En la noche del 20 de noviembre último, la mayoría de los invitados al estreno mundial del largometraje número 38 en la extraordinaria carrera como director de Clint Eastwood imaginó un regreso triunfal del último gran realizador clásico de Hollywood a la carrera por el Oscar. A sala llena, la primera proyección de El caso de Richard Jewell había concluido con todos los asistentes de pie en la sala, saludando con una ovación ese lanzamiento.
Pasó algo más de un mes y en vez de la glamorosa travesía hacia el premio más anhelado de Hollywood, la nueva película de Clint Eastwood podría viajar directamente hacia algún tribunal de justicia estadounidense. Todavía sigue abierta la posibilidad de que el principal diario de la ciudad de Atlanta termine llevando a los tribunales a Eastwood y a su película, acusada de supuestas calumnias por el modo en que se retrata allí a una periodista que participó de la cobertura de un hecho trascendental para la ciudad, ocurrido durante los Juegos Olímpicos de 1996.
No sabemos todavía cuál será la conducta final de los abogados de The Atlanta Journal-Constitution, fundado en 1982 a partir de la fusión de dos diarios centenarios. Lo que sí sabemos es que esa controversia muy probablemente haya dinamitado de manera definitiva las genuinas chances de participar en la competencia por el Oscar que la película había esbozado en el momento de su aparición. El hecho también dejó un daño colateral. El caso de Richard Jewell fue un rotundo fracaso comercial en los Estados Unidos. Ninguna otra película de Eastwood tuvo en los últimos cuarenta años números tan flojos en la taquilla como su flamante obra, que Warner estrenará hoy en la Argentina.
La polémica tiene visos ruidosos y hasta algún morbo. The Atlanta Journal-Constitution acusa a Eastwood y al guionista de la película, el experimentado Billy Ray, de hacer un retrato próximo a la difamación de la periodista Kathy Scruggs, sugiriendo que la película la muestra con la deliberada intención de intercambiar sexo por información en un contacto con un agente del FBI. ¿Qué clase de información buscaba Scruggs? Algo que pusiera luz sobre un acontecimiento trágico del que se sigue hablando en Atlanta. El 27 de julio de 1996, una bomba explotó en un parque público de esa ciudad en medio de una celebración popular conectada con la fiesta olímpica. Dos personas murieron y un centenar más sufrió heridas de distinta consideración.
La tragedia pudo haber sido mayor si un guardia de seguridad llamado Richard Jewell no hubiese descubierto pocos minutos antes del estallido una mochila abandonada en la que se habían colocado los explosivos. Jewell era un hombre de existencia introvertida que vivía con su madre y soñaba, a veces con modos impropios, con transformarse en agente de la ley. El hallazgo de Jewell facilitó la paulatina evacuación del lugar, que estaba en marcha cuando la bomba explotó. Jewell se convirtió instantáneamente en el héroe del momento, hasta que el FBI comenzó a observarlo y lo incluyó poco después entre los principales sospechosos del hecho.
El modo en que la película muestra cómo Scruggs reveló esa novedad en las páginas del diario abrió la disputa que terminó colocando a la película en segundo plano. Y llevó a sus protagonistas a retomar la discusión acerca de las responsabilidades que tienen las agencias gubernamentales y de los medios en apresurarse a marcar culpabilidades o inocencias en asuntos relevantes. Es una vieja obsesión de Eastwood, que siempre fue una suerte de cruzado defensor de las decisiones y las conductas individuales frente al avance de las instituciones.
El director fue señalado desde algunos medios como portador de una mirada sobre la prensa (sobre todo) parecida a la que expresa la administración Trump. Pero, bien mirado, el planteo de El caso de Richard Jewell aparece en línea con lo que Eastwood viene haciendo en sus últimas películas, sobre todo Sully y El francotirador. Tomar hechos de la vida real y personajes reales para reivindicar sus decisiones individuales, que en muchos casos chocan con posturas institucionales que cuestionan y degradan el valor de las personas. Desde esta mirada, Eastwood es visto como un libertario más que un hombre alineado con alguna postura ideológica de la actualidad estadounidense.
No hay manera de que los dos protagonistas involucrados a fondo en esta historia puedan exponer su testimonio fuera de lo que plantea la película. Jewell falleció a los 44 años por causas cardíacas, en 2007, después de quedar limpio de culpa y cargo, y sin acumular jamás en su contra prueba que lo incriminara. Scruggs, en tanto, murió en 2001 por una sobredosis accidental de medicamentos recetados. «Contrariamente a todo lo que se dijo, no creo que Kathy haya «intercambiado sexo por información». Nada en mi investigación sobre ella me llevó a sugerir esa conducta y tampoco tuve la intención de expresar algo así. Todo lo que se dijo no es otra cosa que un rechazo misógino al complicado trabajo que ella debió hacer. Por otra parte, creo que la película sugiere que hubo algún tipo de relación romántica previa entre Scruggs y el agente del FBI», señaló Olivia Wilde, la actriz que interpreta a la periodista.
Eastwood estuvo cuatro años sobrevolando este proyecto hasta que finalmente pudo concretarlo. Antes del estreno, dijo que El caso de Richard Jewell tiene un doble propósito. «Que cuente una historia de la forma más entretenida posible, porque al fin y al cabo estamos en el negocio del entretenimiento y queremos contar grandes historias, y que al mismo tiempo sirva para transparentar el nombre de Richard Jewell y despejar toda duda alrededor de su nombre. Esta película, además, creo que es un triunfo para la familia Jewell», dijo el realizador a la agencia AP.
Jon Hamm interpreta al agente del FBI convencido de que Jewell es sospechoso; Sam Rockwell es el abogado del protagonista y Kathy Bates personifica a su sufrida madre. Para encarnar a Jewell, Eastwood descartó la opción inicial de convocar a Jonah Hill (que aparece en los créditos como productor junto a Leonardo DiCaprio) y eligió en cambio al mucho menos conocido Paul Walter Hauser, que más allá de su parecido físico con el verdadero Jewell fue de todos el que cosechó mayores elogios y aparece mucho mejor posicionado que el resto para aspirar con alguna chance a un lugar entre los candidatos a alguno de los premios actorales de Hollywood. Con todo, que Richard Jewell haya quedado completamente al margen de las nominaciones al Globo de Oro es toda una señal. Parece muy difícil después de todo lo ocurrido que la película recupere sus aspiraciones en medio de la temporada de premios, y cuando los galardones más fuertes se ponen ya en juego.
Sobre la controversia con The Atlanta Journal-Constitution, Eastwood señaló que el diario se enfrentó antes que nadie a una situación tremendamente compleja: «Fueron los primeros en decir que el principal sospechoso de haber colocado la bomba era Richard Jewell. Entiendo el aprieto en el que se metieron y también la necesidad de racionalizar todas estas cuestiones. La verdad es que hoy las historias biográficas que encara Hollywood están bajo la lupa. Piensen en lo que pasó con la familia Dupont en Foxcatcher o con la Iglesia Católica en Spotlight. Lo importante es que contamos nuestra visión de la historia. Y creo que hicimos un gran trabajo».
Fuente: La Nación