Aquel 3 noviembre de 1995, Natalia Garayalde no contaba más de 12 años y vivía con su familia a escasos 300 metros de la Fábrica Militar de Río Tercero. A bordo del auto de su papá y con una cámara hogareña registró el aturdimiento y la confusión que embargaron al pueblo en los minutos posteriores a las explosiones de la dependencia, un atentado que se quiso hacer pasar por accidente y que dejó siete muertos y cientos de heridos. Las grabaciones continuaron varios días después y fueron retomadas -junto a otras imágenes de archivo- hace pocos años, un claro indicio del trauma que aún se aloja en la ciudad, que creció este último tiempo con los peligros del polo químico. Durante este mes, el cine del Malba continúa proyectando Esquirlas, el documental de Garayalde que aborda desde una perspectiva íntima uno de los capítulos más nefastos de la historia argentina reciente, la voladura de la fábrica militar de Córdoba con la que desde el gobierno de Carlos Saúl Menem se pretendió ocultar el contrabando de armas a Croacia y Ecuador.
Ganadora del premio a mejor dirección en la competencia argentina del Festival de Mar del Plata del año pasado, esta ópera prima también se llevó durante 2021 un premio especial del jurado en la 52.° edición de Visions du Réel –uno de los eventos más importantes de cine documental, con cita en Suiza– y el máximo galardón del festival coreano de Jeonju. Su paso por esas vidrieras fue muy próximo a la fecha en que la Corte Suprema finalmente dejó firmes las condenas. “Estaban esperando que muriera Menem para cerrar la causa”, le dice sin sorpresas Garayalde a Infobae Cultura. La película ahora también está disponible en la plataforma Cine.ar.
Por estos días Esquirlas sigue su presentación por festivales europeos. Después de levantar otro premio en Galicia, en el Play-Doc, y uno más en Biarritz por su próximo proyecto (BEA VII), la directora se tomó una pausa para contestar por correo electrónico algunas preguntas.
–¿Cómo es mirada la película en los países donde la estás presentando? ¿Cambia el mensaje o su recepción, en comparación con nuestro país?
–Desde el Festival Biarritz Amérique Latine del sur de Francia, al límite con España y unida por el país vasco, me invitaron a una función especial en Peyrehorade. Es una población rural que está camino a Toulouse. En la proyección de Esquirlas recordaron su propio estallido: la explosión de la fábrica de fertilizantes AZF el 21 de septiembre del 2001, en el cual murieron 31 personas. El peligro de las usinas químicas, que aparece como preocupación en la película, es una marca universal.
–Según comentaste en una entrevista, habías comenzado a trabajar en el documental con un corte más periodístico. Luego te aproximaste desde lo familiar, una dimensión que suele quedar de lado o manipularse cuando se abordan hechos en los cuales es responsable el Estado y que, sin dudas, también fue omitida al momento de ordenar las explosiones. ¿Cómo interpretás hoy ese cambio de enfoque?
–Mirar el tema desde adentro permite involucrarse más con lo que está pasando. Por eso, desde un principio el enfoque del proyecto era una biografía atravesada por la política y la violencia. Lo que no estaba en los planes era que ese relato fuese contado desde mis videos familiares. Los archivos propios fueron ocupando espacio en la línea de tiempo en el montaje. La transformación de la mirada de una niña y un niño a partir de un hecho dramático tenía mucha potencia narrativa, la idea de un pequeño universo estallado era una forma de conocer esta historia que afectó a toda una ciudad. Por otra parte, los archivos periodísticos de procedencia pública, como canales de TV, se mezclan con las cintas caseras, mostrando el límite difuso entre lo privado y lo público. El cine invita a esos cruces y a pensar en las texturas de la materia pixelada que estaba manipulando.
–Además de la magnitud del hecho, hay un sentido de lo trágico en el documental que parece guardarse en los cuerpos y en la cámara, que registran antes que nosotros ese pasaje de la inocencia a la conciencia, de la salud a la enfermedad. ¿Cómo fue reencontrarte con esas grabaciones caseras y qué dificultades te trajo a la hora del montaje?
–Es muy interesante ese concepto materialista que señalás. A propósito de tu pregunta, al revisitar las grabaciones me sorprendió ver que el regreso a mi ciudad destruida fue con cámara en mano, como una prótesis del cuerpo. Solo podía mirar el mundo detrás del vidrio del lente. La dificultad principal del registro es el movimiento constante, pero en el montaje creo que una imagen tracciona a otra, como el tren de Guy Maddin (N. de la R, se refiere a la película My Winnipeg, del director canadiense). Un territorio estallado no podía tener un mapa con plano fijo.
Natalia Garayalde, la directora de «Esquirlas»
–Sorprende ver cuán integrada estaba la cámara dentro de tu ámbito familiar, incluso excede el mero registro de situaciones y deja ver por momentos una suerte de exploración de sus recursos. ¿Te acompañó siempre esa relación con la cámara?
–En la película hay varias capas narrativas. El punto de partida son las explosiones de la Fábrica Militar de Río Tercero como hecho impune, en la contradictoria década de los noventa, y sus consecuencias hasta ahora. Pero debajo de ese acontecimiento estruendoso está el río subterráneo, la producción microscópica, invisible, del polo químico. Y en el medio de todo eso, la historia de una familia de Río Tercero. La modificación de la relación con la cámara de una niña y un niño muestra la transformación del acto de ver y escuchar el mundo: el mismo dispositivo que permitía crear espacios como una montaña con planos aberrantes se convirtió en el artefacto que registró un hecho histórico. Las primeras explosiones son registradas como un acontecimiento extraordinario y lúdico pero las segundas explosiones provocan un desencanto en la niña que ya no quiere filmar. Porque si la primera es tragedia, ya sabemos la segunda, una miserable farsa. Vuelvo a la cámara ya de adulta, con más de 30 años, para registrar la belleza antes de que desaparezca.
–Semanas atrás presentaste la película en Río Tercero. ¿Cómo fue esa experiencia para vos y cómo se recibió en la sala?
–Fue la función más importante. Invitamos a familiares de víctimas y también fueron los abogados de la querella, que me informaron sobre el devenir judicial hasta que en mayo se cerró la causa, post muerte de Menem. Muchos vecinos y vecinas que me cedieron material para la película estaban también presentes. La sala estaba llena. Luego de la función hubo un gran silencio y abrazos, y unos minutos después pudimos hablar de la producción química actual y de la impunidad de Carlos Menem.
–¿Qué sensaciones deja la confirmación de las sentencias, más de 25 años después?
–Estaban esperando que muriera Menem para cerrar la causa. Además, creo que los jueces estaban en la mira por la reforma judicial y por eso necesitaron desempolvar una causa vieja, con pruebas contundentes, para demostrar que estaban trabajando por la Justicia con mayúsculas. Fueron condenados cuatro militares. Se reconoció que fue intencional. Fue un atentado para borrar las pruebas del tráfico de bombas. Menem había sido sobreseído de la causa armas bajo el pretexto de que había pasado el “plazo razonable” para ser juzgado. Es absurdo que la misma demora en el proceso judicial sea el argumento para paralizar una causa.
–Hace unos días recibiste un premio en Biarritz por tu nuevo proyecto, BEA VII. ¿Podrías adelantar de qué se trata?
–Batallón 7 (BEA VII) es un proyecto que en este momento está en desarrollo de guion, acerca de la intervención contradictoria de Argentina durante los noventa en la guerra de los Balcanes. Estoy trabajando a partir de material de archivo cedido por un casco azul.
*Esquirlas está disponible en la plataforma Cine.ary se puede ver todos los viernes de octubre a las 21 h enMalba Cine(Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415, CABA).
Fuente: Infobae