Fernanda Torres con la felicidad del triunfo en los Globo de Oro, a comienzos de este año – ROBYN BECK – AFP
Los Ángeles. Marzo de 2023. Argentina, 1985 es una de las cinco candidatas al Oscar como mejor película internacional. Y en la delegación nacional más de una voz comparte una pregunta (más bien una expresión de deseo) que naturalmente surge cada vez que el mundo cinematográfico entero empieza a hablar de una obra originada en algún país alejado del radar de Hollywood o de las producciones más poderosas.
Además del reconocimiento a la película, se plantean esas voces, ¿por qué no pasa lo mismo con sus actores principales? Pensaban, por supuesto, en la personificación que Ricardo Darín hizo del fiscal Julio Strassera en la aclamada película de Santiago Mitre, muy bien recibida en todas partes. La historia del Oscar registra unos cuantos nombres de intérpretes nacidos lejos de Hollywood y ajenos a esa industria entre los nominados en las categorías actorales, pero hasta ahora en número son bastante menos que las películas de las que participan.
La brasileña Fernanda Torres es la actual excepción a esa regla y un nombre que hoy está en boca de todos junto a la película que la hace brillar y está a punto de estrenarse en la Argentina. El próximo jueves 20 llegará a los cines locales Aún estoy aquí (Ainda Estou Aquí), de Walter Salles, que le devolvió después de mucho tiempo el protagonismo internacional al cine de Brasil y llega al 2 de marzo, día de la gran ceremonia del Oscar, con tres valiosísimas nominaciones: mejor película, mejor actriz protagónica (Torres) y mejor película internacional.
Aún estoy aquí, que recorre el mundo en estos días titulada en inglés como I’m Still Here es una rareza por donde se la mire, aunque su temática forma parte de la tradición del Oscar. Son muchos los ejemplos, sobre todo a lo largo de las últimas tres décadas, de películas del mundo nominadas por la Academia de Hollywood en las que se narran hechos de la vida real de cada comunidad (sobre todo ligados a experiencias políticas y sociales con sello indeleble en la vida de sus respectivos países) con resonancias universales.
El público argentino vivirá esa experiencia de manera muy especial, distinta a lo que viene ocurriendo en otros territorios. La de Aún estoy aquí es una historia humana que se desarrolla en un momento histórico dominado por el autoritarismo político y la sombra de la desaparición forzada de personas, un cuadro que tiene muchas equivalencias con lo que se cuenta en El secreto de sus ojos y Argentina, 1985, dos de las últimas tres representantes de nuestro país que quedaron entre las cinco candidatas finalistas al Oscar internacional, categoría antes conocida como mejor película extranjera.
El momento clave de la película de Salles ocurrió en la vida real de Brasil, el 20 de enero de 1971. Ese día fue arrestado Rubens Paiva, un ingeniero civil, ex diputado y antiguo militante de partidos políticos de izquierda, en la casa que ocupaba en una zona de Río de Janeiro muy cercana a la playa. Allí vivía con su esposa Eunice y sus cinco hijos. El más joven de ellos, Marcelo Rubens Paiva, escribiría muchos años después, en 2015, un libro autobiográfico del que surgió esta obra.
El estreno de Aún estoy aquí en Brasil fue uno de esos acontecimientos sociales que el cine ofrece de tanto en tanto. Como ocurrió entre nosotros con Argentina, 1985, la película se convirtió en un gran tema de conversación, disparó innumerables debates y revisiones del pasado, recuperó el testimonio de muchos testigos de la época y llevó a las salas a muchas personas que habían dejado de ver películas en pantalla grande.
En apenas dos meses fueron a verla tres millones de brasileños. La cifra sorprende sobre todo porque los dramas no son especialmente convocantes cuando se estrenan en los cines del país vecino. Las comedias suelen atraer más público y el drama queda para las producciones televisivas respaldadas por la industria audiovisual más poderosa del continente. De hecho, buena parte de la gran popularidad que tiene Fernanda Torres en Brasil responde a su celebrada trayectoria en el mundo de las comedias televisivas.
La oportunidad del estreno y un particular escenario político también contribuyeron mucho a alimentar el interés por ver la película de Salles. El lanzamiento coincidió con los 60 años del golpe que derrocó en 1964 al presidente João Goulart y puso en marcha un largo período de gobiernos militares extendido hasta 1985. Y también con el segundo aniversario del ataque contra algunos de los edificios más simbólicos de la democracia y la división de poderes (el Palacio del Planalto, el Congreso, la sede del Supremo Tribunal Federal de Justicia) de Brasil. La multitud que en aquella ocasión invadió y provocó serios daños materiales en Brasilia se identificaba con el ex presidente Jair Bolsonaro y alentaba con su accionar en los hechos un virtual golpe contra Luiz Inácio Lula Da Silva, que acababa de ser elegido para su tercer mandato presidencial.

Varios analistas y observadores de la política y la cultura en Brasil no dejaron de asombrarse por la repercusión de una película que se animaba, mucho más que cualquier otra en su tiempo, a tocar un tema considerado todavía hoy como un tabú. No es habitual allí en el cine y la televisión explorar las circunstancias, los hechos y las repercusiones de aquellos dos decenios de gobiernos militares.
Punto de vista femenino
Aún estoy aquí está contada desde el punto de vista de Eunice Paiva (Torres), que nunca volvió a ver a su marido desde que dejó su casa en compañía de un grupo de agentes vestidos de civil. Mucho tiempo después se supo que Rubens Paiva (personificado por el prestigioso actor y director brasileño Selton Mello) había sido asesinado en su lugar de detención clandestina poco después del arresto. Allí fue torturado varias veces.
Eunice tuvo más suerte. Pudo regresar a su casa después de padecer tormentos parecidos. Fue detenida, interrogada y torturada por personas que trataban de sacarle información sobre presuntas actividades políticas realizadas por su marido de manera clandestina. Cuando es liberada, toma una serie de decisiones que cambian su vida: a los 46 años regresó a la universidad, se recibió de abogada y llevó adelante una serie de acciones dirigidas a la defensa de los derechos humanos y las causas de los pueblos indígenas, además de participar en la elaboración de la nueva Constitución brasileña.
Mientras tanto, no cejó en la búsqueda de la verdad sobre el destino de su marido desaparecido y a criar ya como viuda a sus cinco hijos. La película se presenta como una crónica de la eterna e indomable entereza de Eunice frente a la adversidad, así como un verdadero canto a la sonrisa que ella nunca quiso perder mientras buscaba explicaciones sobre el destino de su marido.
Salles, que conoció y trató a los Paiva en su juventud, eligió narrar desde el comienzo la vida de esa familia con la imagen, el espíritu y los colores de una aventura cotidiana llena de felicidad compartida en una bella casa junto al mar: veranos idílicos, despreocupación, muestras permanentes de amor fraternal, sueños de juventud. Hubo elecciones estéticas deliberadas (una imagen parecida a la de las películas familiares en Super 8, un rodaje rigurosamente hecho en sentido cronológico) que profundizaron esa intención.
“Es la historia de una familia, pero también es la historia de un país y del mundo, porque los Paiva fueron víctimas no de una dictadura ocurrida en Brasil sino de la Guerra Fría, que patrocinó todas las dictaduras sudamericanas. Así que también es la historia de todos nosotros”, expresó hace poco Torres en una entrevista con Entertainment Weekly. Allí dejó a la vista también la intención de Salles de no contar esta historia real como un melodrama. “Es trágica, pero no triste”, subrayó.
Torres podrá pasar mucho más inadvertida que cualquiera de sus compañeras de nominación al Oscar como actriz protagónica este año cada vez que camina por las calles de Los Ángeles o Nueva York, pero la intensa campaña promocional que lleva adelante sin pausa desde antes que se incluyera su nombre como candidata está a la altura de los nombres más famosos que compiten con ella.
De hecho, esta nominación trajo desde el pasado un recuerdo casi olvidado, la consagración de Torres como mejor actriz en el Festival de Cannes de 1986 por Eu Sei que Vou Te Amar, de Arnaldo Jabor. Era la primera vez que una brasileña recibía ese reconocimiento y el segundo consecutivo que le tocaba a una actriz latinoamericana en la muestra más importante del año cinematográfico después de la consagración en 1985 de nuestra compatriota Norma Aleandro por La historia oficial.
Obsesión por el Oscar
Sony Pictures, cuya filial local estrenará Aún estoy aquí en la Argentina el próximo jueves, está decidida a ganar al menos un Oscar con esta película. Y si es posible, dos. Está utilizando a su favor la inesperada victoria de Torres en la reciente ceremonia de los Globo de Oro, donde ganó el premio a mejor actriz protagónica dramática. Se trata de un premio que va más allá de su valor intrínseco, porque como la película también viaja a través del tiempo. En 1998, hace 27 años, Fernanda Montenegro, una de las más ilustres actrices brasileñas de todos los tiempos y madre de Fernanda Torres, ganó el Globo de Oro y obtuvo la primera nominación al Oscar para una actriz brasileña por Estación Central, también dirigida por Walter Salles.
La historia se repite ahora de manera notable. Montenegro, de 95 años, tiene una breve y decisiva aparición en Aún estoy aquí. “Ella dijo algo hermoso en una entrevista –dijo Torres sobre su madre- porque todavía trabaja como actriz y productora: que era muy bueno haber vivido lo suficiente para ver esto. Hemos hecho las dos muchas cosas juntas: teatro, televisión, películas. Me gusta decir que tenemos una Fernanda y la otra Fernanda, y también esta entidad: las Fernandas de Brasil”.
En la mira del estudio, por supuesto, está Demi Moore como la favorita indiscutida en este momento para llevarse este año el Oscar. La estrella de La sustancia también ganó el Globo de Oro, en este caso como mejor actriz protagónica de comedia y/o musical, pero sabemos que se trata del único premio de toda la temporada que duplica a sus ganadores en las categorías principales. Es una situación que no se repite. Antes y después del Globo de Oro, Moore y Torres compiten mano a mano por la misma recompensa. Con el Oscar llegará el veredicto más importante.
¿Tiene chances genuinas Torres de ganar el Oscar a la mejor actriz protagónica? Moore lleva hoy una ventaja incuestionable en la carrera, y su aura triunfal se refuerza todavía más gracias a su manera de agradecer cada uno de los premios que recibe. El tono y el sentido de esos discursos adquirieron a partir de Moore una relevancia inesperada y comenzaron a ser tenidos muy en cuenta por los votantes de los premios más importantes de Hollywood. Hoy se valoran las interpretaciones tanto como la manera que tienen sus artífices de llevarlas en público y hablar de ellas durante las distintas etapas de la temporada de premios. También por esta razón los expertos dicen que la brasileña es la única que está en condiciones de competir por un premio que de otra manera nadie podría sacarle hoy a Moore.
Para destacar las chances de Torres, algunos analistas recuerdan lo que pasó en 2021 con Anthony Hopkins, a la postre ganador como mejor actor protagónico por El padre cuando casi nadie lo esperaba y se descontaba un Oscar póstumo para Chadwick Boseman, el popular héroe afroamericano de las películas de los Avengers. La veloz campaña que llevó a Hopkins al triunfo fue también diseñada por Sony Pictures y tiene, según los expertos en premios, bastantes semejanzas con la actual.
Al igual que El padre, Aún estoy aquí tuvo un estreno bastante reciente en los cines norteamericanos y muchos especialistas en premios de Hollywood creen que la actuación de Torres podría (como pasó con Hopkins) sacar ventaja de esa inmediatez, reforzada y estimulada por el reciente triunfo en los Globo de Oro. Un segundo factor, probablemente todavía más importante, que corre a favor de la intérprete brasileña es la influencia cada vez más fuerte del voto internacional en el veredicto final del Oscar, estimado en alrededor del 20% de los casi 10.000 integrantes de la Academia de Hollywood habilitados para el sufragio.
Recuento de votos
Estamos atravesando el momento más importante de la carrera hacia el Oscar. Este martes 18 se cerrará la elección final (que se abrió el martes 11) en cada una de las 23 categorías del premio. Los casi 10.000 integrantes de la Academia de Hollywood habilitados para elegir a los ganadores del premio este año se encuentran en plena votación. Las urnas virtuales se abrieron el martes 11 y todo Hollywood está en vilo, pendiente como cada año para esta fecha del pronunciamiento de su comunidad. En pocas horas la suerte de todos los nominados estará echada.
Torres no está nominada como mejor actriz protagónica en las dos próximas entregas de premios consideradas en los últimos años como grandes predictoras de un triunfo en el Oscar: el Bafta (equivalente británico del galardón de la Academia), este domingo (transmiten TNT y Max), y el Screen Actors Award, el premio otorgado por el gremio de los actores (SAG) en la ceremonia prevista para el domingo 23 de febrero (transmite Netflix).
Si Demi Moore llegara a adjudicarse estas dos distinciones, el Oscar resultará una posibilidad mucho más cercana para ella. Casi no habría dudas de su triunfo. Sin embargo, Torres cuenta hasta el final en teoría con una ventaja comparativa que los hechos deberán probar: La sustancia, la película que le dio a Moore el papel más valorado de su carrera, es una experiencia de terror corporal extremo que a priori ahuyenta a los espectadores (y potenciales votantes del Oscar) más sensibles.
La otra carta que se juega Aún estoy aquí es la de llevarse el Oscar a la mejor película internacional. Desde el comienzo de la temporada de premios se daba por seguro en esta categoría el triunfo de Emilia Pérez, representante de Francia y además dueña de un total de 13 nominaciones al Oscar, el mayor número alcanzado en toda la casi centenaria historia del premio para un film producido fuera de Hollywood y mayoritariamente hablado en una lengua que no es el inglés.
Pero, como todos saben, Emilia Pérez cayó en desgracia en plena carrera por los premios más importantes de la industria, desde que su protagonista, la actriz trans española Karla Sofía Gascón, apareció como autora de varios mensajes con dichos escritos hace algunos años (y nunca borrados) en la red social X, antes conocida como Twitter, y considerados como racistas y discriminatorios por la mayoría de la comunidad audiovisual más cercana al Oscar.
La campaña de Sony apunta especialmente a este factor que todos vislumbran como determinante. En un año de competencia que se caracterizó este año por una competencia muy reñida entre varios títulos y nombres en las categorías principales, lo que llevó a proyectar la búsqueda de un ganador surgido desde el consenso, resulta mucho más fácil identificarse con la temática de Aun estoy aquí que con Emilia Pérez, cuyo voto potencial se encuentra a esta altura muy dividido entre defensores y detractores. Un sufragio de esas características difícilmente prospere en un sistema que emplea el voto preferencial para elegir al ganador.
Entre los más críticos aparecen potencialmente muchos representantes del voto latino dentro de la Academia de Hollywood, habida cuenta del rechazo masivo y ruidoso que Emilia Pérez desató en México.
La suerte todavía no está echada, pero falta muy poco para saber si en Los Ángeles, el primer domingo de marzo, la brasileña Fernanda Torres alcanza un logro histórico, el mismo que algunos llegaron hace un par de años a decir que merecía con creces nuestro Ricardo Darín.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nacion