Que si Carrie Bradshaw se ha puesto un vestido low cost. Que no, que no era low cost. Que por qué no se puede poner Carrie Bradshaw un vestido low cost. Que qué se debería poner Carrie Bradshaw a los 50 años. Qué se pone realmente Carrie Bradshaw a los 50 años. Que lo que se pone ya se lo había puesto… En los últimos meses los títulos sobre la protagonista de Sex and the City han inundado la web y el público ha contestado con clics. Muchos. El armario de la mujer que demostró que el tutú cuenta como vestido interesa. Pero también qué ha sido de su vida.
El pasado mes de enero HBO Max confirmaba nueva secuela en la saga que ya cuenta con una serie de seis temporadas y dos películas. Serán, en principio, diez nuevos episodios de media hora que llevarán por título And Just Like That…y en los que no aparecerá Samantha Jones (a la que daba vida la actriz Kim Cattrall). La nueva serie se estrenará el próximo mes de diciembre y contará las andanzas de las neoyorquinas, que ahora navegan la cincuentena. El rodaje está a punto de terminar, tras convertirse en obsesión de Internet, evidenciando que el poder de Carrie (Sarah Jessica Parker) como gancho clickbait o ciberanzuelo sigue siendo imbatible.
Había dudas más que razonables. La columnista que se paseaba por Manhattan sobre los ocho centímetros de tacón de sus Manolos estaba ya llena de contradicciones en los años 90, cuando comenzó sus aventuras en la pequeña pantalla. Pero esas paradojas ahora son aún más evidentes y han hecho que muchos señalen que la historia de estas cuatro mujeres blancas privilegiadas es ya un formato caduco. Así lo expresaba hace unas semanas en Financial Times la crítica de moda Jo Ellison: “Es un drama de casi 25 años sobre cuatro mujeres blancas de privilegio excepcional, concebidas a la sombra de las Torres Gemelas en un momento en el que el deseo se expresa, casi exclusivamente, en impulsos heterosexuales de lujuria no emancipada”.
La última actualización sobre las vidas de las amigas, la segunda película, llegó a los cines en 2010. Han pasado 11 años en los que el mundo ha reescrito su guion en aspectos centrales como el género, la igualdad, la raza o la clase. La democratización (y polarización) vía redes sociales y el empuje de movimientos como el #Metoo o el Black Lives Matter han transformado completamente el panorama. Y aún así la vida de la vieja Carrie sigue cautivando. Entre la gula y el sonrojo, no se puede dejar de mirar. “He visto siempre la serie con condescendencia y gran afecto: la tentadora mezcla de moda, amistad femenina y transparencia emocional es un elixir que todavía tiene el poder de seducir”, añadía Ellison.
“Creo que Sex and the City es una serie que trascendió la ficción”, observa la periodista Natalia Marcos, especialista en televisión. “Televisivamente, fue revolucionaria, ayudó a situar en el mapa a HBO y fue pionera en muchos sentidos, rompiendo tabúes y empezando a acostumbrarnos a otro tipo de series. Pero su influencia no se quedó en la televisión, saltó a otros aspectos como la moda. El culebrón fuera de la cámara con las supuestas rivalidades entre actrices también ayuda a alimentar la expectación. La serie fue un hito televisivo y sus personajes se han convertido en íconos que todavía permanecen vivos en la cultura popular”.
Iconos como esos Manolos que calzaban (y siguen calzando, porque el utilitarismo no va con Carrie) o como tantas prendas y accesorios que las seis temporadas catapultaron al estrellato de fama y, sobre todo, ventas. El vestido periódico de John Galliano, el collar con el nombre de Carrie o la Baguette de Fendi, ese bolso que fue bautizado como el primer it bag. Precisamente las búsquedas de este modelo crecieron un 45% tras aparecer Sarah Jessica Parker con él en el rodaje el pasado mes de julio, según la plataforma Lyst.
La moda fue crucial para la serie y la serie fue crucial para la moda inaugurando una provechosa relación que hoy se mantiene más estable que nunca. Quizá esto explique la aflicción del fandom al saber que la estilista original de Sex and the City, Patricia Field, no estará en And Just Like That… Según contó ella misma en WWD. “La razón principal fue un conflicto temporal”, porque se encontraba en París trabajando en la segunda temporada de Emily en París. Justo en esa serie de Netflix que también se etiquetó como caduca tras su estreno hace un año, pero que se convirtió rápidamente en una de las más vistas. A Carrie le vestirá una ayudante de Field: “Les dije que llamaran a mi muy querida amiga Molly Rogers, que también trabajaba en mi tienda en su momento. Ella hizo Sex and the City conmigo, sabe lo que está haciendo. Mi carnet de baile estaba lleno”.
Su papel revolucionario y la moda ayudan a explicar el renacido furor. Pero queda quizá el principal argumento. “Todo eso, y el factor nostálgico del que tanto se está alimentando la televisión últimamente”, añade Marcos. “No es la primera vez que pasa ni será la última, algo parecido ocurrió con el regreso de Expedientes Secretos X o de Gilmore Girls, con el reencuentro de Friends y con la vuelta de Dexter. Fueron series que supieron calar en su público y crear una relación especial”.
Esa nostalgia es uno de los argumentos de ventas más potentes de los últimos tiempos. Y sirve tanto para colocar un perfume como un producto televisivo. En un mundo cada vez más incierto, el pasado reconforta. “El uso de la nostalgia como estrategia de marketing aumenta rápidamente”, dicen desde WGSN. “Ofrece consuelo en la pandemia y es alimentada en las redes sociales”. Según la consultora, en junio las publicaciones con algún tema nostálgico habían crecido un 18% con respecto a los 12 meses anteriores.
No cabe duda de que el regreso de Carrie, Miranda y Charlotte está muy bien orquestado. Internet abre los brazos, pero alguien empuja a las chicas hacia ellos con una estrategia de comunicación que de momento ha conseguido que aparezcan casi a diario en los medios. ¿Servirá todo ello para espabilar a los espectadores, aletargados entre tantos títulos nuevos cada semana? Solo queda saber el día del estreno, en diciembre, y si se cumplirán las expectativas.
Fuente: Patricia Rodríguez, La Nación