Lorena Carpanchay, Julieta Laso, Whisky y BYami en «Terminal Norte»
Como si fuera el inicio de una historia fantástica, un abarcativo plano muestra un bosque en cuya base refulgen luces mientras un piano suena. Al tiempo que una voz canta y las luces de las distintas horas del día marcan el ritmo visual, unos títulos impresos sobre la imagen dicen: “En el año que asoló la peste / una cantora del Plata / se refugió en el norte del país. / Tenía que preparar un gran show / pero fue cancelado. / No está amaneciendo, / esas son luces de autos que pasan. Era difícil saber la hora en esa época”.
No, no era una historia fantástica, sino una real.
Así empieza Terminal Norte, el cortometraje realizado por Lucrecia Martel cuando aún la pandemia arreciaba –aunque ya perdiendo su fuerza inicial–. Luego de ese comienzo potente y desconcertante, unas sombras iluminadas por linternas se dirigen entre risas a un lugar donde se reunirán a compartir sus anécdotas de copleras, un aquelarre de copleras junto a otras manifestaciones musicales más. La cámara presentará a todas y todos, ya que también hay dos hombres músicos. Y comenzará la música, primero cantada por Julieta Laso, “la cantora del Plata”, luego BYami y su trap. En un auto, el escenario cambiará al monte y al día, cuando Laso –quien es la novia de Martel y que oficiará de guía en este viaje– se encuentre con Lorena Carpanchay, una coplera trans que tocando su caja dice: “Ya viene la marica…” Luego, Julieta escuchará su relato de ser travesti en Salta y también su poema cantado, en el que menciona a Lohana Berkins (precursora del movimiento Lgtb y también de Salta) y a Diana Sacayán, dirigente travesti asesinada. Se debe notar que la tristeza es un estado interior, pasivo, pero cuando ese sentimiento se transforma en rabia, una triste rabia, bien se puede pensar en el lamento de una copla norteña, que no se dirige sólo al cielo sino que reverbera entre los hombres y mujeres a los que llega.
Julieta Laso (Foto: Beto Gutierrez)
Mientras se continúan tomas frondosas de árboles, también siguen las canciones de distinta raíz musical y también extraños cuadros nocturnos en el que las mujeres, juntas, aguardan. O filmaciones caseras que muestran cómo de una casona rural emergen enormes lechuzas blancas, en una imagen que sólo se puede ver en la pantalla del celular filmado por la cámara de la directora, que parece aceptar el formato que responde a la imagen filmada.
La trastienda del show (ese show íntimo que brindan no en escenarios frente a un público, sino entre quienes hacen esa música solamente) muestra la distensión, el baile y el piano, para luego volver a la ruta extraña. No podía ser de otro modo: lo inquietante del cine de Martel se cuela incluso entre esta reunión de músicos. Las mujeres del dúo noise Whisky permanecen en silencio.
Una última duda asoma entre diálogos y canciones: ¿cómo harán el “encuentro de las comadres’’ en pleno Covid? Una incógnita que el mismo film devela.
La directora argentina Lucrecia Martel. EFE/EPA/ETTORE FERRARI/Archivo
El corto documental de la siempre eficaz y elegante Lucrecia Martel, que cuenta con el notable sonido directo de Jésica Suárez y la edición de Iair Michel Attias, podría considerarse una transición documusical hasta la llegada de su esperado film Chocobar, documental sobre el asesinato y juicio por el asesinato de Javier Chocobar, un activista diaguita asesinado por un terrateniente escudado por policías, hecho que fue filmado por los compañeros de Chocobar. De este modo, los seguidores de la filmografía de Martel (y con el corto ficcional Camarera de noche) podrán aguardar tranquilos.
*Terminal Norte se exhibe en la plataforma MUBI.
Fuente: Infobae