“Con gran dolor despedimos a la actriz y afiliada Diana Maggi. Con una trayectoria artística de más de ocho décadas en la Argentina y en España, se destacó en teatro, cine, televisión y radio. Nuestras condolencias a sus seres queridos, abrazándolos en este duro momento”, con estas palabras confirmó la Asociación Argentina de Actores la muerte de la reconocida artista de 97 años.
Tenía una mirada que podía reflejar tanto la furia de la venganza como el fuego de la pasión, la calidez de la ternura o las chispas de su carcajada. Todo esto era Diana Maggi, Graziosa Maggi, su nombre real. Había nacido en Milán, dato que pocos conocían, el 10 de junio de 1925 (aunque algunos medios aseguran que en realidad nació en 1920), y siendo muy pequeña la trajeron a la Argentina, puntualmente a Buenos Aires. Y fue la danza la que iba a marcar el comienzo de su derrotero profesional. Inició su carrera integrando el ballet infantil del Teatro Colón.
A los 20 años, el cine sonoro, que necesitaba rostros jóvenes y bonitos, la llevó a la pantalla grande. Es así que en 1938 debutó en cine como extra en Mujeres que trabajan, de Manuel Romero, con Niní Marshall, Tito Lusiardo, Mecha Ortiz y Sabina Olmos. En 1943 tuvo un pequeño papel en Las sorpresas del divorcio, de Roberto Ratti, donde figuró como Diana Mayer, y ese mismo año intervino en Frontera Sur, de Belisario García Villar, que si bien figura en los títulos, en la actualidad su aparición está suprimida.
Se consagró en 1950 cuando filmó cinco películas, destacándose en Nacha Regules, de Luis César Amadori, con Zully Moreno y Arturo de Córdova, por la que obtuvo premios como mejor actriz de reparto en la Argentina y en el segundo Certamen Hispano Americano de Cine en España. A partir de aquí empezó a tener papeles más destacados que le permitieron desplegar sus dotes dramáticos: Fuego sagrado, de Ricardo Núñez Lissarrague, donde actuó junto a Francisco de Paula; acompañó a Enrique Santos Discépolo en El hincha y a Miguel de Molina en Esta es mi vida.
En 1953 protagonizó La Tigra, de Leopoldo Torre Nilsson, que se estrenó once años después debido a que estuvo censurada y tuvo que radicarse en España, donde filmó varias películas e hizo teatro. A principios de la década siguiente volvió a la Argentina y demostró que también se desenvolvía cómodamente en la comedia. A su regreso participó en la obra Vamos a contar mentiras, de Alfonso Paso, y fue un éxito. También incursionó en el teatro de revistas.
En la década de 1960 se destacó en films como Placeres conyugales, de Luis Saslavsky; Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes, de Fernando Siro, y Hotel alojamiento, de Fernando Ayala. Tuvo otros trabajos sobresalientes como Lita (Mi noche triste, de Lucas Demare), Pinky Emiliana Fernández (Los ángeles del volante, de Ignacio Iquino), Márgara (La delatora, de Kurt Land), Enriqueta (Placeres conyugales) y Gloria (Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes).
La creación de Canal 7 demandó urgentemente planteles artísticos para cubrir su programación y Diana Maggi fue una de las invitadas para participar en 1951, en Petit Café, junto a Juan Carlos Thorry, Analía Gadé, Darío Garzay y el ballet de Mercedes Quintana. Siguieron Show Standard Electric, Viernes de Pacheco, Domingos de mi ciudad, Mujeres en presidio, Sábados de la bondad, Matrimonios y algo más, Las gatitas y ratones de Porcel, Alta Comedia, Buenos vecinos, entre otros.
No faltó su paso por los escenarios porteños con títulos como Si Eva se hubiese vestido, de Carlos Olivari y Sixto Pondal Ríos; Petit café, de Tristán Bernard; La muchachada del centro, de Ivo Pelay, La historia de la guita, de Ernesto Silberstein; Los tres mosqueteros gitanos, de Antonio de Bassi; Los millones de Orofino, de Eugéne Labiche, y El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza, entre otros.
En 1981 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex como una de las mejores actrices de comedia de la Argentina. Un centenar de títulos guardaba en sus recuerdos, recuerdos que fueron desplazados por uno muy grande, el que dejó el gran amor de su vida: Juan Carlos Dual, que murió en agosto de 2015.
Fuente: La Nación