Visceral, lúcido, contestatario, polemista, no quedan dudas de que Pier Paolo Pasolini conmovió los debates intelectuales en las convulsionadas décadas del 60 y 70. Su mirada al subproletariado urbano y al ambiente rural cargado de retórica marxista era algo cotidiano para aquellos años marcados a fuego por los debates ideológicos, pero Pasolini contrapuso una mirada ético-religiosa a la filiación de pura matriz ideológica que le permitió un cine de enorme sensibilidad poética. ¿Qué permanece de su cine que nos permite pensarlo desde una contundente actualidad al cumplirse el centenario de su nacimiento?
Indudablemente su mirada a la ideología de la crisis, su reflexión sobre la angustia, su feroz ironía para retratar la decadencia cultural y, dentro de la crítica social aguda, el espacio para el dulce ejercicio de la palabra o de la imagen en una sensible manifestación de pura poesía. Sin embargo, nada le fue fácil, excluido de la matriz católica por su norma moral y del institucionalizado comunismo por su intransigencia (incluso fue expulsado del Partido Comunista, que juzgaba su sexualidad con el mismo rigor que la Iglesia). Así su vida fue un cúmulo de persecusiones legales y episodios de censura que lo acompañaron incluso hasta el final de sus días, clausurados con violencia, crimen, oprobio y el rumor de la cotidiana condena moral que lo sindicaba como merecedor de convertirse en la victima de la escena del crimen, cuando el 2 de noviembre de 1975 fue asesinado en un descampado en Ostia, a pocos kilómetros de Roma, con una brutalidad que sorprendió a la misma policía y a los peritos forenses para un caso que a más de medio siglo después aún genera controversias.
Pasolini se valió de la cultura pero no para el clásico juego autocelebratorio de la fama y el éxito creativo sino para inmiscuirse en sus problemas, en la complejidad que la define a lo largo de los tiempos, pero dejando lugar para que el acto creativo tuviera toda la matriz luminosa de su pensamiento en una declaración: “Todo arte es lúdico y éste es un juego: cuando escribo una novela, la considero un juego, pero hay un segundo momento del juego que me gusta menos. Estructurar un libro es un bellísimo juego. También vale para la poesía. En el cine, ese momento del juego es más fuerte porque une más elementos que el libro o la poesía, por el hecho de tomar personas y hacerlas actuar una parte. De niños hacíamos pequeñas figuras y jugábamos a la guerra. El cine es todos esos juegos juntos”. Sus más de 15 largometrajes analizan diferentes estadios y perfiles de la evolución cultural, incluyendo títulos no habitualmente revisitados como Encuesta sobre el amor (1965), Pajarracos y pajaritos (1966), Pocilga (1969), Apuntes para una Orestíada africana (1971) o 12 de diciembre (1972); y otros no abandonan las aulas universitarias por años como la denominada Trilogía de la vida compuesta por El decamerón (1970); Los cuentos de Canterbury (1972) o Las mil y una noches (1974).
Pasolini encarnó, quizás como ningún otro, al artista que desde la diversidad creativa incomodó con su mirada trascendente y la manifestación de todos los tabúes. Su filmografía, que será revisitada en la pantalla grande en el segundo semestre del año en la Sala Lugones del Teatro San Martín de la mano de la Fundación Cinemateca Argentina y del Instituto Italiano de Cultura, es siempre fruto de nuevas reflexiones. A continuación, los títulos fundamentales -apenas un puñado de ellos disponibles en streaming en nuestro país- para entender su lugar central en la historia del cine.
Accatone (1961)
Ya conocido en el ambiente literario, es con esta película que Pasolini, a los 39 años, se vuelca a la dirección y filma las primeras tomas por encargo de Federico Fellini, quien puede hacerse cargo de la producción. Pero el material resultante no fue del agrado del gran nombre del cine italiano y finalmente Mauro Bolognini intercedió para que Pasolini pudiera realizar su personal mirada a los suburbios romanos con la figura del delincuente del título, un proxeneta que sobrevive gracias a una prostituta con la que convive, al igual que con la violencia y el crimen. En Accattone, la mirada cruda del ambiente marginal es mostrada sin didactismos junto con la permanente decadencia moral de los personajes que allí conviven. “Llevaba tan claras en la mente las escenas del film que no tenía necesidad de elementos técnicos para realizarlo, no requería saber que la panorámica se llama panorámica para hacer un movimiento de cámara que mostrara los muros agrietados del Pignetto”, diría Pasolini.
Mamma Roma (1962)
Hereda la gran tradición del neorrealismo italiano y también a una de sus grandes protagonistas, la magistral Anna Magnani, que compone a esa prostituta que desea redimirse y salir adelante mudándose a un nuevo barrio junto a su hijo, a quien su débil carácter lo hace sensible a malas influencias. Mamma Roma fue estrenada dentro de la Mostra de Venezia en su selección oficial y casi inmediatadamente secuestrada por la policía acusada de “inmoral”. Infrecuente ejemplo de Pasolini trabajando con grandes estrellas por sobre actores no profesionales (otro gran ejemplo: la convocatoria a Orson Welles para La riccota). Pasolini sobre esta película señaló: “Mamma Roma tiene, explícitamente, en manera pura y ruda, como puede tenerla, en cierta problemática moral, que comparte con Accattone, está su alegría sin historia (es otra semejanza con Accattone), pero ya en ella hay algo de otro mundo, esto es, de nuestro mundo burgués, en otras palabras: un ideal pequeño burgués”.
La rabia (1963)
Un documental que es un claro ejemplo de cine-ensayo realizado por Pasolini con el remontaje de más de noventa mil metros de celuloide del noticiero cinematográfico Mondo líbero, con su mirada personalísima y reflexiva sobre el devenir de la historia y la rabia y el miedo a través de los tiempos y la crítica sobre la belleza que pasó a ser un eslabón más del mercado. Pero el productor Gastone Ferranti, asustado por los contenidos del film, invitó a Giovannino Guareschi a realizar otra Rabbia que acompañaría a la de Pasolini para que quedara una visión espejada entre la izquierdista mirada de Pasolini y la resueltamente de derecha de Guareschi que, por sí sola, no tiene la solidez argumental de la de Pier Paolo y quedó en el olvido. En 2008, Giuseppe Bertolucci realizó la recreación del film presentado como La rabbia di Pasolini. Ipotesi di ricostruzione della versione originale del film, con cartas y textos de Pasolini que se añadieron al metraje original.
El evangelio según San Mateo (1964)
Pasolini seguramente jamás hubiese imaginado que en 2015 el L’Osservatore Romano la definiría como “la mejor película sobre Jesucristo”. Pero allí está El evangelio según San Mateo, la mirada de Pasolini a la llegada de Jesús, que en la película tuvo el rostro de Enrique Irazoqui, quien tenía 19 años en ese momento, pero cuya voz fue por cuenta del experimentado actor Enrico María Salerno en una película que creada a través de una mezcla de técnicas expresivas para explicitar su fascinación con lo divino “Me vino a la mente por puro accidente leyendo El evangelio según Mateo, en Asís, un día que me invitaron los curas de Asís a debatir mi film Accatone. A la quinta o sexta pagina pensé ´¡Pero si aquí tengo un film! Es bellísimo, es un film maravilloso”, dijo Pasolini sobre la película, que tuvo tres nominaciones al Oscar y ganó el premio especial del jurado en el Festival de Venecia.
Edipo rey (1967)
En una familia burguesa de la década del 20 en Lombardía nace un niño llamado Edipo. Luego, la acción se traslada a la antigua Grecia, donde los reyes de Tebas se enteran que su hijo Edipo matará a su padre para casarse con su madre, de acuerdo a lo anticipado por el oráculo. Encargan a un esclavo que mate al niño pero no puede hacerlo y lo abandona. Pero el niño crece y llega a conocer la fatídica profecía. Con Silvana Mangano, Franco Citti y Alida Valli, Pasolini va más allá de Sófocles para narrar la tragedia de un hombre contemporáneo y brindar claves autobiográficas, tal como señaló: “La diferencia profunda entre Edipo rey y otros films míos es que resulta autobiográfico. Otros no lo eran, o lo eran inconscientemente, indirectamente. En Edipo rey cuento la historia de mi complejo de Edipo. El niño del prólogo soy yo, su padre es mi padre, oficial de infantería, y la madre, una maestra, es mi madre”. Disponible en Qubit.tv
Teorema (1968)
Una familia de muy buena posición social recibe la visita de un extraño visitante que va seduciendo por turnos a cada integrante de la familia. Poco después de haber sucumbido a sus encantos, el huésped se va y la familia queda sin rumbo, perdida en la necesidad de conocer el origen de aquél personaje magnéticamente seductor. Premio de la Oficina Católica Internacional del Cine y Copa Volpi a la Mejor Actriz (Laura Betti) en el Festival de Venecia. Con Silvana Mangano, Terence Stamp, Massimo Girotti y Laura Betti. “Ya había comenzado a elaborarla como tragedia en verso, pero sentí que el amor entre aquél visitante divino y los personajes burgueses era más bello si resultaba silencioso. Eso me hizo pensar en un film, aunque me parecía irrealizable, y en primera instancia hice un relato un tanto burdo, luego lo elaboré como guión y resultó una pieza literaria bastante autónoma”, dijo Pasolini. Disponible en Qubit.tv
Medea (1970)
Única incursión en el cine de la gran cantante lírica Maria Callas, quien protagoniza la adaptación para el cine de la tragedia de Eurípides. Aquí se muestra la confrontación de dos universos absolutamente antagónicos: el mundo preso de abstracción de Medea y el mundo lógico de Jasón. Esta película trajo a María Callas y a Pasolini al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. “Yo había visto Edipo rey, que me gustó, luego Teorema, que no lo comprendí – siempre hablo con el ciento por ciento de verdad y claridad-… También El evangelio… me gustó. En general muchos hablan bien de Pasolini, contestatario, como se dice ahora, ingenuo, poeta, nuevo, sincero y ¿por qué no? Indefenso. (Maria Callas, sobre su acercamiento a Medea de Pasolini). Disponible en Qubit.tv
Saló o los 120 días de Sodoma (1975)
Libre y revulsiva adaptación de la novela del marqués de Sade, trasladando la acción a la Segunda Guerra Mundial en la República de Saló, iba a conformar la denominada “trilogía de la muerte” que quedó inconclusa por el asesinato de Pasolini tres semanas después del estreno de esta película. En la historia, cuatro hombres -el presidente, el duque, el obispo y el magistrado- acuerdan casar a sus hijas en una ceremonia libertina que va dando paso a degradantes prácticas sexuales y sadismo. Para Pasolini, Saló fue la manera de denunciar la violencia y la indiferencia creciente en la sociedad italiana, explicitando ese espiral de crimen que la involucra. “Sade ha sido el gran poeta de la anarquía del poder. En el poder –en cualquier poder– hay algo de inhumano. De hecho, en su código y en su praxis no se hace otra cosa que sancionar y volver actualizable la violencia más primordial y ciega de los fuertes contra los débiles, es decir, digámoslo de nuevo, de los explotadores contra los explotados”, decía sobre su visceral película.
Pasolini, figura totémica de las artes y la política, a 100 años de su nacimiento
A 100 años del nacimiento de Pier Paolo Pasolini, el 5 de marzo de 1922, su figura de artista e intelectual multifacético, que desde la escritura incursionó en el periodismo, el cine y la pintura, se redimensiona hoy con una obra que, además de conmover y escandalizar, atravesó los límites de lo estético para introducirse en el terreno de lo político y cuestionar la cultura de masas, la industrialización y alumbrar conceptos sobre ecología, en un recorrido que lo erigió como una figura totémica y controversial, pese a una exigua existencia, truncada trágicamente a los 53 años en un oscuro episodio.
En el centenario de su nacimiento, dos libros dan cuenta de su estatura como artista, deslumbrante y contradictorio. Uno de esas obras es «Pasolini, el penúltimo revolucionario» de la Universidad de las Artes, que rescata su genio y figura, revisitándolo a través de escritores que lo conocieron como los italianos Walter Veltroni, Eugenio Zanetti y Paolo Fabbri, y otros que abordaron su obra como Raúl Perrone, Jorge Aulicino, Osvaldo Girardi, entre otros, compilados por Marcelo González Magnasco.
El otro texto, «Pasolini por Pasolini», editado por El cuenco de plata, con un delicioso prólogo de Bernardo Bertolucci y traducción de Guillermo Piro, rescata entrevistas sobre su trayectoria como cineasta, realizadas por directores de cine y especialistas al artista nacido en Bolonia, en pleno inicio del fascismo, cuyo padre era teniente del ejército, y su madre, maestra. El intelectual hablaba friulano, una influencia fundamental en el inicio de su escritura, que hizo en ese dialecto.
El primero de los textos aborda su homosexualidad, además de su infancia trashumante en medio de la Segunda Guerra Mundial, junto a su madre, una mujer de apariencia siempre joven a quien admiraba profundamente; así como el trágico destino de su hermano Guido de 19 años, quien en 1945 se unió a la Fiesta de Acción y a la Brigada Ossopo-Freuli, cerca de Eslovenia, y fue asesinado en una emboscada dispuesta por los partisanos de las guerrillas yugoslavas de Tito.
Lector voraz de Dostoievski, Tolstoi, Shakespeare, Coleridge y Novalis, y también del Evangelio, Pasolini abordó en esos primeros poemas, publicados en el 42, el tema religioso. «La religión es un problema interno de toda mi producción», manifiesta en una de las entrevistas publicadas en ‘Pasolini por Pasolini’ y agrega: «Había en mí esta especie de sugestión, de inconsciente amor o de consciente amor por el Evangelio». Pero lejos de adherir a la religión católica, tiempo después se definiría ateo y comunista, a tal punto que en 1963 fue condenado a cuatro meses de cárcel por sus posiciones anticlericales en el filme «Rogopag».
«Fue un inmigrante desde niño. No llegó a Lampedusa desde África, pero fue desde Bolonia. Marchó hacia Roma, la eterna, huyendo de un pasado no deseado a un futuro incierto. Y huyó con su madre, como la familia de Jesús que huye a Egipto. Se suele huir de las distintas formas que tiene la muerte» reflexiona González Magnasco en diálogo con Télam.
«De los Cuatro Evangelios, el de San Mateo es el único que menciona el episodio De la huida a Egipto: Cristo se convirtió en un emigrante que huye junto a sus padres perseguidos por el poder terrenal de Herodes. ¿Existiría el cristianismo sin esa persecución? ¿Existiría Pasolini sin la huida Roma junto a su madre? Cristo ya era una imagen central en la producción poética del joven Pasolini y es probable que Jesús haya sido uno de los modelos para la construcción de sus personajes marginales de sus primeras películas, Accattone y Mamma Roma», agrega.
Con su película «El Evangelio según San Mateo» (1964) intentó mostrar el Cristo más revolucionario, un Jesús real que desde el llano quiere llevar esa revolución al mundo del poder. Decidió tomar literalmente el texto bíblico, hasta los diálogos son rigurosamente aquellos del Evangelio; una selección del sermón de la montaña a los apóstoles y las críticas a los fariseos. Hay una tradición en Italia de Catocomunismo, o como dijo una vez el filósofo Gianni Vattimo cuando le preguntaron cómo podía ser filósofo e izquierdista y dijo: Dios es comunista».
De su producción cinematográfica llegarían luego «Pajaritos y pajarracos» (1966); «Edipo Rey» (1967), «Teorema», estrenada en 1968, que otorga la consagración internacional de Pasolini, interpretada por Terence Stamp y Laura Betti enmarcados ambos en una atmósfera sórdido-sensual. «Pocilga» (1969), fue una de sus obras más crudas y realistas, considerada degradante, provocadora y obscena, lo que no evitó bastante éxito en los cines europeos. «Medea» (1969), con María Callas entre el reparto, supone su segunda y mejor actualización de una obra teatral de la Grecia clásica, en este caso de Eurípides.
En los años 1970 triunfa con la llamada Trilogía de la vida (integrada por «El Decamerón», 1971; «Los cuentos de Canterbury», 1972; y «Las mil y una noches», 1974), que pasaron por los festivales de cine de Cannes, Berlín o Venecia.
En 1975, su carrera como cineasta se estanca al estrenarse en 1975 «Saló o los 120 días de Sodoma», una película que convulsiona a toda la sociedad italiana y hace que Pasolini reciba amenazas de muerte y presiones incluso políticas. En ella desdibuja los límites convencionales y cinematográficos que encierran el erotismo, pornografía, expresión, sadismo, provocación y degradación humanas, por efecto del poder.
«Me dirijo a todos los que como yo detestan el poder por lo que le hace al cuerpo humano: la reducción a cosa, la anulación de la personalidad del hombre», manifiesta en una de las entrevistas que aparece en «Pasolini por Pasolini» y agrega: «el poder hace lo que quiere, y en eso es completamente arbitrario impulsado por sus necesidades económicas que escapan a la lógica común».
Previo al estreno de esta película, el cineasta manifestó en una entrevista con la televisión francesa que su obra estaba destinada a escandalizar. «Pasolini declara que «escandalizar es un derecho y ser escandalizado es un placer; quien se niega a ser escandalizado es un moralista», recuerda Piro en diálogo con Télam y sostiene que «escandalizar se conecta también (pero esto no lo dice Pasolini) con hacer las cosas por primera vez. Quiero decir que quien repite algo ya hecho es incapaz de escandalizar, y quien hace cosas nuevas está mucho más cerca de lograrlo».
González Magnasco señala que para el intelectual, «la única demostración de buena voluntad real es en la acción en común, más aún si es escandalosa» y agrega que «el escándalo era un movimiento generador de discusión, de debate en conjunto. Ser escandaloso le costó juicios, críticas, insultos, actos violentos».
«El interés y la seducción que aún ejerce Pasolini no solo reside en que fue un artista de múltiples lenguajes, cercano a la política, difícil de ubicar. Reside en lo que permanece oculto, de alguna manera secreto. Lo olvidado que retorna como esos viejos rollos de celuloide que requieren de una técnica de artesano para revelar su secreto y mostrarnos su imagen», acota.
Su compromiso y cuestionamiento de los sistemas de producción capitalista y el rol de las multinacionales quedaron expresados en su novela inacabada «Petróleo», que estaba escribiendo cuando lo mataron y que, para muchos encierra la causa del asesinato.
Considerada la obra más vasta y ambiciosa del artista, aborda la historia del asesinato del responsable del Ente Nacional de Hidrocarburos de Italia, Enrico Mattei, quien como director de empresas públicas se opuso a las empresas internacionales de petróleo e intentó un acuerdo directo con los iraníes y, si bien logró, en parte, fue asesinado en un accidente aéreo, según dice Gianni Vattimo, en el libro editado por la Universidad de las Artes (UNA): el avión «fue saboteado antes de partir de Sicilia, donde él estaba».
«Podría haber aspirado a convertirse en un Wikileaks de los 60, un entramado de sujetos, organizaciones, empresas, fortunas, miserias, perversiones que muestra desnudo al poder. Saltos entre la antigua democracia cristiana y el nuevo totalitarismo hiper fascista. “Petróleo” no habla solamente de los daños medioambientales, sino de la destrucción de la subjetividad», sostiene González Magnasco.
«Siguiendo al psicoanalista Félix Guattari, podría decirse que Pasolini señala más una ecología de la subjetividad que la del del medio ambiente. Uno de los corazones de Petróleo se centra en lo que fue la guerra de la industria energética, a través de la ENI (la YPF italiana), habla del caso Mattei, de Eugenio Cefis, uno de los personajes centrales de esta novela que se convirtió en uno de los referentes más importantes de la nueva derecha italiana. Pasolini afirmó que el final de la derecha clásica era, en realidad, un poder real capitalista «que está estableciendo una forma de fascismo completamente nueva e incluso más peligrosa».
El asesinato del escritor y cineasta sucedió el 2 de noviembre de 1975, en la localidad de Ostia, en un contexto social de persecución a homosexuales. Por su muerte fue detenido el adolescente de 17 años Giuseppe Pelosi, quien declaró que el artista le había propuesto tener relaciones sexuales, argumento que no convenció a nadie, sobre todo porque el cineasta era un personaje incómodo para el poder, y había denunciado con su obra los corredores más oscuros de la corrupción.
«La figura de Pasolini no sufrió declive alguno desde el día de su muerte, no dejó ni un instante de crecer hasta alcanzar dimensiones casi totémicas. Es el último intelectual, en el sentido que da a esa palabra Susan Sontag: alguien que se interesa por todo. Hizo de todo, y todo lo hizo bien: poesía, novela, pintura, teatro, cine.Y eso sin contar sus polémicas, sus ensayos, sus críticas de cine», sostiene Piro.
«Es probable que Pasolini se haya adelantado a sus tiempos y que parte de su vigencia radique en la sensación de que siempre nos habla de la actualidad. Sus ensayos de resistencia cultural nos llevan a pensar el concepto de globalización y el pensamiento único, la hegemonía cultural del jean y del rock borrando lo subjetivo de un mundo centralizado y unificado», apunta González Magnasco.
Fuentes: Pablo De Vita, La Nación y Claudia Lorenzón, Télam.