¿Qué es un clásico en el cine? ¿Qué lo define? ¿Su autor? ¿El film en sí mismo? ¿Por qué se perpetúa en el tiempo? ¿Cómo le habla una película del pasado al presente? Para responder a esas preguntas nada mejor que abonarse al ciclo Grandes clásicos restaurados del cine francés, que se lleva a cabo del martes 28 de junio al jueves 21 de julio en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530). La muestra –que cuenta con la colaboración de la Embajada de Francia- está integrada por diecisiete largometrajes en copias restauradas y enviadas especialmente desde París por el Institut Français para la Sala Lugones, e incluye títulos de realizadores como Agnès Varda, Jacques Rivette, Jean Renoir, Georges Franju, Jacques Demy, Chris Marker, Eric Rohmer, Jean-Luc Godard y François Truffaut, entre muchos otros.
Para comenzar este martes, nada mejor que La gran ilusión (1937), de Jean Renoir, protagonizada por Jean Gabin, Erich von Stroheim y Pierre Fresnay. Una de las obras maestras de Renoir, La grande illusion retrata el día a día de un grupo de prisioneros en un campo alemán durante la Primera Guerra Mundial. “La gran ilusión de la que habla el título era la de creer que esa guerra sería la última”, escribió François Truffaut. Y la función de las 20.30 horas tendrá un valor agregado: será presentada por el escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky.
El ciclo continúa el miércoles 29 con Madame de… (1953), de Max Ophüls, con Charles Boyer, Danielle Darrieux y Vittorio De Sica. En palabras de Truffaut, “la mujer es el personaje principal en la obra de Ophüls, la mujer híper-femenina, víctima de toda suerte de hombres (…) En sus films, Ophüls mostraba la crueldad del placer, los dramas del amor, las trampas del deseo, era el cineasta, como decía Victor Hugo, del ‘triste mañana que queda tras el baile alegre’…”
El jueves 30 está reservado para un clásico poco frecuentado, pero no por ello menos influyente, Yo, un negro (1957), del gran documetalista Jean Rouch, quien durante seis meses siguió a un pequeño grupo de jóvenes emigrantes de Níger y les pidió que interpretasen su propio papel. “De cierta manera, Rouch es más importante que Godard en la evolución del cine francés”, escribió Jacques Rivette. “Godard va en una dirección que solo vale para él, y que, en mi opinión, no es ejemplar. Mientras que todas las películas de Rouch son ejemplares, incluso las fallidas”.
La aventura queda para El salario del miedo (1953), de Henri-Georges Clouzot, con Yves Montand y Charles Vanel, uno de los más impactantes thrillers jamás filmados, que todavía hoy continúa siendo imitado y vampirizado. Y el suspenso para Ascensor para el cadalso (1958), la opera prima de Louis Malle, con Jeanne Moreau, donde la música del trompetista Miles Davis es esencial: se trata de una de las mejores bandas de sonido de toda la historia del cine, compuesta improvisando directamente frente a las imágenes del film.
¿De dónde proviene la belleza mórbida de La piel que habito, de Pedro Almodóvar? Es evidente: de Los ojos sin cara (1960), de Georges Franju, un film hoy poco visto pero que está entre los más inquietantes que hayan surgido del cine francés. Otra película que hace mucho tiempo no se ve en pantalla grande en Buenos Aires -y mucho menos en una versión restaurada- es París nos pertenece (1961), de Jacques Rivette, una de las piedras basales de la nouvelle vague, producida por dos de sus compañeros de la revista Cahiers du Cinéma: Claude Chabrol y François Truffaut.
La elegancia, la belleza, la precisión están representadas en partes iguales en el ciclo por esa obra maestra de Eric Rohmer que es La marquesa de O (1976), con Edith Clever y Bruno Ganz, basada en el relato homónimo de Heinrich von Kleist. Y atención con esa tapada que es Sin sol (Sans soleil, 1983), de Chris Marker. “Si hay una película de los 80 que haya mostrado cómo se iba a desarrollar el cine moderno en las décadas siguientes -escribió el crítico Adrian Martin- es Sans soleil de Marker (…) En su estatuto incierto e intrigante como nuevo tipo de práctica -el filme-ensayo-, redibuja las barreras entre el documental y la ficción, entre el reportaje objetivo y la especulación imaginativa, entre el análisis y la fantasía».
¿Los paraguas de Cherburgo, Jules y Jim, Pierrot el loco? También están en el ciclo, como César y Rosalie, Las diabólicas, Cleo de 5 a 7 y El último subte. Es cuestión de entrar en la página web del Complejo Teatral de Buenos Aires y empezar a reorganizar la vida alrededor de este ciclo.
Fuente: Página 12