No necesito recorrer distancias extensas para llegar a esa meta. Nunca se propuso alcanzar alguna frontera más lejana que la de su lugar de origen.
Acaba de morir a los 82 años un actor de raza, querido por todo el mundo, que también se enorgullecía de ser un actor de barrio. Una figura que sin llegar a los primeros planos o aparecer al frente de las carteleras con papeles protagónicos siempre encontró un espacio para lucir su sello. Sus apariciones podían ser secundarias o circunstanciales, pero siempre dejará la sensación de que ningún otro podría reemplazarlo en ese puñado de pequeños grandes papeles que a partir de hoy se convierten en recuerdos inolvidables.
Pero además del recuerdo de los que siguieron su carrera en el espectáculo y festejaron a pura carcajada sus mejores personajes, como los que entregó en programas clásicos del humor argentino como La revista dislocada y Telecómicos, Pozzobón también quedará en la memoria de los aficionados al fútbol.
Su trayectoria más seria estuvo ligada durante muchos años al periodismo deportivo, en especial como cronista de las tradicionales transmisiones del ascenso de Radio Rivadavia. Su voz enérgica e inconfundible se escuchaba cada sábado desde alguna cancha de la zona sur del Gran Buenos Aires. Cada vez que se enfervorizaba con el anuncio de un gol era inevitable la evocación del mejor personaje de su carrera, el fanático de Boca que interpretaba en Telecómicos, la creación de Aldo Cammarota en los años 60 que con el tiempo se transformó en uno de los mejores ciclos humorísticos de la historia de la televisión argentina.
La vida de Pozzobón giró siempre alrededor de ese rincón del conurbano, su suelo natal. Había nacido en Llavallol (partido de Lomas de Zamora) el 24 de marzo de 1938. Las primeras fotos lo evocan como mascota del equipo de fútbol que manejaba su padre en ese reducto que en aquéllos tiempos previos a la gran urbanización industrial todavía contaba con muchos espacios libres entre casa y casa.
Desde chico a Pozzobón siempre le gustaron las imitaciones. Los informativos y las transmisiones de fútbol se recreaban en su voz después de horas y horas de radio, el gran entretenimiento familiar de esos tiempos. «Todos me decían que hacía buenas imitaciones y me animé un día a ir a ver a Délfor, porque en La revista dislocada se hacían las mejores imitaciones y era lejos el programa más popular»,solía recordar en los últimos años.
Cuando finalmente se decidió a hacerlo («Ir de Llavallol a la Capital era una hazaña en aquél momento», decía) logró con una mezcla de audacia y fortuna lograr que Délfor lo escuchara. «Le hice 20 imitaciones, una detrás de otra. Y cuando estaba haciendo la del informativo de Radio Splendid apareció Cacho Fontana, que era el locutor del programa. De la risa se tiró arriba del piano y le dijo a Délfor: este tipo no es imitador, es actor. Entonces Délfor me dijo: Pibe, vení el domingo que te escribo unas noticias. Cuando volví a casa y le dije a mi mamá que me iba a escuchar en la Dislocada, creo que la presión le subió a 30», contó el año pasado en un reportaje de Telefé. Debutó un domingo de 1959, el mismo día que Jorge Porcel.
A mediados de los 60 llegó a la televisión con Telecómicos. Y su figura larguirucha empezó a hacerse familiar gracias al personaje del Fanático de Boca, una de las grandes atracciones del programa. Un tipo que siempre aparecía en calma hasta que algún disparador lo hacía enojar y vociferar su amor por esa camiseta, que personificaba en la figura de Antonio Rattin, capitán y gran figura del equipo. Ese papel le permitió mas tarde convertirse en la cara de una publicidad de cigarrillos con la marca boquense y hasta grabar una canción («¿Fanático yo?») con un grupo musical.
Pozzobón hacía otros personajes extraordinarios en ese programa. Uno de los mejores era la parodia de un presentador de noticiero que con el mismo procedimiento del anterior empezaba a levantar temperatura con el anuncio de una información, cuyo protagonista siempre era un tal Juan Pavote. «Noticia caliente, calentísima, ¡me quemo!», bramaba desde un atril o con un micrófono que tenía un capuchón de tamaño gigante, casi inverosímil. El otro era «El Novio de América», que se jactaba de sabérselas todas en el arte de seducir mujeres. Siempre aparecía en compañía del Pibe Saladillo.
Su popularidad le abrió varias puertas en la televisión, el teatro, el cine y hasta el café concert. Pero los altibajos artísticos y la dedicación casi plena al cuidado de la prolongada enfermedad que padeció su esposa (a la que conoció en un viaje en tren en el Ferrocarril Roca, entre Llavallol y Temperley) no le dieron a su talento y a su perseverancia artística la continuidad que deseaba. Así y todo, llegó a mantener una continuidad de casi 17 años en Levántese con alegría, un programa que arrancaba todos los días a la madrugada por Radio del Pueblo. Durante muchos años mantuvo su presencia como cronista deportivo y llegó a relatar varios partidos completos del fútbol de ascenso.
También apareció en medio centenar de películas, algunas muy populares en sus tiempos iniciales (Ya tiene comisario el pueblo, Cuando los hombres hablan de mujeres) y en los últimos años, mayoría de pequeños papeles en producciones independientes. Alguna de ellas internacional (el western de origen francés Lucky Luke) y otra que rendía tributo a su origen, como la comedia Pájaros volando. Lo más destacado fue el rescate de su figura que hizo Juan José Campanella. En El hijo de la novia, Pozzobón hizo toda una creación del cocinero del restaurante manejado por los personajes de Ricardo Darín y Héctor Alterio. El director volvió a convocarlo en Luna de Avellaneda y El hombre de tu vida.
También tuvo apariciones en otros programas muy populares como Casados con hijos, Padre Coraje y Sos mi hombre. Participó de un episodio («Los cuatro notables» de Los simuladores. Sus personajes en esa etapa final de su carrera ya eran inalterables, mezclando el homenaje y la vis cómica que siempre lo caracterizó con los consejos, las sentencias y las lecciones de vida de quien parecía haber ya vivido todo. Esa imagen amable y bonachona fortaleció todavía más los permanentes lazos de afecto abiertos entre el actor, sus pares y el público. En 2019 recibió el título de ciudadano ilustre del partido de Lomas de Zamora. Nunca quiso retirarse y deja para siempre el recuerdo de una carrera fecunda, sencilla y ejemplar.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación