Dos décadas después, y dentro de un contexto bien distinto, las palabras de ese estribillo resuenan con fuerza, casi como bandera, al compás de una tendencia en crecimiento. En este nuevo tiempo, aquella antigua consigna reclama un proceso de resignificación. No se trata solamente de prescindir de ese «otro héroe» cuya presencia en algún momento resultaba irreemplazable. Ahora, el único que podría ocupar ese lugar es su antagonista. Toda versión actualizada de la canción debería agregar el siguiente verso: «Lo que necesitamos es un antihéroe».
Esto es lo que sucede, en dimensiones diferentes, con dos de los personajes de moda en la nueva estrategia global de Hollywood: Guasón y Maléfica. La primera festeja su primer millón de espectadores en la Argentina. La segunda regresa con su segunda película (y expectativas parecidas) este jueves.
Parece difícil a primera vista encontrar algún común denominador entre ambos personajes. Guasón, como lo indica el debate público en ebullición que acompaña desde su estreno un éxito de público verdaderamente colosal, es un ser oscuro, triste, patético, protagonista absoluto de una historia pesimista que lo encarama hacia la cima de un futuro desesperanzado, ausente de toda clase de ley y de autoridad. Una historia adulta conectada de manera explícita (y bastante obvia, hay que decirlo) con el mundo real fragmentado de nuestros días. Maléfica, cuyo regreso a partir del próximo jueves a los cines seguramente convocará también a muchísimos espectadores, está dirigida en principio a otro público. Nunca deja de ser un cuento de hadas, por más que Disney haya decidido experimentar desde 2014 (cuando se estrenó la primera parte) con algunas variaciones alrededor de la historia tan conocida de La bella durmiente.
Más allá de las diferencias y del lugar simbólico que ocupa cada uno en la galería histórica de personajes y géneros de la historia de la cultura popular (y del cine en particular), Guasón y Maléfica comparten un atributo clave: son dos personajes que surgen del lado oscuro y se ubican frente a quienes a priori representarían al bien: Batman y la princesa Aurora, respectivamente. Después, gracias al cine (y sobre todo a sus más recientes apariciones en la pantalla grande) comprobamos que las cosas se complican bastante y que no tiene sentido seguir forzosas lecturas lineales. Pero en nuestra memoria, la idea de ambos como villanos o, mejor, como antihéroes parece imposible de cuestionar como punto de partida.
Esta corriente todavía precoz y en vías de ampliación se fortalece a partir de una sencilla razón: Joker expresa un poder de convocatoria sorprendente para una película que dividió a la crítica especializada como pocas en los últimos tiempos. Además, abrió toda clase de debates que se conectaron de inmediato con la realidad del mundo en que vivimos. La respuesta multitudinaria de la gente podría entenderse como la mejor demostración de ese comportamiento. Y a la vez funciona como antídoto para quienes todavía no son capaces de separar a la realidad de la ficción.
Que Guasón esté llegando por estas horas al millón de espectadores en los cines argentinos después de algo más de una semana es un dato extraordinario. A lo que hay que sumar otro fenómeno significativo: en el comienzo de su segunda semana Guasón perdió muy pocos espectadores, lo que habla de un «boca en boca» que fortalece todavía más el interés por verla. Sólo las películas que llegan a esa cifra de concurrencia están en condiciones de disparar algún debate público sobre su significado. Pero a la vez hay que decir que sólo las películas «del millón» conservan al mismo tiempo su condición de factor de entretenimiento. No todos los que acuden a verla lo hacen con la intención de participar de algún debate o sumarse a una determinada polémica. Van al cine porque eligieron la película que quieren ver todos. Y que ven todos.
En el fondo, Guasón y Maléfica podrían verse como los dos extremos de una tendencia cada vez más afirmada. La película protagonizada por Joaquin Phoenix sería la expresión máxima de una dimensión «adulta» del antihéroe del cine de Hollywood modelo 2019. La problemática relación del personaje con su madre, con los representantes de la autoridad y con sus semejantes lleva al personaje a conductas límite. Enfrente está Maléfica con su viaje al mundo de los cuentos de hadas, hechizos, conjuros, princesas en problemas y príncipes encantados. Phoenix encarna a un personaje instalado en un tiempo y en un lugar que son reconocibles (la Nueva York de los años 70) y las conductas de sus personajes remiten claramente a la fragmentación ideológica del mundo actual de Trump y del Brexit, por más que las acciones transcurran en la siempre ficticia Ciudad Gótica. En Maléfica, las referencias espaciales y temporales están siempre suspendidas sobre un universo de fantasía en el sentido más pleno.
Son los límites de un continuo que va encontrando nuevas manifestaciones en recientes o en futuros estrenos que, al mismo tiempo, representan un nuevo enfoque en las ambiciones de Hollywood. Guasón pertenece al mismo universo (DC Comics) del que surgió Escuadrón suicida, un verdadero seleccionado de antihéroes que tendrá su segunda aventura en el cine a mediados de 2021. Antes, como derivación de la primera película del grupo y anticipo de su secuela, llegará en febrero de 2020 un largometraje en solitario de Harley Quinn (interpretada por Margot Robbie), que en su origen de historieta es la novia del Guasón.
Hay otras manifestaciones de esta tendencia que empiezan a aparecer en otros andariveles, como las primeras temporadas de Watchmen (HBO) y The Boys (Amazon Prime). Con ellos (y unos cuantos más que vendrán pronto), Hollywood reescribe la vieja canción de Mad Max. Ahora lo que sobran son antihéroes.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación