te sucedió cuando terminaste de rodar la película?
-Quedé muy impregnada de otra mirada de la vida. Terminamos de filmar en noviembre y al toque vinieron las fiestas y las vacaciones y las transité con otra intensidad. ¿Cómo explicártelo? Una vez escuché una charla TED que brindó su marido, donde decía algo que es muy hermoso y que me parece una metáfora sobre Marie: que la muerte de ella fue como una supernova, que en el momento de apagarse explota e ilumina todo. Que alguien que se está yendo del mundo pueda ser tan creativo me parece algo realmente envidiable. Algo que me impresionó mucho de ella es que siempre hablaba de la aceptación. Una vez le preguntaron si ella ejercía el humor como defensa y contestó que no, sino como una manera de aceptar lo que le tocaba. En general tenemos como idea de aceptación el bajar los brazos, el rendirse, pero para ella era algo diferente. Es como el ejemplo de la ola gigante, que de golpe aparece y vos tenés que elegir entre aceptarla, dejarte llevar y surfearla, o ponerte duro, sufrir que te golpee y te parta. Esa visión de cómo aceptar lo irremediable me tocó.
-¿Modificó tu idea de la muerte?
-Me hizo pensar mucho en la muerte de mi viejo, que se murió muy pendejo, a los 42 años; y en cómo pueden ser las muertes… Hoy pienso que las muertes pueden ser de otras maneras, como que existen otras maneras de vivir la muerte, diferentes a las que todos conocemos.
-¿Más creativas y menos dramáticas?
-Exacto. Eso me gustaría que me sucediera a mí.
-La película está basada en un caso real. ¿Eso entrañó necesariamente una mayor responsabilidad a la hora de interpretar el personaje?
-Yo sentí una gran responsabilidad. Más allá de la interpretación y de todo lo físico que había que hacer, lo que más me preocupaba era no traicionar el espíritu de Marie. Todos sabíamos que ella había sido muy fuerte y que nunca había llorado, por ejemplo. Y en ese sentido yo fui muy fiel a su conducta. Además lo que me emparentaba con ella y me obligaba a ser aún más fidedigna era que éramos contemporáneas. Cuando leí El cuaderno de Nippur descubrí que la música que ella escuchaba era la misma que hoy escucho yo. Me sentí muy cercana a ella y eso me dio una mayor responsabilidad.
-¿Este es tu trabajo más comprometido hasta ahora?
-Siento que sí. Por distintas cosas el de La reina del miedo también fue muy comprometido. Porque al ser también directora del proyecto tenía una gran responsabilidad sobre mis espaldas, me sentía muy responsable de poder cumplir todo lo que me había propuesto lograr. Pero como actriz, sí, sin dudas y de lejos, este es mi trabajo más comprometido.
-Antes dijiste que, como parte de tu acercamiento a la historia y al personaje, te habías puesto en contacto con Sebastián Corona, el marido de Marie. ¿Y con Nippur?
-No, me pareció algo invasivo. Ni lo consulté. Mi intención fue cuidarlo y protegerlo.
-Además de hablar con el médico personal de Marie, ¿hiciste algún searching presencial para entender mejor el proceso que conlleva una enfermedad terminal? ¿Visitaste clínicas, tomaste contacto con pacientes?
-Sí, le pedí a mi médico clínico, que trabaja en hospitales, acompañarlo en sus recorridas y conocer pacientes. Obviamente fue algo muy movilizante.
-¿La idea de raparte la cabeza fue una prerrogativa de la producción o una decisión tuya?
-Me lo fueron sugiriendo con cuidado: «…y bueno, el pelo, la cabeza, la verdad es que sería ideal porque si no, bueno, está la opción de usar una calva, pero…» (Risas). Llegado el momento ni lo dudé. Es más, les dije: «No hay manera de hacer esto sin pelarme». Además íbamos a estar como miles de horas pegando la calva todos los días. Iba a ser algo insufrible. Para mí estuvo todo muy claro: si realmente quería hacer este personaje, tenía que aceptar este cambio físico, sí o sí, si no, era mejor no hacerlo. Era el modo de entrar al personaje y su verdad.
-¿Sos de esas actrices que son capaces de cualquier transformación física para convertirse en el personaje?
-No lo sé. En este caso lo hice, pero creo que si me pidieran engordar 20 kilos me daría miedo y no lo haría. Me daría miedo de que me haga mal. Viste que hay actores que cuentan que debieron engordar para un personaje y luego se les desbarajustó todo el cuerpo. A eso no me animaría, pero en el caso de El cuaderno de Tomy, pasar por ese cambio físico era como la manera de entrar sí o sí a ese lugar, si no, iba a ser algo muy falso.Más allá de la interpretación y de todo lo físico que había que hacer, lo que más me preocupaba era no traicionar el espíritu de Marie
-Vos sos una actriz muy expresiva físicamente, ¿te costó el estar acostada y prácticamente inmóvil en todas las escenas?
-Sí, me costó, me costó. Al principio le dije a Carlos (Sorín): «En el set me voy a quedar todo el tiempo en la cama y no me voy a levantar por nada del mundo, ni de día ni de noche. Me toque filmar o no». Era una autoimposición porque él no me pedía eso. Pero después pasaron dos cosas: por un lado, no lo resistí tanto y por otro las escenas se empezaron a hacer mucho más rápidas de lo que había supuesto. Es que empezó a pasar algo en el set, que no me obligaba a quedarme antes y después de una escena en la cama, para retener al personaje. Esteban (Lamothe) está muy bien en la película. Me encontré con un actor de una verdad única, no hay una sola palabra que diga que no la esté diciendo de verdad. Es impresionante. A mí, eso, ya me ubicaba cien por ciento en la situación y en el personaje. Lo veía entrar y su angustia me ponía en eje.
-Marie utiliza Twitter para relatar todo lo que le pasa. ¿Cuál es tu relación con las redes sociales? ¿Las utilizás? ¿Para qué?
-No, yo no tengo redes sociales. No lo hice en el momento en que surgieron y ahora me siento como una señora grande, que dice: «Buenas, me voy a abrir un Instagram, ¿qué tal?». O, lo que es peor, como la abuela de Twitter. Ya me veo poniéndole like a todo. (Risas). Siento que me distraería mucho, me la pasaría subiendo fotos y eso me robaría mucho tiempo para otras cosas, pero sí entiendo que si te sabés manejar bien con las redes y las sentís como parte de tu mundo, ese es un lugar genial para hacer lo que hizo Marie: transmitir lo que le pasaba con una intensidad e inmediatez envidiables.
-A partir de tu participación en la película, ¿se modificó tu visión sobre la eutanasia y la posibilidad de tomar decisiones sobre la propia muerte?
-No. Yo ya pensaba y sentía de antes que cada ser humano debe tener derecho sobre su propio cuerpo. A lo sumo, luego de haber transitado como actriz el proceso hacia la muerte de mi personaje, lo reconfirmé.
-Hasta el momento en la Argentina sólo se permite la eutanasia pasiva o muerte digna, por la que se deja de asistir médicamente a un paciente que no tiene chances de sobrevida, pero no la eutanasia activa, que es la que propone llevar a cabo Federico con Marie en un tramo de la película. ¿Qué pensás al respecto?
-Que si estoy a favor del derecho de cada uno a decidir sobre su propio cuerpo también estoy a favor de la eutanasia activa.
-Marie le escribió el libro a su hijo como un legado, para que la conozca y no la olvide. Si vos te fueras a morir mañana, ¿cómo quisieras que tus hijos te recordaran?
-Me da un poco de vergüenza decirlo, pero me gustaría que mis hijos me recordaran como una madre alegre y amorosa.
-El tema de El cuaderno de Tomy, para algunos, puede ser un tanto árido, sobre todo en tiempos de pandemia. ¿Cuáles son tus expectativas para el film? ¿Creés que de todos modos será un suceso, como lo fue el libro?
-No tengo la menor idea qué puede pasar con la peli, pero a veces los contextos no influyen. Yo, por ejemplo, durante el comienzo de la pandemia, estuve viendo dos series redramáticas y tristes: Patrick Melrose y La innegable verdad (I Know This Much Is True).Y eso no significa que yo estaba amargada. Simplemente hay días en que uno quiere ver una comedia y otros en que uno quiere ver lo opuesto. Para mí esta película es como La fuerza del cariño. ¿Te acordás? Era con Shirley MacLaine. Todo el cine lloraba y fue un éxito total. A veces uno quiere ver una película de este tipo y dejarse llevar y si tenés que llorar, llorás. Creo que lo que uno elige tiene que ver más con necesidades individuales que con el contexto.
-Por último, ¿qué balance hacés de tu carrera y del arco interpretativo que recorriste hasta ahora, desde tus comienzos en el Parakultural, haciendo humor con las Hermanas Nervio, al reconocimiento internacional en el Sundance Festival, por tu labor dramática en La reina del miedo?
-Lo que me gusta del recorrido es que volví a la autogestión. La reina del miedo fue un ejemplo. Me dieron ganas de escribir y hacer mis propias cosas. Yo arranqué de ese modo, después me empezaron a convocar para proyectos de otros y acepté ese rumbo. Me profesionalicé, digamos. Pensaba: «Está bueno igual, total yo sé que después puedo hacer lo mío». Pero me fui alejando de eso. Ahora me rejunté con mis inicios y estoy recopada. La pandemia me reconectó con toda mi creatividad y escribí mucho. Ya casi tengo un guion que seguramente dirigiré y devendrá en otro invento como el que hice (La reina del miedo), en el que también actuaba y me metía en varias áreas. No me importa que luego me digan «bueno, pero no es directora ni escritora ni actriz». Déjenme hacer todo si tengo ganas y listo.
Fuente: Clarín