Hace cuatro décadas, en un octubre como este, una noticia conmovía al ambiente cinéfilo: la tan magnética como legendaria Safo, historia de una pasión, el inolvidable film de Carlos Hugo Christensen -considerado la piedra basal del erotismo en el cine argentino- tendría su regreso a la pantalla. Esto sucedía luego de haberla considerado perdida para siempre en los incendios de Laboratorios Alex, en 1969.
El film fue encontrado en un lote de películas que poseía una congregación católica y rápidamente alcanzó el plomo y la tinta de las rotativas. Raudamente, el programa Nuestro cine, de Canal 11 conducido por Ruben Aldao y producido por Elio Marchi y Alberto Augello, que rescató muchos films dados por perdidos, anunció que emitiría Safo. Para finales de marzo del año siguiente esa posibilidad quedaba en dudas al faltar material para exhibir la película en su totalidad. Esta noticia y otra conocida en paralelo sobre el hallazgo de una copia más en la Ciudad de México, daban cuenta de la afanosa búsqueda que incluso su propio director hacía de un mito del cine argentino que era imposible de volver a ver tal como él lo había creado.
Finalmente, Safo volvió a la vida cinematográfica décadas después. Primero en 1997, cuando integró el homenaje que el recién recuperado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata le realizó a Christensen y luego en 2013, cuando la 28° edición del encuentro marplatense exhibió la copia 35mm obtenida de dos copias en 16mm de Safo que -como título fundamental- integraba la colección que Turner International había donado al INCAA. Un lote de alrededor de 300 películas donde estaba lo producido por Estudios San Miguel, SIDE y Lumiton, a la sazón, productora de este título del cine argentino tan buscado por décadas y que sólo podía verse en versiones muy lejanas a su metraje original. Un año más tarde, el coleccionista Fernando Martín Peña presentaba en su programa de televisión la copia que había encontrado en Uruguay: “Hace unos cinco o seis años encontramos en Uruguay una copia original de Safo. Original quiere decir sacada del negativo. Antes de que el negativo se perdiera se hizo esta copia y además la copia esta absolutamente completa y en muy buen estado de conservación”, anunciaba ante la cámara.
Pero eso hablaba de la lejanía con la cual muchos espectadores habían quedado privados por décadas de la magnificencia que sí celebraron aquellos que tuvieron oportunidad de verla en su estreno, gracias a la exquisita fotografía en blanco y negro de Alfredo Traverso con la cámara de Pedro Marzialetti, los suntuosos decorados de Ricardo Conord con las esculturas de Francisco Guglielmino y la música de George Andreani, cuando tuvo su glamoroso estreno en el cine Broadway, el viernes 17 de septiembre de 1943.
Mecha Ortiz, Roberto Escalada, Miguel Gómez Bao, Nicolás Fregues, Herminia Mancini y Guillermo Battaglia eran los protagonistas de un reparto que incluía, tal como anunciaba la oficina de prensa de Lumiton, a “la joven estrellita Mirtha Legrand”. María Mercedes Varela Nimo Domínguez Castro, tal el nombre real de la protagonista, había rechazado protagonizar para Christensen Los chicos crecen y, en cambio, consideró que su rol de Selva Moreno, “Safo”, podía ser un buen papel. Quedó como una marca indeleble en la carrera de Mecha Ortiz y le brindó estatura de estrella.
En su libro, Carlos Hugo Christensen, historia de una pasión cinematográfica, Mario Gallina logra testimonios fundamentales para conocer el trasfondo de la realización de Safo, historia de una pasión,comenzando por Pepe Herrero, que fue ayudante de dirección de Christensen: “El 4 de junio de 1943, durante la filmación, ocurrió un hecho curioso: se produjo la revolución que derrocó al gobierno del Dr. Ramón Castillo y ese mismo día rodamos la escena en que Escalada mantenía un diálogo con Nicolás Fregues, padre de su novia en la ficción (Mirtha Legrand). Y le decía algo así como : “De ayer a hoy han pasado cosas terribles. Le pido a Ud. que me disculpe…”. Hacía referencia a que su personaje había resuelto quedarse con el que encarnaba Mecha, de la que se había enamorado locamente y ya no se casaría con su novia. Los misterios que hacen que la realidad y la ficción se toquen inexplicablemente: en la vida del país y en la del personaje habían ocurrido hechos que modificaban el curso de las cosas”, decía sobre las implicancias que rodeaban a la filmación.
A los pocos días, el rodaje los llevaría a Mendoza en “El cuyano”, que llegaba a la estación el 11 de junio con el equipo de la película para filmar los exteriores en dicha provincia. Roberto Escalada, Miguel Gómez Bao, Elisardo Santalla y una Mirtha Legrand de tan sólo 16 años tuvieron a Potrerillos y Tupungato como parte de los escenarios naturales que enmarcan la acción. “Yo venía de hacer varios protagónicos cuando Lumiton me incluyó en Safo. Supongo que la empresa en forma inteligente -y esto que no parezca una cosa vanidosa- usó mi nombre y el éxito que ya había obtenido con mis anteriores films. Claro, era un personaje de ‘ingenua’ y yo transitaba por esa línea en aquel momento, entonces convencieron a mi madre y a mi representante, don Ricardo Cerebello: ‘Es un buen papel, la vamos a cuidar, se va a destacar’. Bueno, al final ‘la nena’ lo hizo; pero no, si volviera atrás, no lo haría”, añadía en el mismo ejemplar la siempre vigente Mirtha Legrand agregando: “No fue un personaje que me gustara, aunque resultó una excelente película con una pareja magnífica como Mecha Ortiz y Roberto Escalada, pero no la recuerdo como una experiencia grata, no me sentí cómoda. Es más, yo era sumamente joven y no sabía bien qué quería decir Safo, me sonaba a algo “non santo” en lo que no debía estar interviniendo. Los amores de una mujer tempestuosa, su amante, en fin, piense que le estoy hablando de hace muchos años”, señalaba la diva de los almuerzos a la cual un cartel destacaba en el reparto con una leyenda: “Lumiton agradece a la actriz Mirtha Legrand la gentileza de haber aceptado el breve papel de Irene”.
Antes de llamarse Safo, la película había sido bautizada como El joven Lynch y luego Posesión. Y antes de Roberto Escalada estuvo Ricardo Passano como posible galán de Mecha Ortiz. Fue descartado por ser demasiado joven. Para Gallina, el propio Carlos Hugo Christensen indicaba: “Cuando todavía estaba trabajando en la radio, vi una película argentina francamente absurda, en la que cuando la pareja se estaba por besar, la cámara apuntaba para abajo, para el cielo, para cualquier lado, menos al rostro de los protagonistas. Si se decían: “Te amo”, por ejemplo, era tan poco creíble, que el público explotaba de risa por la poca verdad que se percibía. En realidad, no era sólo en ese film. Ocurría en todos los que se hacían en la década del ‘30. Salí del cine prometiéndome que si alguna vez yo dirigía, iba a hacer una película con escenas de amor ‘de verdad’. Por eso hice Safo. Tiene una escena, con gran cantidad de extras que dio mucho trabajo y llevó incontables horas de filmación: la del carnaval. Procuré imbuirme de cómo se festejaba esa fiesta en el Buenos Aires de 1914, que era el año en que ubiqué la acción. El can-can que incluí, por ejemplo, no es gratuito. Los asesores a los que recurrí me informaron que era un baile obligado en esa época”. Ese carnaval recreado en Lumiton significó el debut de Olga Zubarry donde lucía un atuendo de fantasma que ocultaba además su corta edad. No apareció en créditos pero cimentó un vínculo con la industria que le permitió, tres años más tarde y de la mano de Christensen, revolucionar esa senda que había comenzado Safo con el torso descubierto (aunque en rigor fuera obra de una malla color carne y un cuidado maquillaje), con El ángel desnudo, para causar conmoción y convertirse en marca indeleble de nuestro cine.
Pero claro, la historia basada en la novela de Alphonse Daudet -padre además de Leon Daudet, fundador de Acción Católica- era demasiado tocante para la época y Christensen traslada la acción de París a Buenos Aires, donde una mujer mayor, con una vida plagada de escándalos, conoce a un jovencito mendocino recién llegado que se enamora perdidamente de ella. Este pequeño enunciado argumental no puede esconder lo que, por entonces resultó evidente, la censura que se ciñó sobre la película y que obligó a Christensen a incluir dos frases para evitar cualquier sobreinterpretación: “Versión cinematográfica de la obra maestra que Alfonso Daudet dedicó a sus hijos y escribió para enseñanza moral de la juventud de todos los tiempos”. Al final también puede leerse otra que es la misma que utiliza el autor en su novela: “Para mis hijos, cuando tengan veinte años…”. El póster de la película sí tuvo que ser cambiado: la cara de Roberto Escalada aparecía sobre el torso de Mecha Ortiz como besándolo. “En el marco específico de la carrera de Christensen, Safo, historia de una pasión representa un salto de calidad cinematográfica notoria con respecto a sus anteriores films e integra la tríada ejemplar de su filmografía junto con Armiño negro y Los pulpos”, anota Fernando Regueira en el capítulo destinado a Safo que integra el ejemplar Cinco films argentinos, editado por Djaen.
Safo fue un gran éxito, erigió a Mecha Ortíz como una gran diva y el 14 de junio de 1947 volvió en copia nueva al cine Ambassador. El suceso también determinó que volviera a unirse la pareja protagónica en El canto del cisne, con similar argumento y totalmente diferentes resultados de boletería. En 1957 Julio Porter presentó La sombra de Safo, que volvía a aquél reparto e incluso presentaba fragmentos del film de Christensen a modo de flashbacks en una secuela que es tan olvidable como todo lo memorable que tiene la original. Pero la marca distintiva de Safo no termina allí: en 2003 Goyo Anchou realizó su versión underground, queer y como reverso de aquella historia de la época de oro del cine nacional para pasar del glamour escenográfico de los estudios Lumiton a la cámara en mano en la Marcha del Orgullo Gay en Congreso. Pero esa es definitivamente otra historia.
Safo, historia de una pasión puede verse en cine.ar play
Fuente: Pablo De Vita, La Nación