Trump apunta a Hollywood, mientras se prepara para iniciar su segundo mandato presidencial Evan Vucci – AP
“Muchos asumieron que Donald Trump se habría extinguido. Se equivocaron”. La voz de Megyn Kelly suena firme y segura desde el fondo de una pantalla que, de a poco, lleva al espectador a través del cine con mayor poder testimonial de este tiempo al corazón de las usinas periodísticas de la televisión estadounidense, más atenta a la actualidad y lo que ocurre con el poder.
Todo lo que cuenta allí Kelly, una de las personalidades más carismáticas del periodismo televisivo de Estados Unidos en las últimas décadas, es real. Pero lo hace a través del glamoroso tamiz de Hollywood, marcado en este caso por la urgencia de la actualidad y la ola reciente, inesperada e incontenible del movimiento #MeToo. Kelly nos habla a través de una gran estrella (y una gran actriz) como Charlize Theron en el comienzo de El escándalo (Bombshell, 2019), largometraje que pasó en su momento por los cines argentinos y hoy está disponible en Netflix.
La figura de Trump domina casi por completo el tramo inicial de una película que vuelve, desde los últimos acontecimientos electorales, a ser muy relevante. El tema central de El escándalo, no lo olvidemos, es la resonante caída de Roger Ailes, fundador de la cadena Fox News, influyente consejero de varios candidatos y presidentes del Partido Republicano y acosador serial, que en julio de 2016 se vio forzado a renunciar tras ser denunciado por 23 mujeres.
Kelly, estrella de esa cadena, fue moderadora en 2015 de uno de los debates entre los precandidatos republicanos previo a la nominación que llevó por primera vez a Trump a la Casa Blanca. Lo que vemos en el comienzo de El escándalo, con Theron personificando a Kelly enfundada en un vestido con los colores de la bandera estadounidense, es ante todo el choque frontal entre la presentadora y el propio Trump, molesto por las menciones en el programa de su turbulento divorcio con Ivana, su primera esposa.
“Donald Trump me hizo sentir violada durante el sexo”, dice la auténtica Ivana desde la pantalla de Fox News en ese primer tramo de una película que juega todo el tiempo con la delgada línea que separa a la ficción y la realidad. Las menciones al flamante presidente electo de Estados Unidos, en este caso, se apoyan en imágenes de archivo. Lo mismo ocurrirá en la recreación del debate.
Esos mismos hechos (“Surgen nuevas acusaciones del divorcio de Trump con su ex, Ivana”, se lee en un banner) llegan a su máxima expresión dramática cuando son representados en la escena más dura, tensa e incómoda de otra película: El aprendiz (The Apprentice), de Ali Abbasi, estrenada en los cines argentinos el 24 de octubre pasado. Allí vemos a un joven Trump (Sebastian Stan) ejerciendo sin vueltas una fuerte violencia carnal contra Ivana (Maria Bakalova).
Total indiferencia
Cuando El aprendiz se exhibió por primera vez en Cannes (participó en mayo último de la competencia oficial por la Palma de oro), Trump se encaminaba a su proclamación como candidato presidencial en la búsqueda de un segundo mandato que acaba de ser convalidado en las urnas. Todo el entorno trumpista se movilizó en ese momento para impedir el estreno comercial de la película, quizás condicionado por el temor de que esas imágenes y la postura del film frente a la figura del magnate pudiese ejercer por anticipado alguna influencia sobre el pensamiento de los votantes.
Lejos de llamar la atención o recuperar en plena campaña electoral uno de los hechos más controvertidos y desagradables de la vida de Trump, El aprendiz pasó por los cines en medio de una total indiferencia. Fue un fracaso rotundo de taquilla en casi todo el mundo, sobre todo en los Estados Unidos. Vendió en la Argentina nada más que 5034 tickets (según los números de Ultracine) y tardó apenas dos semanas en desaparecer por completo de la cartelera. Literalmente no la vio nadie.
Todo el mundo vuelve ahora a hablar de Trump, que iniciará el 20 de enero su segundo mandato en la Casa Blanca después de un contundente triunfo electoral. Mientras tanto, Hollywood sigue preguntándose qué pasó. Y entre los interrogantes sin respuestas aparece en primer plano la omisión, a la hora de votar, de todos los persistentes puntos oscuros que tiene la vida pública y privada del magnate, de nuevo presidente electo y ahora con mayor holgura respecto de su primer mandato.
Lo que el cine y las pantallas dijeron de Trump, sobre todo durante todo este año, no pasó por el radar del electorado. Las estrellas seguidas por multitudes de tamaño galáctico en las redes sociales no influyeron lo suficiente como para torcer el resultado. Y figuras de popularidad cósmica como los que personificaron a los Avengers, reunidos poco antes de la elección para compartir con sus fans el respaldo explícito a la candidatura de Kamala Harris, terminaron derrotados por alguien que representa lo más parecido a Thanos en el mundo real. Ahora, envueltos en el silencio y la sensación de derrota total, se asemejan a las víctimas de aquel simbólico “chasquido” (blip) del que se valió el villano más poderoso de Marvel para exterminar a la mitad del universo en Infinity War. Siguen sin aparecer ni reaccionar.
“Sin duda hay conmoción por la victoria de Trump, pero esta vez, ese horror está más cargado de más resignación de la que sentí en 2016″, acaba de escribir en la edición digital de Vanity Fair Richard Lawson, crítico cinematográfico de esa publicación y sobre todo una voz muy identificada con el pensamiento de la inmensa mayoría de la comunidad hollywoodense, la que apoyó explícita y activamente a Harris.
Dice Lawson (y seguramente junto a él toda esa legión de estrellas y nombres bien conocidos por el público) que ahora tiene la sensación casi confirmada “de que no se puede hacer nada para detener las fuerzas del trumpismo, y de que algo en este país ha cambiado de manera irrevocable”.
Lo acompañaron desde la primera jornada post-electoral las principales estrellas de los shows nocturnos de la televisión estadounidense. “Más de la mitad de este país votó por el criminal que planea indultarse a sí mismo”, dijo Jimmy Kimmel. “Después de una campaña extraña y cruel impulsada por una necesidad desesperada de no ir a la cárcel, Donald Trump ganó las elecciones”, agregó Stephen Colbert. “No creo que Trump sea una buena persona. Incluso me atrevería a decir que es una mala persona”, remató Seth Meyers.
Llenos de preguntas
Del otro lado, la industria del entretenimiento trata de sacar la mayor ventaja posible de lo que muchos vislumbran como cuatro años complicados y sobre todo disruptivos. “Trump tiene el potencial de hacer estallar todo”, señaló Tina Fordham, experta en riesgo geopolítico. Lo que sostuvo para la agenda internacional bien podría aplicarse al ecosistema de Hollywood, hoy lleno de preguntas, dudas, incógnitas y mucho nerviosismo. Sobre todo porque nadie sabe si el próximo presidente será pragmático o aplicará al pie de la letra todo lo que declaró y prometió durante la campaña.
Si se impusiera en los hechos la segunda opción, Hollywood caería bajo el efecto de una sostenida actitud revanchista o de venganza que Trump parece dispuesto en principio a orientar hacia el mundo de los medios tradicionales. Podemos esperar en este sentido un escenario dominado por la retórica más agresiva hacia Hollywood y, como señaló hace pocas horas una nota de análisis publicada en Variety, “por una política de agravios personales que recompensa a los aduladores y castiga a los críticos”.
Para buena parte de la prensa de Hollywood, ponerse a la defensiva en un momento en el cual Trump cuenta con un respaldo popular masivo y el control de las instituciones clave (el Congreso, la Corte Suprema) puede significar en el mundo del entretenimiento el comienzo de una ola marcada por la censura o la autocensura, cuyas consecuencias siempre resultarán nocivas y perjudiciales para cualquiera de las partes.
Con cautela, la poderosa Motion Pictures Association of America (MPAA), que nuclea a los principales estudios de Hollywood, apeló al costado ideológico de Trump que privilegia el trabajo de los estadounidenses. Al saludar al futuro (y retornado) presidente, la MPAA le recordó que la industria del cine, la TV y el streaming está respaldada por 2.700.000 empleos estadounidenses, y que en miles de pueblos y ciudades pequeñas de todo el país se activan “más de 240.000 emprendimientos que destinan unos 242.000 millones de dólares en salarios anuales a nuestra fuerza de trabajo”.
Según revela Variety, la MPAA ya se está moviendo con la idea de que la clásica inclinación del presidente electo a reducir el peso de los impuestos beneficiará al sector en el debate de la próxima ley fiscal. En una carta al Congreso, la entidad recordó que la baja impositiva impulsada en su momento por Trump “condujo a un profundo aumento de la producción y la propiedad de películas y series en Estados Unidos”.
Según esta visión, el proteccionismo del magnate republicano hará el resto, aunque esta política anticipe posibles choques y controversias en el terreno internacional. Sobre todo con China, que al mismo tiempo sigue siendo un mercado muy apetecible para las producciones más grandes de Hollywood. A la vez, nadie olvida que la industria audiovisual tiene una naturaleza intrínsecamente contradictoria: exporta al mundo el poder y la tecnología de la producción concebida en Estados Unidos, pero a la vez aprovecha las ventajas que ofrecen otras geografías para filmar e importa buena parte de las herramientas utilizadas en los rodajes y la post-producción.
La industria vislumbra un cambio de época y una “ruptura generacional”, en palabras del CEO de Warner Bros. Discovery, David Zaslav. Y quiere la ayuda de Trump para ejecutar los cambios. Los ejecutivos más fuertes de Hollywood creen que con un presidente tan partidario de las medidas antimonopólicas y la desregulación se puede hacer realidad una serie de fusiones, adquisiciones y movimientos demoradas por la saliente administración demócrata.
“Los consumidores encienden el televisor, ven 16 aplicaciones y cada una tiene un precio diferente. Estás sentado mirando el teléfono y buscás en Google dónde se transmite un programa o un deporte. Pasás de una a otra, porque hay muchas. Esta configuración no es una buena experiencia para el consumidor. No se sostiene”, agregó Zaslav, cuyo holding, golpeado por un fuerte déficit, es uno de los actores más expuestos a algún tipo de operación de fusión o venta. La venta de Paramount Global (el enorme holding planetario del que forma parte Telefé) ocupa el primer lugar en la lista de espera de este tipo de operaciones.
Mientras tanto, a partir de la contundencia de su victoria, Donald Trump empieza a avanzar sin contratiempos ni obstáculos en busca de sus objetivos. No sabemos todavía del todo cuál será su política hacia Hollywood, pero la campaña que acaba de terminar nos sugiere que habrá un abismo entre el magnate y las estrellas de Hollywood que vienen combatiéndolo y cuestionándolo con las peores palabras. Como advirtió hace casi una década Megyn Kelly con una certeza que adquiere hoy connotaciones proféticas, Trump está lejos de extinguirse.
Fuente: La Nación