“Y el Martín Fierro es para….”. Mientras Virginia Lago aguardaba sentada en su butaca del Teatro Colón, Marley abría el sobre que revelaba quién ganaba, en 2012, el premio a mejor conducción femenina. Su nombre era leído por el conductor y la cara de la actriz combinaba la alegría e incredulidad de un nuevo galardón ganado.
Ese año, la aclamada conductora había sido la cara de un formato nuevo en Telefé:Historias de corazón. Ese formato, apuntado a un público que la veía a ella como una figura ya conocida, se convirtió en un escenario impensado: sus frases se escurrieron a otras plataformas. Por eso, hoy en día, es habitual ver en redes sociales –TikTok a la cabeza, con más de 20 mil videos sobre ella– o en cuentas de Instagram de memes su imagen acompañada de sus latiguillos. ¿Cuáles son? “Maravilloso”, “me voy a tomar un vinito” y “me quedo acá, calentita viendo la peli”, entre otros.
Lejos de renegar del mundo-meme, lo tomo con simpatía. “Me acercó a la gente joven… y me imitaban. Al principio me causaba no sé qué pero después me reía. No lo hacían con maldad, eran los jóvenes que hacen esas cosas”, explicó. Hoy, admite que le gustaría retomar la conducción del programa y que es un formato que “extraña enormemente”.
Un inicio de casualidad
Su larga trayectoria comenzó sin querer, cuando acompañó a su hermana a una audición y terminó convirtiéndose ella misma en la cara de un proyecto juvenil.
Siendo la menor de siete hermanos, una tarde se encontró acompañando a una de ellas a un concurso de actores. “Fui para curiosear. Entre muchas chicas que habían ahí, se dirigieron a mí y no al resto del grupo. A mí no me interesaba para nada pero mis amigas me empujaron a hacerlo y me dieron un texto para estudiar”, recordó Virginia en diálogo con LA NACIÓN.
En ese momento todo parecía ser apenas un juego. Regresó a su casa, se lo comentó a su papá y juntos empezaron a practicar, divirtiéndose entre línea y línea y fantaseando con una carrera actoral. “Volvimos y eran 100 chicas. Me gané el premio que había allí y a partir de ahí empecé una historia en la tele y el teatro… siempre era un juego”, completó.
El día que empezó a actuar, tuvo que abandonar todas sus demás actividades. Los encuentros con amigas se transformaron en ensayos; las salidas después del colegio, en pruebas de vestuario y su rol en Las pulguitas, equipo de básquet del cual era titular, en protagónicos en obras de teatro.
Pero el éxito la tocó por primera vez cuando protagonizó, en 1963, Pigmalión. “Tuvo mucha repercusión y se empezó a correr la voz de que yo estaba muy bien. Nunca dejé de hacer teatro, estudié en el Instituto de Arte Moderno y seguí hasta el día de hoy”, explicó.
El amor, una puerta que también abrió el teatro
Así como la actuación golpeó sus puertas de la forma en la que menos se lo imaginaba, también lo hizo el amor. Mientras participaba de una obra conoció a quien, con el tiempo, se convirtió en su compañero de vida. El arte marcaba el ritmo y Virginia bailaba al compás de una música que llevaba en la sangre. “A Héctor [Gióvine] lo conocí haciendo teatro. Él me escribía poemas. Me conquistó leyéndome cosas lindas. Esa fue la historia, una historia de amor. Nos enamoramos, tuvimos dos hijas, una nieta de 13 años y aquí seguimos haciendo teatro”, recordó no sin antes confesar que todavía recibe algunos poemas escritos de puño y letra por él.
Pese a lo que muchos podrían creer, que ambos se dediquen a lo mismo no genera roces ni envidias. Funciona. “Cuando él dirige o actúa yo lo voy a ver y viceversa”, confesó Lago. Además, cuando pueden y tienen la oportunidad, se embarcan en proyectos juntos como su más reciente“Gracias, Maria Elena”, en el Teatro Regina donde, además de compartir compañía teatral, se encuentran en escena en un sentido homenaje a María Elena Walsh. “Nos gusta lo que hacemos, el teatro es lo que compartimos. Tenemos muchos amigos, estamos tranquilos y trabajamos mucho”, resumió Virginia.
Su prohibición durante la dictadura
Uno de los momentos más duros de su vida tuvo lugar entre los años 1976 y 1983. “Ocurrió con muchísima gente. Muchos amigos que no están más, muchos otros se tuvieron que ir y otros se quedaron. Es un horror que no hay que olvidar. Yo estaba haciendo un programa que se llama La muerte tiene cara de mujer. Cuando voy a grabar como todos los días, un señor que siempre me charlaba me dijo: ‘No puede entrar, señora’. Ya era ‘señora’, no era ‘Vicky’”, recordó al ser consultada por este medio.
La época ya dejaba marcas en la Argentina y también lo hacía en sus habitantes. Luego de la abrupta prohibición, Virginia Lago quiso saber qué estaba pasando. Algunos llamados y averiguaciones apenas alcanzaron para enterarse que tenía prohibido salir en televisión y radio ni brindar ningún tipo de reportaje. “Duró cuatro años eso. Mientras, seguí haciendo teatro. Había amenazas, es algo que recuerdo. Una vez estábamos en el teatro popular de la Ciudad y aparecieron… pero a mi nadie me volteó, me pegó ni nada. Era solo esa cosa horrorosa de las amenazas”, agregó.
Una pausa en sus palabras y un corto silencio hicieron de intervalo. “Acá estamos, sin olvidar pero siguiendo la vida y defendiendo la libertad”.
Historias de corazón: premios, Internet y el alcance menos pensado
En enero del 2012, Virginia Lago estaba haciendo su temporada teatral en Mar del Plata. Un llamado de Tomás Yankelevich con una interesante e innovadora propuesta la sedujo lo suficiente como para tomarse un avión hasta la capital sólo para charlar. Así fue como nació Historias de corazón, un formato que tenía la intención de durar tan solo dos meses y finalizó cuatro años después.
“Me mandaban las películas, yo las veía de lunes a sábado y después las comentaba en el programa. Fue algo muy raro que tuvo un éxito inmediato. Contábamos la historia de la película, leíamos cartas que llegaban de a miles, todas historias de vida divinas”, recordó la presentadora.Virginia Lago en Historias de Corazón
Sus apariciones, efímeras pero contundentes se hacían presentes entre corte y corte de la película elegida. Románticas, de acción, dramas y basadas en hechos reales eran transmitidas por Telefé mientras que Lago les hacía compañía a los televidentes como si estuvieran viendo el film todos juntos.
“Una anécdota increíble. Estaba en Mar del Plata y fui a pagar la luz. Hago la cola y hacía diez días que había empezado el programa. En la fila una señora me dice: ‘Pero ¿Qué hace acá?’. ‘Vengo a pagar la luz’, le digo. Me dice: ‘Ay, bueno. Hoy a la tarde charlamos’. Veía el programa y era como si charláramos. Me pareció extraordinario, yo charlaba con la gente”, recordó entre risas nostálgicas.
El formato terminó y en el proceso tuvo todo tipo de condimentos añadidos por ella. Invitados, unitarios argentinos, cartas y frases que quedaron en la memoria de varias generaciones. Historias de corazón no había logrado únicamente cumplir en rating y audiencia sino que había llegado a Internet. Los jóvenes bromeaban, los más chicos la imitaban y las redes creaban un meme tras otro con los ya clásicos “maravilloso”, “me voy a tomar un vinito” y “me quedo acá, calentita viendo la peli”.
“Me acercó a la gente joven y me imitaban. Al principio me causaba no se qué pero después me reía. No lo hacían con maldad, eran los jóvenes que hacen esas cosas”, explicó. Hoy, admite que le gustaría retomar la conducción del programa y que es un formato que “extraña enormemente”.
Empezó a los 15, tiene 75… ¿piensa en el retiro?
El trabajo sigue siendo el eje en la vida de una actriz de raza. Sus comienzos fueron “cosa del destino”, como a ella misma le gusta admitir, y su presente y futuro se forjan todos los días a puro pulmón y con muchas ganas. Con 75 años, está al frente de un segmento en TV Pública donde retomará la lectura de cartas en vivo.
Como si esto fuera poco, finalizó el rodaje de la película Conurbano,que verá la luz el próximo 2022 y sigue actuando, dirigiendo y produciendo Gracias, María Elena.
Y la lista continúa. Mientras coordina todos esos proyectos, prepara un nuevo estreno, Nos dijeron que íbamos a ser reinas, una obra que cuenta la vida de artistas argentinas y presentará en el teatro El Tinglado.
Pero cuando los reflectores y las cámaras se apagan, llega el momento de descansar y disfrutar de un fin de semana alejada del trabajo. Virginia Lago y Héctor Gióvine se trasladan a su casa en Parque Patricios y mientras él escribe la poesía con la que la conquistó, ella lee una obra de teatro o algunas líneas de sus libros favoritos: 100 años de soledad o Las hijas del capitán.
Los libros se acumulan en la mesita de luz de su habitación mientras ella recibe amigos o familiares en el living para una comida. Reuniones y trabajos todavía le dan tiempo para tejer, bordar, cuidar de su querido jardín e incluso subirse a una escalera para podar sus plantas. El multitasking es quizás una de sus principales características y el “disfrute de la vida” es su principal filosofía.
Fuente: Iván Mazorco, La Nación