“Esta es una linda habitación, llena de linda y agradable gente”, dice sin conocernos y sonriendo Leonardo DiCaprio al ingresar en Cannes a la suite del Hotel Carlton, con balcón al Mediterráneo, donde lo esperamos los representantes de medios internacionales para entrevistarlo.
Hace poco fue la première de Había una vez… en Hollywood, en el Festival de Cannes. El rubio compone a Rick Dalton, un actor que, por 1969, comienza a caer en desgracia, y que vive justo al lado de Sharon Tate y Roman Polanski en las colinas de Los Angeles. Tate fue asesinada en agosto de ese año por miembros del Clan Manson, y la película de Tarantino, ya en cartel en la Argentina, pivotea y fantasea sobre eso, la vida de Dalton, su doble de riesgo Cliff (Brad Pitt), Tate (Margot Robbie), Hollywood y los hippies de Manson.
DiCaprio es alto (1,83 m), está peinado al agua hacia atrás y luce una barbita candado de apenas unos días. Sus ojos claros, de un celeste penetrante, sólo se achinan si temblequea al comenzar a responder una pregunta.
Es que Leo no siempre contesta taxativamente lo que se le pregunta. Es famoso por eludir las cuestiones que no le agradan, decir “no sé de lo que estás hablando”, mirar con extrañeza, encerrarse o hacer como si nada.
Sabe de lo que habla. Con 30 años de experiencia en cine y TV, DiCaprio conoce Hollywood como pocos. Y mantiene los mismos amigos de sus comienzos. AFP
-Tu personaje dice siempre “Estoy haciendo lo mejor”. ¿Te identificás con esa frase?
-Mi carrera es como una montaña rusa. A veces estás en la cima, otras, descendés, pero veo esto como una carrera de larga distancia, o de largo aliento. Con Brad casi provenimos de la misma generación, que rompimos, aparecimos en el mismo momento, y apreciamos tener esta oportunidad que te da el arte y aprovechar de ella, más de lo que mucha gente puede hacerlo… Quentin es un gran cinéfilo, es un gran conocedor de esta industria, y lo cuenta desde un perspectiva de dos tipos que en verdad están en la parte de afuera de Hollywood, pero mirando hacia adentro. Quentin logra un acercamiento único en este período de tiempo, 1969. Fue un gran momento para el cine, hubo grandes filmes. Y ver cómo cambiaba la cultura, con estos cowboys de televisión que ya empezaban a ser del pasado. El mundo estaba cambiando, y nuestros personajes ya no estaban encajando en él. Me parece que es una fantástica forma de acercarse a esa realidad y a esa situación.
-Pero tu carrera en el cine no ha tenido más que picos. ¿Cómo te mantenés?
-Con cremas hidratantes -bromea-. En términos de carrera, tratás de tomar las mejores decisiones que podés, que tenés al alcance de tu mano. Tratamos de aceptar desafíos. Y mirá, creo que las películas son una de las mejores formas del arte. Tenés el honor de formar parte de ellas, como decía antes, y qué difícil es acertar en esa oportunidad que te dan, ese disparo que tenés.
Leo, llegando a la première en el mítico Chinese Theatre IMAX, en Hollywood, Los Angeles. EFE
-La película trata sobre cómo se frustran algunas expectativas, y las carreras artísticas. ¿Sentís que comenzás a lidiar con eso?
-Cuando sos actor desempeñás diferentes papeles, no necesariamente tiene que ser tu propia vida, eso no es necesario. Irónicamente, me siento completamente conectado con este personaje, sé por lo que pasó este hombre. Muchos de mis amigos son actores, desde los 13 años, y conozco sus problemas. O no digamos problemas, la inseguridad que sentís al no saber si vas a conseguir otro papel. Inmediatamente me conecté con el personaje y lo entendí; lo que le pasa a esta persona, por el proceso que está atravesando.
-¿Cómo construiste a Rick? ¿Es cierto que Quentin te hizo ver muchas películas?
-Muchísimos westerns. Y de los actores que sirvieron para componer a Rick Dalton, como Eddie Burns, o Ty Hardin o Ralph Meeker. Trajo como una novela de la historia del personaje, y con Brad leímos una biografía de nuestra relación de personajes, juntos. Brad es alucinante y profesional, se mete y siente los personajes en los que actúa, quién fue este tipo, y en qué relación podría estar en Hollywood. Ambos hemos tenido muchísima suerte de haber podido trabajar con la gente que lo hemos hecho en esta industria. Gente de lo más curiosa, inquisitiva, inteligente, y nos enfrascamos en estas discusiones.
Grandes amigos. Con Brad Pitt. DiCapri explicó cómo improvisaron un diálogo que se convirtió en un gran momento del filme.
Casi de la nada, o porque lo recordó repentinamente, DiCaprio continúa relatando una anécdota. “Con Brad, y pese a que Quentin trabaja muy bien, y mucho, los diálogos, tuvimos uno que improvisamos. Y que quedó. Fueron pocas palabras. Yo estoy pasado de alcohol, me dirijo a rodar, él me lleva y me veo sumamente deprimido. Avisoro mi futuro y no lo veo bien. Bueno, Brad me tira esa frase “sos el puto Rick Dalton. No lo olvides”.
¿Cómo construyeron con Brad la relación de amigos, aunque él es tu doble, y vos, la estrella?
-La verdad es que nos sentimos muy cómodos en cuanto nos conocimos. No habíamos trabajado juntos, y espero que volvamos a hacerlo en el futuro. Nuestros personajes viven en la industria del cine, en una ciudad como Los Angeles, que ambos conocemos muy bien. El tipo de relaciones que tienen Rick y Cliff son del tipo que te permite sobrevivir en la industria. Y yo no sabía muchas cosas de Los Angeles de 1969.
-¿Creés que el sentido de la amistad cambia con los años?
-No, de hecho creo que para mí se mantiene igual de viva y en muy buena salud. Mis amigos desde hace treinta años siguen siendo los mismos. Nos ayuda a sobrevivir.
En acción. DiCaprio es un actor en desgracia en la taquillera película de Quentin Tarantino. SONY
-¿Cómo fue que Quentin te dijo que quería que trabajaras de nuevo con él?
-Me fascinó que esta película sea un homenaje a Hollywood, trabajar con Quentin y meterme en su mundo, y encarnar a un actor que comienza a declinar, y que no sabe cómo insertarse en lo que está cambiando en Hollywood. Hay un magnetismo en los sets de Quentin que se ha perdido. Toda esa elaboración, el proceso del rodaje, para que todo salga como debe ser. Quentin se toma el tiempo que sea para todo.
No hay tiempo para más. Leo, a quien lo incomodan las entrevistas, se va, quizás, un poco más liviano.