Despojado de su habitual estilo barroco, Paolo Sorrentino repartió en el Festival de Venecia emoción y ternura con Fue la mano de Dios (el título original es È stata la mano di Dio), una película autobiográfica en la que confronta la tragedia que marcó su vida siendo adolescente: la muerte accidental de sus padres por una fuga de gas y que involucra indirectamente a Diego Maradona.
El título es un homenaje al argentino, ídolo futbolístico del director de La grande bellezza y protagonista involuntario del suceso, ya que los padres de Sorrentino murieron durante una escapada de esquí a la que él prefirió no acudir para no perderse el partido del Napoli en el que jugaba el Diez.
La película, que participa de la Competencia Oficial por el León de Oro, estará disponible en Netflix a partir del 15 de diciembre.
Una imagen de «Fue la mano de Dios», de Paolo Sorrentino. Foto Netflix
La palabra de Sorrentino
«Fue una época muy dolorosa», admitió hoy en rueda de prensa el director. Solo ahora, añadió, recién cumplidos los 50 años, encontró la madurez y la distancia adecuadas para poder contarlo de la mejor manera que sabe.
«Soy muy miedoso en la vida, pero valiente en mis películas, supongo que es una forma de coraje diferente», señaló flanqueado por sus actores, Filippo Scotti, que encarna a su alter ego juvenil, su intérprete fetiche Toni Servillo, aquí convertido en su padre, y Teresa Saponangelo, que hace de su madre.
Fue la mano de Dios es una historia de transición a la edad adulta en la que, pese a todo, Sorrentino no renuncia a sus señas de identidad: el hedonismo, el humor, la melancolía y ese toque surrealista y exagerado que se entiende mejor conociendo a esa familia y esa ciudad de Nápoles en la que transcurre la historia.
Paolo Sorrentino y el actor Toni Servillo en la presentación de «Fue la mano de Dios». Foto EFE
«Obviamente una película tiene sus exigencias, no se trata de mi autobiografía, hay elementos que son verdad y otros que no, pero lo que es siempre verdadero son mis sentimientos o lo que yo recuerdo que sentí siendo un adolescente», expuso.
Aunque estilísticamente sea su trabajo más sencillo, Fue la mano de Dios explica también la manera de entender el cine de Sorrentino y el origen de su vocación. «No me gusta la realidad, por eso quiero hacer cine», dice en el filme el protagonista, que se llama Fabietto.
Entre las referencias que sí son verdad destaca la aparición providencial en su vida de otro cineasta napolitano, Antonio Capuano, de quien aprendió lo esencial del oficio, según contó Sorrentino: «La idea de que no hay película sin un conflicto que conduzca a la pacificación, de eso se trata el cine y eso me lo enseñó él».
Sorrentino y su elenco, en Venecia: Toni Servillo, Marlon Joubert, Teresa Saponangelo, Filippo Scotti y Luisa Ranieri. Foto EFE
Sobre el título, Fue la mano de Dios, que alude a la explicación que Maradona dio de su mítico gol marcado con la mano en el partido de cuartos de final del Mundial de México 86 contra Inglaterra, Sorrentino considera que es «una frase bellísima».
«Es paradójico que la dijera un futbolista porque es una gran metáfora, un emblema que tiene que ver con la suerte o la divinidad si creés en ella, yo creo en el poder semidivino de Maradona», afirmó.
Cómo fue la tragedia
Hace unos años, en una entrevista con el diario Corriere della Sera, el cineasta contó que está vivo, literalmente, gracias a Maradona. Sorrentino nació en Nápoles, es fanático del club de la ciudad, el Napoli y, por supuesto, del futbolista argentino que le dio sus dos primeros títulos en la liga de Italia. Por eso, de adolescente iba siempre a verlo al estadio San Paolo, donde jugaba de local.
«Fue la mano de Dios», de Paolo Sorrentino. Foto Netflix
Pero el problema surgía cuando quería seguir al equipo por Italia: “Desde que tenía quince años que le pedía a mi papá que me dejara ir a ver un partido de Maradona y el Napoli de visitante. Sólo me dejaban ver los de local”, recordó Sorrentino.
«Cuando en aquel septiembre del ’86 mis padres me dijeron que teníamos que ir a pasar unos días a nuestra casa en Roccaraso (una ciudad turística ubicada en la montaña), le rogué a mi papá que me dejara ir a Empoli, donde jugaba de visitante el Napoli. Siempre me decía que era muy chico, pero no sé por qué ese día me autorizó. Ellos viajaron y yo me quedé en casa”.
La anécdota tiene un final estremecedor: “Al otro día, temprano, a la mañana, sonó el portero eléctrico. Creí que era un amigo mío con el que íbamos a viajar a Empoli. Pero no. Era el portero. Tenía que decirme algo. Bajé, y con los ojos llorosos me dijo que mis papás habían muerto durante la noche en nuestra casa de veraneo. Hubo una fuga de gas y fallecieron en el sueño. Yo salvé mi vida gracias a Maradona”.
Diego Maradona en Napoli, aquí con Michel Platini, que jugaba en Juventus. Foto Archivo Clarín
Ese día, Napoli empató sin goles y Sorrentino finalmente no fue al partido. Pero tampoco acompañó a sus padres, que murieron por la inhalación de monóxido de carbono. Esa temporada, el equipo fue campeón. Sería el primero de los títulos que conseguiría de la mano del Diego: dos de Serie A (1986/87 y 1988/89), una Copa Italia (1986/87), una Supercopa (1990) y una Copa UEFA (1988/89).
Por ese hecho fortuito, el director napolitano nunca dejó de manifestar su gratitud hacia Maradona. En 2014, cuando tuvo que subir al escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles para recibir el Oscar a la mejor película extranjera por La grande bellezza, incluyó a Diego en sus palabras de agradecimiento.
“Gracias a mis inspiradores: Federico Fellini, Talking Heads, Martin Scorsese y Diego Armando Maradona», dijo esa noche al recibir la estatuilla.
Fuente: Clarín