CuandoJavier Bardem se enteró de que el director Rob Marshall (Chicago) estaba empezando a seleccionar a los actores para la nueva versión de La sirenita, el clásico animado de Disney que como otros éxitos del estudio estaba en proceso de volver a la pantalla esta vez con intérpretes de carne y hueso en los papeles principales, el madrileño no dudó en comunicarse con el realizador para ofrecerse como “un rey tritón con acento español”. La respuesta de Marshall fue inmediata y positiva. “Cuando hablé con Rob estaba con mi hija Luna que en ese momento tenía 7 años. Le dije: “Voy a actuar en La sirenita”. Y ella me preguntó con mucha ilusión: “¿Vas a ser Ariel?”, contaba entre risas Bardem hace unos días durante la gira promocional del film que se estrena este jueves en la Argentina.
Claro que más allá de la graciosa ocurrencia de la pequeña hija del actor y Penélope Cruz, lo cierto es que el ganador del Oscar encontró en el film inspirado en la novela de Hans Christian Andersen y, sobre todo, en el largometraje animado de 1989, la posibilidad de contar una historia sobre el vínculo amoroso, pero pleno de conflictos entre una hija lista para dejar la protección paterna y un padre nada dispuesto a dejarla ir. Que él sea el imponente rey de los siete mares y ella la más pequeña de sus hijas sirenas no cambia el muy humano sentimiento que marca el desarrollo del revisitado cuento.
“Desde el principio Rob me dijo que la intención era que en la película hubiera más énfasis en el lazo entre padres e hijos. Y el resultado final refleja eso mismo. Se trata de una de las joyas que contiene el film porque cuenta una historia con la que todos se pueden sentir identificados y que te llega al corazón de una manera más profunda de lo que ocurría en la original”, detalló Bardem la semana pasada en una charla vía Zoom con LA NACION. Acostumbrado a que sus hijos-Leo de 12 y la mencionada Luna-, no puedan ver sus trabajos y hasta pongan en duda de qué trabaja su papá-, el actor de todos modos cree que su personaje en La sirenita tiene algo de villano aún cuando con su larga barba, corona, armadura y cola de pez no se parezca en nada al famoso asesino Anton Chigurh que interpretó en Sin lugar para los débiles ni al malvado Silva de 007: operación Skyfall.
“Por momentos el rey Tritón es el malo del cuento porque se opone muy fuertemente a la felicidad de Ariel. Eso cambia cuando aprende a respetar sus deseos. Y lo cierto es que interpretar a un villano no es muy diferente de encarnar a cualquier otro personaje. Tenés que encontrar su corazón, el dolor que siente y provoca el conflicto para entender por qué esa persona está haciendo lo que hace. Algo que Melissa logró hermosamente en esta película”, dice Bardem mientras a su lado Melissa McCarthy sonríe algo incómoda ante el elogio.
La actriz, reconocida por sus habilidades como comediante, en este film tuvo la difícil tarea de encarnar a Úrsula, una de las malvadas más icónicas del panteón de Disney. La hechicera con cuerpo de pulpo exiliada al rincón más profundo y oscuro del océano conserva gracias a McCarthy toda la seductora maldad que lleva más de tres décadas espantando a los pequeños espectadores de La sirenita. “Crear un personaje siempre es divertido tanto si es malo como si es bueno. Hay bondad y maldad en cada uno de nosotros, pero en el caso de los villanos tal vez lo divertido es que te permite ir un poco más allá, ser más exagerado, estar más enojado. Los picos son más altos y las caídas más bajas que cuando se trata de encarnar al héroe y eso siempre es divertido de hacer porque hay más conflicto. Los héroes pueden ser amables, van a salvar al mundo y todo eso, pero no tienen muchos dobleces. Y la vida es más complicada que eso”, explica la actriz que en el proceso de filmación en los estudios Pinewood en las afueras de Londres y más precisamente metida en el enorme tanque de agua dónde se realizaron la mayoría de las escenas de la película ella nunca hizo pie. Literalmente. “Durante el rodaje nunca estuve parada. Siempre me tocó estar colgando de alguna grúa o aparato similar para lograr los movimientos del personaje que se completaban con un equipo de bailarines y dobles asignados a cada tentáculo de Úrsula”, detalló McCarthy delatando algo de la magia de los efectos visuales prácticos y digitales que se necesitaron para llevar a esta versión de La sirenita a la pantalla. Un esfuerzo que, pandemia mediante, llevó casi tres años de trabajo y que atravesó más de una tormenta incluso antes de que se filmara la primera toma.
Parte del mundo
Hubo un tiempo, aunque ahora resulte imposible de imaginarlo, en el que el motor de los estudios Disney, su producción de largometrajes animados, estaba en franca decadencia. Hacia finales de la década del 80, el público parecía poco interesado en las películas de Disney que a su vez llevaba tres décadas, desde el estreno deLa bella durmienteen 1959, sin hacer una película alrededor de las princesas de cuentos de hadas que tan bien le habían funcionado en el pasado. Y así, con expectativas más bien modestas dado sus fracasos de los últimos años, en 1989 se estrenó La sirenita, el film que marcó el nuevo rumbo de la empresa con una historia que contaba con todos los elementos clásicos, la historia de amor, una villana obsesionada con la heroína, animales antropomorfizados como compinches de los protagonistas y unas canciones con espíritu de los musicales de Broadway tan pegadizas que se volvieron virales y pasaron a integrar el acervo de la cultura popular global muchos años antes de la existencia de las propaladoras redes sociales.
Con ese antecedente sobre sus espaldas, el anuncio de la versión con actores de la película puso en alerta a muchos de los fanáticos del film original que recibieron la noticia del casting de la cantante y actriz Halle Bailey con notable intensidad. Para algunos, todo el proyecto de revivir a su amado clásico era un error cometido por el estudio en pos de conseguir más ganancias, para otros era un sacrilegio y un atropello elegir a una intérprete afrodescendiente para encarnar a Ariel, la pequeña sirenita del cuento de Andersen. Al grito-virtual- de falta de autenticidad, muchos reclamaban el respeto por el relato original que el autor danés imaginó desde la costa del Mar del Norte, olvidando en su indignación que la Ariel de Disney no estaba basada en un personaje real sino, sorpresa, en una criatura mitológica que no pertenecía por su misma esencia fantástica a una raza o a otra.
Las ruidosas y racistas protestas no cambiaron el rumbo de Marshall y su productor John DeLuca que desde el primer día de audiciones estaban convencidos de haber encontrado a su sirenita. “La primera actriz que vimos para el papel fue Halle y lo primero que hizo fue cantar para nosotros. Y cantó esa canción. “Part of Your World”, el tema de Ariel. Cerró los ojos y empezó a cantar. Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Era tan emocionante, tan hermoso. En ese momento pensé: ¿empezamos hace cinco minutos y ya encontramos a Ariel? Y así había sido, pero en ese momento no lo sabíamos con certeza. Así que audicionamos a cientos de otras actrices, vimos a todo el mundo, pero Halle seguía ahí, el papel era de ella”, recordaba el director hace unos días durante una conferencia de prensa junto a De Lucca y Alan Menken, el compositor, junto al fallecido Howard Ashman, de las canciones de La sirenita, incluidas “Parte de él” (o “Part of Your World”, su título original en inglés) y “Bajo del mar”, dos de los inolvidables temas de la película original que están presentes en el nuevo film. Ahora también se sumaron nuevas composiciones como una canción para el príncipe Eric, interpretado por el actor británico Jonah Hauer-King-, otra para las versiones fotorrealistas de los amigos de la sirenita, Flounder, el pececito; Sebastián, el cangrejo, y Scutlle, la gaviota, que entonan un rap creado por Lin Manuel-Mirando, uno de los productores de la película.
Los agregados musicales y los nuevos personajes distinguen al film de su versión original aunque nunca se alejan demasiado de él. El cuento que se esfuerza por pintar un mundo de fantasía tan cultural y diverso como sea posible al imaginar que toda la acción, ya sea en tierra o bajo del mar, transcurre en un imaginario reino caribeño en el que una dulce y curiosa sirenita sueña con experimentar por sí misma la vida sobre la superficie, más allá del mundo submarino que conoce y ya le queda chico.
Fuente: Natalia Trzenko, La Nación.