Las favoritas. Eso eran Nomadland; su directora, la realizadora de origen chino Chloé Zhao –radicada en Los Angeles desde la adolescencia– y en menor medida su protagonista y coproductora, Frances McDormand. León de Oro en Venecia, donde se estrenó. Premio del Público en Toronto. Cuatro nominaciones a los Globos de Oro, dos de ellas ganadas. Cinco en los Independent Spirit Awards (ahí le fue mal, no ganó ninguna). Tenía seis nominaciones a los Premios Oscar 2021 y, como indicaban los antecedentes se llevó los dos principales: Mejor Película y Director.
Nomadland llegó a los Oscar con la enormidad de 211 premios. Sólo McDormand, que en circunstancias normales debió haberse sumado y hasta encabezado todos esos premios, se encontró con un muro llamado Viola Davis. En La madre del blues la intérprete afroamericana brinda un show que venía siendo saludado como actuación del año, pero finalmente el Oscar 2021 a mejor actriz se lo quedó McDormand.
Esta es la crítica:
Todo empezó con un libro publicado por la periodista Jessica Bruder en 2017. Se llamaba Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century y testimoniaba un fenómeno impactante: el de la población de tercera edad que en medio de la llamada Gran Recesión (la registrada en Estados Unidos a partir de 2008) se lanzó a las rutas, tras la pérdida de techo y empleo. El libro llegó a manos de McDormand, que le vio la punta a la historia y el protagónico y se jugó, ofreciéndole la dirección a Zhao. Ésta tenía hasta ese momento dos películas muy chiquitas, con buena repercusión crítica y de festivales. Songs My Brothers Taught Me, que la plataforma Mubi puso online el viernes pasado, se estrenó en Sundance y ganó el Independent Spirit a la Mejor Opera Prima en 2015. Dos años más tarde The Rider participó de la Quincena de Realizadores de Cannes y tuvo una respetable carrera comercial.
Podría pensarse que Nomadland completa con las anteriores una “trilogía de la América profunda”. Aquéllas transcurrían en Dakota del Sur y ésta nace en Nevada y atraviesa buena parte de la Estados Unidos rural. Este ciclo inaugural de Zhao termina aquí. Cuando McDormand la contactó ya estaba en preproducción la que será su cuarta película, que no sigue precisamente la línea de las anteriores. Se trata de Eternals, piedra inaugural de una nueva saga de superhéroes, con estreno previsto para el 5 de noviembre. Cómo la directora de tres pequeñas películas folk (las dos primeras transcurren en la reserva Pine Ridge, ocupada por los indios Lakota) llegó a ponerse al frente de una superrecontrahiperproducción de Disney, con un costo previsto de 300 millones de dólares, trajes de spándex y elenco encabezado por Angelina Jolie, será materia de expertos en curiosidades industriales.
Nomadland tiene una peculiaridad: su aparente condición de extraña a la masividad le asegura masividad. ¿Qué podría generar más empatía que una mujer viuda y sin hijes que pierde su trabajo, abandona su casa y se lanza a la ruta, para ganarse la vida en trabajos golondrina y padecer la soledad del camino? Más empatía podría generar sólo que la ciudad en la que vivía se hunda junto con la planta que desde hacía casi un siglo le daba trabajo; que la heroína no elija vivir en la ruta sino que se vea obligada a ello; que cruce su camino con gente de canas que comparte su situación; que conozca a un hombre de buenas intenciones, como “los de antes”, y que la actriz protagónica redondee la apuesta a la empatía, gestualizando sentimientos de pérdida, duelo, soledad, bondad y resiliencia. Cosa curiosa, en Nomadland no aparece ningún futuro votante de Trump, aunque es en esos territorios donde el expresidente cosechó seguidores.
La película de Zhao & McDormand tal vez funde un nuevo género, el crowd pleaser de qualité. La película “importante” para todos los gustos. Todo parece cuidadosamente calibrado. El cartel inicial que informa del cierre de la yesería Gypsium, duplicando el valor que suele asignársele a toda película “basada en hechos reales” (lo que duplica es tener por substrato la pauperización de un importante sector social), el naturalismo y la sencillez de la puesta y las actuaciones (salvo la de McDormand, que contrariamente tira al expresionismo), una estética tan opuesta a lo que se entiende por Hollywood que transmite una sensación de resistencia estilística antiimperial (¡en momentos en que la realizadora se sumía en una megaproducción!), el escenario de una América eterna, de generosos espacios abiertos, opuesta a la del capitalismo urbano-depredador siglo XXI, una comunidad de desplazados que cuenta con su gurú anti-sistema, la idea de que el hogar es todo espacio al que se ama, la melancolía del atardecer en el campo. Sólo faltarían algunos muertos o enfermos graves. Están: el marido de la protagonista, una anciana cancerosa, otra que estuvo al borde del suicidio y un hombre que perdió a su hijo.
Fuente: Página12