Roberto Benigni y Federico Ielapi, protagonistas de la nueva versión de Pinocho que se estrena este jueves en los cines
El autor de uno de los relatos infantiles más populares y célebres de todos los tiempos no tuvo hijos. Tampoco pudo disfrutar en vida del inmenso reconocimiento que tuvo su inspirada creación. Carlo Collodi murió presumiblemente de un infarto el 26 de octubre de 1890, cuando le faltaba un mes para cumplir 64 años. Tuvieron que pasar dos décadas desde ese momento para que Las aventuras de Pinocho empezara a recorrer su extraordinario y perdurable camino como ejemplo y modelo absoluto de la literatura para chicos.
Collodi (seudónimo que eligió el periodista toscano Carlo Lorenzini) se volcó a los relatos infantiles después de una larga carrera de autor de textos satíricos y ensayos para adultos. Había encontrado en esa nueva veta un lugar que sentía más apropiado para el tiempo decisivo que le tocó vivir, marcado por el final del largo camino de lucha por la unidad italiana. Por eso hay estudiosos que sostienen con alguna desmesura que Las aventuras de Pinocho: historia de una marioneta (Le avventure di Pinocchio: storia di un burattino), título original de la obra magna de Collodi, funciona para los italianos como uno de los grandes símbolos de esa unificación. Otros, dispuestos a ir más lejos, lo colocan a la altura de La divina comedia como una de las obras maestras de la historia literaria de la península.Ads by
El relato se publicó por primera vez entre 1881 y 1883, año en el que fue impreso y editado en forma completa después de ir apareciendo en episodios. Pero la trascendencia de Pinocho como mito universal empezó a apreciarse desde que la historia adquirió contornos animados. La primera versión ilustrada del libro es de 1911 y desde allí ese niño construido a partir de un trozo de madera que a los ojos de su creador, el carpintero Geppetto, adquiere humanidad plena en sus movimientos y en sus emociones, empieza a ser descubierto en todo el mundo.
Collodi jamás imaginó que su Pinocho sería traducido a 260 lenguas y que tendría más tarde una notable cantidad de adaptaciones audiovisuales con distintos formatos (animados, híbridos o con personajes de carne y hueso). La más reciente de todas, y sin dudas una de las más ambiciosas versiones cinematográficas de este relato, lleva la firma de Matteo Garrone, el aplaudido director de Gomorra y Dogman. Presentada por Digicine, Pinocho llega este jueves a las salas argentinas.
La gran novedad de esta adaptación dirigida por Garrone, muy destacada por los medios italianos a lo largo de todo 2020, es la fidelidad absoluta al texto original de Collodi, alterado y muchas veces suavizado en las versiones previas, sobre todo la que produjo Walt Disney como largometraje de dibujos animados en 1940, desde ese momento y hasta ahora insuperable en términos de popularidad e identificación con el público. El primer Pinocho que siempre se nos viene a la mente es el que aparece en esa película canónica en la historia del estudio del Ratón Mickey y en todo el recorrido de la animación cinematográfica del siglo XX.
Tan dispuesto está Garrone a seguir al pie de la letra el texto original de Collodi que se propuso dejar en claro en la película que el autor sólo mencionó dos veces el rasgo por el cual Pinocho es identificado en todo el mundo: el crecimiento de su nariz hasta extremos inverosímiles cada vez que dice una mentira. En nuestra memoria, en cambio, esa conducta la imaginamos en Pinocho todo el tiempo.
Con todo, la mayor diferencia entre el Pinocho con el que nos familiarizamos durante tanto tiempo y el que trae Garrone a la pantalla grande pasa por la inclusión del momento que Collodi imaginó como primer cierre de sus aventuras. En el capítulo 15, nuestro querido niño hecho de madera termina colgado en un árbol después de haber llegado demasiado lejos con sus travesuras.
Era demasiado fuerte ese final para un relato que había empezado a ganarse la atención del público italiano y sobre todo para la sensibilidad de los niños, primeros y naturales destinatarios de sus palabras. Collodi, entonces, decidió escribir 21 capítulos más y llevar a Pinocho a un mundo muy próximo a las leyendas fantásticas y folklóricas de su terruño toscano.
De paso aprovechó para darle a Pinocho una suerte de redención de sus pecados y sugerir así (aunque quizás no haya sido su completa intención) la génesis de lo que más tarde Disney haría con el retrato definitivo de Pinocho que conoció el mundo. El de “un inocente que debe aprender el sentido del bien y del mal”, según observa el crítico Leonardo D’Espósito en el libro 50 películas que conquistaron el mundo. El capítulo dedicado a la película lleva el inequívoco título de La educación moral.
Esa mirada llevó entre otros al gran filósofo e historiador Benedetto Croce, que murió en 1952 y por lo tanto fue testigo del ascenso colosal de Pinocho en el mundo y del estreno de la película de Disney que la madera con que estaba hecha el personaje no era otra cosa que un símbolo de la humanidad. Junto a esas afirmaciones aparecieron otras que siguen siendo hasta hoy motivo de polémica, como el modo en que los ilustradores de Disney dibujaron a Pinocho con un aspecto un poco más redondo, sonriente e ingenuo que el imaginado por los primeros dibujantes italianos.
Garrone recupera esa memoria citando ante todo, según propia confesión, a Enrico Mazzanti, el primero en traducir en imágenes el texto de Collodi. En su película, Pinocho recupera la esencia de su materia prima. La madera sobresale en todos los contornos y los movimientos del personaje interpretado por un chico de nueve años llamado Federico Ielapi, cuyo rostro fue prodigiosamente transformado en la película de Garrone por el británico Mark Coulier, el verdadero creador visual de este Pinocho modelo 2020/2021. Coulier lleva ganados dos Oscar al mejor maquillaje, por La dama de hierro (2011) y El Gran Hotel Budapest (2014).
El arte de Courier esconde al pequeño Ielapi debajo de una precisa capa de madera perfeccionada por el equipo de efectos visuales de esta producción que costó 43 millones de dólares. Lo primero que vemos es cómo la figura de Pinocho es tallada por las manos y el cincel de Geppetto, personificado por un actor que ya conoce lo que significa haber llevado al cine la historia de Pinocho. Roberto Benigni vuelve a Collodi después de casi 20 años de la versión que dirigió y protagonizó en el cine junto a su mujer, Nicoletta Braschi, en 2002. Aquélla vez concibió un Pinocho adulto y alegórico, con una eterna máscara triste en el rostro.
Esta vez, mucho más contenido, Benigni encarna al Geppetto que imaginó Garrone a partir de la interpretación literal del texto original de Collodi, un carpintero que expone en su pobreza casi extrema la paupérrima realidad de las aldeas rurales italianas de la segunda mitad del siglo XIX. En la película que estamos por conocer vemos a Benigni envejecido y más flaco que nunca. Una persona tan pobre no podría lucir otro aspecto. “Pinocho y yo estamos unidos desde que tengo uso de razón. Cuando tenía tres años mi madre me llamaba Pinocchietto. Es un personaje universal que les pertenece a todos como el sol y las actualizaciones no tienen sentido. Por eso a Garrone le dije que sí apenas me llamó. Por Pinocho soy capaz de hacer cualquier cosa”, dijo el actor al diario italiano La Repubblica.
Al mismo tiempo, el Geppetto de Garrone es un hombre capaz de transformar un pedazo de madera en una figura humana que encarna sus sueños, sus deseos de ser padre, los anhelos de una vida más digna. Mirada desde el Hollywood de Walt Disney, esa interpretación se transformó en la bandera musical que sintetiza y resume el espíritu que inspiró todas las acciones del creador del ratón Mickey. “When You Wish Upon a Star”, la canción que abre y cierra el Pinocho de Disney, escrita en 1940 por Leigh Harline y Ned Washington y cantada allí por Cliff Edwards, es hoy la señal y el símbolo inaugural de cada nueva producción de Disney. Escuchamos su introducción orquestal mientras se van desplegando en la pantalla los contornos animados de Magic Kingdom, alma y corazón de Disneylandia.
Disney eligió a Pepe Grillo como el otro gran protagonista de su Pinocho, además de ser el narrador de la historia “y el puente con el espectador”, según observa D’Esposito. En la versión de Garrone (y por extensión en el texto original de Collodi) tiene un papel mucho más secundario, pero tan importante como el resto de los personajes que va desfilando por la vida de la pequeña marioneta de madera cuando decide salir al mundo. Allí están el Hada Azul (la “fatina” en la versión italiana) encarnada por la francesa Marine Vacth, el Gato y el Zorro (el Honrado Juan y Gedeón, en alguna otra versión hablada en nuestro idioma), Polilla (Lucignolo en el texto original), el temible Cochero, el juez simio, el caracol, el Monstruo (la gigantesca bestia marina que en un momento devora al muñeco) y muchos otros. Y como Mangiafuoco (o Strómboli), el apasionado dueño del espectáculo itinerante protagonizado por marionetas en el que Pinocho empieza a descubrir su verdadera identidad, el gran actor romano Gigi Proietti entrega su último papel en el cine antes de fallecer el 2 de noviembre pasado.
Entre el Pinocho de Disney y el que dirigió Garrone hay muchísimas versiones que recorrieron la pantalla. Antes de Benigni, otro destacado director italiano, Luigi Comencini, escribió y dirigió una versión musical en formato de miniserie en 1976 con Nino Manfredi como Geppetto y Gina Lollobrigida como el Hada. Se hicieron varias versiones animadas para el cine y la TV en distintos países, hasta una futurista con Pinocho convertido en robot. En 1996, una coproducción internacional estrenada en la Argentina como Las aventuras de Pinocho incluyó a Martin Landau como Geppetto.
Y cuando todavía no se apaguen las repercusiones de una mirada tan cercana al texto original como la que propone Garrone llegarán próximamente dos platos fuertes inspirados en la historia de Pinocho y dispuestos a refirmar el ascendiente y la influencia que sigue ejerciendo Pinocho sobre cada nueva generación. Uno será producida por Netflix, tendrá características de largometraje animado cuadro a cuadro (stop motion) y la concepción y dirección de Guillermo del Toro, que por primera vez en su carrera incursiona en ese tipo de técnica.
Los trabajos de preproducción comenzaron hace un par de semanas en Guadalajara (México), donde el director de La forma del agua y El laberinto del fauno instaló una productora artística con la idea de sumar ideas y trabajo de realizadores y artistas locales a las producciones más ambiciosas que llevan su firma. El Pinocho de Del Toro promete ser innovador desde la idea argumental: la historia será ambientada en la Italia de la década de 1930 dominada por el fascismo y sugiere una vuelta en el planteo básico de la historia escrita por Collodi. A diferencia del original, en donde las transgresiones y las rebeldías reciben siempre algún castigo en nombre de una escala de valores que separa con mucha claridad lo que está bien y lo que está mal, Del Toro insinuó que en su versión la desobediencia podría adquirir el carácter de una virtud.
Al mismo tiempo, ya tiene luz verde de Disney una nueva versión de Pinocho en línea con las actualizaciones de algunos de sus clásicos relatos animados con elencos integrados por intérpretes de carne y hueso. Un par de semanas atrás quedó completado el elenco protagónico de la película que dirigirá Robert Zemeckis (Volver al futuro) y cuya figura principal será Tom Hanks como Geppetto. La prensa de Hollywood recordó que Hanks ya estaba cerca del proyecto desde que surgió en 2018, cuando el nombre de Paul King (Paddington) era el primero que se mencionaba como director.
En la película también estarán Joseph Gordon-Levitt (Pepe Grillo), Luke Evans (el Cochero), Keegan Michael-Key (el Zorro) y Lorraine Bracco como la gaviota Sofía, un personaje especialmente creado para esta versión. Su misión será rescatar en alta mar a Pinocho y a Geppetto de las fauces del Monstruo. Cynthia Erivo será el Hada Azul y el niño Benjamin Evan Ainsworth interpretará a Pinocho. Carlo Collodi no habrá tenido hijos, pero siguen naciendo en la pantalla herederos de su obra más perdurable.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación