Eliyahu Ben-Shaul Cohen, más conocido como Eli Cohen, es una verdadera leyenda en Israel. Hay calles con su nombre en todos los puntos del país y hasta tiene un monumento en el cementerio militar del Monte Herzl en Jerusalén. Muchos lo consideran un héroe nacional porque la información a la que logró acceder fue clave para la estrategia militar de Israel en la Guerra de los Seis Días, librada en 1967. Eli Cohen era un agente secreto y logró infiltrarse en la cúpula del poder sirio en la década del 60. Ahora, para muchos, Eli Cohen tendrá la cara de Sacha Baron Cohen: Netflix acaba de estrenar El espía, una serie de seis capítulos donde cuenta su apasionante historia y su terrible final.
Una calle en homenaje a Eli Cohen en Israel.
Producida por el creador de Homeland, la serie está basada en un caso real y en dos novelas escritas sobre el caso. El espía que vino de Israel, de Ben Dan, traducida del francés al español por Grijalbo en 1973, y Nuestro hombre en Damasco, de Eli Ben-Hanan, publicada en 1969 y (todavía) no traducida al español. La historia, que de tan intensa por momentos resulta difícil de creer, va de Alejandría a Damasco, pasando por Tel Aviv y llegando hasta a Buenos Aires.
Nacido en el seno de una familia judía en Alejandría en 1924, Cohen emigró a Israel en 1957, cuando las relaciones de ese país con Egipto estaban en un momento muy tenso tras la crisis del canal de Suez. En Tel Aviv tomó unos cursos de espionaje y aplicó para ser parte del Mossad -la Inteligencia israelí- pero le dijeron que no. Hasta que lo fueron a buscar en 1960: Israel necesitaba a un agente que pudiera infiltrarse en Siria y Eli, con su dominio perfecto del árabe y sus años en Egipto, parecía ser la persona indicada.
Eli Cohen, en Damasco, Siria, a principios de 1960. / Oficina de Prensa del gobierno de Israel.
Si bien la leyenda dice que su familia no sabía nada acerca del trabajo de Eli en los servicios secretos, su cuñado, el escritor Sami Michael, cuenta otra historia. “Nos había contado que era un espía, pero nos había dicho que era un espía económico. Yo por supuesto no me compré ese cuento”, dijo el novelista, conocido por sus posiciones de izquierda y por ser el presidente de la Asociación por los Derechos Civiles de Israel, en una entrevista de 2011.
Más allá de la cantidad de información que le dio a su círculo íntimo al aceptar el trabajo, lo cierto es que en 1961 Cohen dejó a su esposa, Nadia Majald, en Israel y se fue en su primera misión a Buenos Aires. ¿Por qué Buenos Aires? Cohen tenía que armar el personaje de un sirio que había emigrado a otro país, amasado una pequeña fortuna y estaba ávido de regresar, por patriotismo, a dar una mano a su tierra.
Bajo la identidad de Kamel Amin Thaabet, un prospero empresario textil, se volvió un habitué de la Embajada Siria en Argentina y se hizo muy amigo del agregado militar, Amin al-Hafez. Apenas dos años después, un golpe militar convertiría a al-Hafez en el presidente de Siria.
Sacha Baron Cohen, en el papel de Eli Cohen en la serie de Netflix / Netflix
Para cuando su amigo asumió el poder, el espía israelí ya estaba asentado en Damasco. La red de contactos que había tejido en Buenos Aires y su reputación de anfitrión generoso le abrieron las puertas del establishment. Thaabet solía organizar fiestas y orgías en su casa y de a poco fue escalando en la cima del poder, hasta convertirse ni más ni menos que en el principal asesor del Ministerio de Defensa. La leyenda va más lejos y cuenta que Hafez llegó a pensar en darle el ministerio o directamente sucederlo en la presidencia .
Cada día, Thaabet/Cohen enviaba comunicaciones encriptadas por radio a Israel y en ocasiones, cuando tenía que mostrarles fotos a sus jefes, viajaba a Tel Aviv mediante una conexión en Europa. Su trabajo de investigación más importante tenia que ver con los Altos del Golán, una región en ese momento controlada por Siria en la frontera norte de Israel y en la que estaban apostados varios puestos militares en secreto. El espía supo, por ejemplo, que los sirios plantaban árboles cerca de sus postas y eso le permitió a Israel conocer la ubicación exacta de sus enemigos.
Eli Cohen, a la izquierda, durante el juicio en su contra en Damasco. Fue ahorcado en 1965 y su cadáver quedó expuesto como mensaje de Siria a Israel. (AFP/Archivo)
La historia continuó sin sobresaltos hasta 1964, cuando Cohen les dijo a sus superiores que era hora de regresar de manera definitiva a Tel Aviv antes de que los sirios comenzaran a atar los cabos sueltos. En 1965, el Mossad le pidió que volviera a Damasco por unos meses más y eso dio paso a la tragedia. Los sirios sospechaban que había un topo y, con la ayuda de un equipamiento provisto por los soviéticos, pudieron encontrar a Eli in fraganti: las fuerzas de seguridad entraron a su casa mientras estaba en comunicación con Israel.
No hubo pedido de clemencia que pudiera ser escuchado. El Papa y personalidades como Bertrand Russell trataron de interceder por la vida de Eli Cohen, pero el gobierno sirio, que se sentía humillado, tomo una decisión radicalmente diferente. Cohen fue torturado durante cuatro meses en una cárcel, llevado a juicio y colgado en una plaza en el centro de Damasco. Hasta el día de hoy, las autoridades sirias se niegan a informar donde está el cuerpo del que para ellos es un traidor y, para Israel, un héroe.
Fuente: Clarín