Cuando se estrenó Pasante de moda (2015), donde compartió cartel con Anne Hathaway haciendo de un viudo jubilado que buscaba trabajo, Robert De Niro fue claro. “Tengo un poquito de él, yo tampoco puedo imaginarme mi vida sin trabajar”. Y remató con una broma que no disimulaba sus deseos: “Pero a mi edad, uno se vuelve pensativo… Al fin y al cabo, me quedan como mucho 30 años de carrera”.
He ahí una de las explicaciones posibles al porqué el actor de Taxi Driver, El Padrino II y Toro salvaje haya dejado prácticamente de lado las propuestas dramáticas y tenga el sí fácil para las comedias simplonas.
Considerado el mejor actor de su generación y una leyenda de Hollywood, De Niro lleva años protagonizando películas que manchan su otrora inmaculado curriculum. En los últimos diez años actuó en 26 películas: nada menos que 19 fueron destrozadas por los críticos, y muchas de ellas ignoradas por el gran público.
Robert De Niro tiene una cadena hotelera y gastronómica, afectada de lleno por la pandemia. Foto AP
Cuesta abajo en la rodada
Estuvo muy bien como suegro psicópata de Ben Stiller en La familia de mi novia (2000). De hecho, aunque cueste creerlo, esa fue la película más taquillera de su carrera. Costó 55 millones de dólares y recaudó 330 millones en todo el mundo.
Pero después se lo vio en una seguidilla de catástrofes innecesarias: Último viaje a Las Vegas (2013), El gran casamiento (2013), y las dos secuelas de La familia de mi novia, Los Fockers: La familia de mi esposo (2004) y Los pequeños Fockers (2010). Y ahora sumó a la lista En guerra con mi abuelo, que acaba de estrenarse.
En 2016 pareció haber llegado al límite con Mi abuelo es un peligro (2016), donde hacía de un viudo que sólo buscaba acostarse con mujeres. La taquilla respondió bastante bien (95 millones de dólares contra un costo de 25), pero los críticos lo demolieron. Señalaron que era un papel humillante y el punto más bajo de su filmografía.
De Niro en «Mi abuelo es un peligro».
Tal vez todo haya empezado en 1999 con Analízame, donde cedió a la tentación de autoparodiarse a cambio de veinte millones de dólares. Aquella comedia con Billy Crystal -que también tuvo su secuela- como el psicólogo de un mafioso (De Niro) estaba lograda, pero quizás abrió las puertas del infierno artístico.
Pero es cierto que pareciera que, a cierta edad, a actores tan icónicos como él -sin entrar en comparaciones, Stallone es otro caso-, que marcaron toda una época del cine de Hollywood, no les quedara otra que reírse de sí mismos y de los personajes que los volvieron inmortales. Como para sacudirse un poco el bronce y resarcirse de haber caído muchas veces en la autocaricatura.
La necesidad tiene cara de hereje
De Niro necesita dinero. La pandemia golpeó sus dos fuentes de ingresos: las industrias cinematográfica y gastronómica. El actor es dueño de Nobu, una las cadenas de restaurantes y hoteles que antes del coronavirus estaban de moda en los Estados Unidos y parte de Europa.
Analízame, con Robert De Niro y Billy Crystal.
Además tiene seis hijos y cuatro nietos. Y un divorcio conflictivo en curso: su ex esposa Grace Hightower, madre de dos de sus hijos, está pidiendo la mitad de su fortuna, calculada en 500 millones de dólares, aún cuando ella firmó un acuerdo prenupcial en el que accedía a recibir “sólo” 6,5 millones de dólares, más un millón extra anual.
Su abogada, Caroline Krauss, hizo un alegato dramático apuntando a esta situación durante una reciente audiencia virtual por el juicio de divorcio. «El señor Robert De Niro tiene 77 años, y aunque ama su oficio, no debería verse obligado a trabajar a este ritmo prodigioso. ¿Cuándo terminará eso? ¿Cuándo tendrá la oportunidad de quizás no aceptar todos los proyectos que se le presenten?»
Y remató: «¿O no trabajar seis días a la semana durante 12 horas al día simplemente para seguir el ritmo de la sed de la señorita Hightower por Stella McCartney? De Niro podría enfermar mañana, y la fiesta habrá terminado«.
A los 77 años, como fuera, sigue en actividad. A diferencia de colegas como Jack Nicholson, que filmó su última película a los 73 y lleva ya once retirado. Pero la calidad de los proyectos en los que trabaja está puesta en duda, porque se los compara con los de sus años gloriosos.
Robert De Niro y Grace Hightower en 2017. Foto Reuters
Un actor de método
Nadie olvida que De Niro era un actor “de método”. Un hombre que estudiaba el trasfondo de sus personajes, formado con Lee Strasberg y Stella Adler, los grandes maestros de actores estadounidenses. Se entrenó un año en boxeo y engordó 25 kilos para ser Jake La Motta en Toro salvaje. Aprendió el dialecto siciliano para el joven Vito Corleone en El Padrino II.
La lista de títulos en que se destacó es inmensa. Un repaso indica que fueron por lo menos veinte películas que conviene ver al menos una vez en la vida: además de las mencionadas, hay que agregar Calles salvajes, Buenos muchachos, Cabo de miedo, El rey de la comedia, Los intocables. Y muchas más
Claro que después de esa gloriosa década del ’70, que no en vano coincidió con el apogeo de la última edad de oro del cine estadounidense, la estrella de De Niro empezó a perder brillo.
Jake LaMotta dialoga con Robert De Niro durante una jornada de rodaje de Toro salvaje.
Habrá tenido malas elecciones, pero ahora De Niro tiene contratos más altos que en su mejor momento. Y eso que no es lo mismo para un actor capitalizarse a los 40 que a los 77.
El irlandés y Guasón, su revancha
Una de sus últimas aventuras en el cine fue otra vez de la mano de Scorsese, y acompañado por viejos amigos, como Harvey Keitel y Joe Pesci, y de otro gran actor con el que se inventaron peleas que tal vez no fueron, como Al Pacino.
El irlandés fue la novena película que rodó bajo las órdenes de Scorsese. Allí, como el asesino a sueldo Frank Sheeran, cobró cinco millones de dólares y volvió a verse algo del De Niro que le gusta a la gente. Lo mismo que en Guasón, donde interpretó a un conductor de televisión inescrupuloso.
Robert De Niro y Al Pacino. Foto AP
Según explicó Pacino en la entrevista que le dio a la revista GQ junto a Robert De Niro para promocionar el estreno de El irlandés, él era plenamente consciente de que estaba eligiendo papeles en filmes de dudosa calidad.
Y citó a su compañero para explicarlo. “Es como Bob (por De Niro) dijo: a veces te ofrecen dinero por hacer algo que no es adecuado. Y te autoconvencés de hacerlo. Y, en algún lado en tu interior, sabés que va a ser una chatarra. Pero entonces, cuando se cierra el círculo y ves cómo viene la mano, decís ‘Voy a mejorarla’. Y gastás un montón de tiempo y hacés de todo y decís ‘Si tan sólo logro que ésta sea una película mediocre’, y te emocionás por eso”.
Fuente: Clarín